Relatos del bosque americano
‘Mientras crece el bosque’ se suma a la lista de obras en español publicadas en EE UU
“¿Cuántos pisos puede atravesar un árbol al caer?” Es una pregunta que se ha hecho cualquier extranjero que afronta su primera tormenta en uno de los suburbios estadounidense que se extienden empotrados entre la naturaleza. Cualquier foráneo, o cualquiera que no esté acostumbrado a la fuerza de un clima que define al país en todos sus rincones. La sensación la recuerda Guillermo Corral, el último escritor en unirse a la larga lista de creadores que publican su trabajo en español en EE UU.
“Estados Unidos te enseña a redimensionar”, afirma en una entrevista poco antes de presentar en Washington ‘Mientras crece el bosque’ (La Pereza Ediciones). La naturaleza “omnipresente” y accesible desde muy pocas millas al salir de cualquier ciudad también desafía las distancias, los espacios y las ideas preconcebidas del recién llegado. Corral (Bilbao, 1971) está familiarizado con esa sensación, a punto de cumplir cinco años en Washington como Consejero Cultural de la Embajada de España, ha vivido antes en Suiza, Madrid, Bruselas, Turquía o Tanzania.
El autor explica que el formato elegido para el libro -con prólogo de Valerie Miles- le ha permitido compaginar esta aventura con su profesión y responder al contexto actual en el que se publica. Para el autor, los relatos cortos son a la novela como las series a la televisión. “Es un género difícil, pero adecuado a esta época”, dice Corral. “No se puede escribir como hace 100 años, como si no tuviéramos encima la televisión, las redes sociales o el teléfono constantemente”.
Los protagonistas de la colección de relatos cortos ‘Mientras crece el bosque’ podrían vivir todos en esta década, y son todos extranjeros, de nacionalidades sin especificar. Y, como tantos estadounidenses, navegan en ese espacio en el que justo cuando una persona se acostumbra al lugar al que acaba de llegar, ya comienza a despedirse. “Es una forma de vivir cada vez más común en este siglo”, asegura Corral.
Ese lugar ha dado al autor, diplomático familiarizado desde su infancia en Suiza a lo que es mirar a tu país siempre desde fuera, la posibilidad de explorar la América de hoy a partir de escenas e ideas surgidas siempre de un reportaje, una imagen de una película o un sonido en la radio. Asegura que le fascinan las historias en las que “alguien llega a un sitio nuevo y nada se le parece”. La América de la que habla Corral, la que ha definido y condicionado la cultura del cine, la música o la televisión hasta inundar las pantallas de todo el mundo, tampoco es lo que parece.
Da igual que vaya hacia el Norte o al Sur, todas las carreteras americanas parecen siempre la misma"
“A mi alrededor todo sigue igual, pero siento que algo no está bien. Como si las cosas se hubieran desplazado apenas una distancia imperceptible y de pronto ya no encajaran las unas con las otras”, dice el protagonista de Colapso, el relato en el que una fuerte tormenta deja aislada a una pareja en un suburbio. “Así se sienten los perros’, pienso y entonces me doy cuenta. Es el silencio”.
El silencio indescriptible en el que un europeo se plantea comprar una pistola para protegerse de posibles saqueadores cuando todos los vecinos han dejado sus casas. El europeo que se pregunta cómo una tormenta de verano puede dejar aisladas y sin electricidad, durante días, a miles de personas. El extranjero que llega a la conclusión de que “Si los americanos lo hacen, será por algo, aquí las cosas son distintas, todo es más grande, más peligroso”.
La metáfora de la naturaleza, omnipresente en América como en los relatos de Corral, es el hilo que entrelaza sus textos. “El bosque es la metáfora del cerebro”, explica el escritor en una charla con el autor Roberto Brodsky. En el bosque descubrimos la libertad y la aventura, pero la maleza esconde sorpresas, violencia y muchos secretos, “como la mente”. En Colapso, el protagonista presencia una tormenta en la que “las ramas de los pinos, ramas viejas, largas de varios metros, cargadas de millares de agujas, giran alocadas convertidas en simples molinillos de papel”. Calmado el viento, deberá retar a la naturaleza para tratar de salvar a una mujer enferma.
María, una investigadora de Boston, se ahoga en Agujeros en las distancias de unas carreteras que se convierten en “el único signo de presencia humana” milla tras milla. “Da igual que vaya hacia el Norte o al Sur, todas las carreteras americanas parecen siempre la misma. No se ven ciudades, ni pueblos, ni casas, ni lagos, ni valles, sólo una continua cortina de árboles oscuros, siempre la misma, milla tras milla. Si no lo supiera, podría creer que toda Norteamérica es así, un bosque denso e interminable”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.