Samanta Schweblin gana el IV Premio Internacional de Narrativa Breve
La escritora argentina recibe los 50.000 euros del galardón por 'Siete casas vacías'
Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) quiere comprar tiempo. "Es un poco injusto, pero siento que tengo dos trabajos. Uno para vivir, y otro para poder darme el lujo de escribir, que es el trabajo que quiero", explica. Por eso, cuando se enteró que había ganado el IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero –dotado con 50.000 euros–, pensó que se hacía un poco de justicia. Eso después de "saltar en una pata" de la alegría.
Siete casas vacías es una compilación de seis cuentos cortos y uno largo que logró llamar la atención del jurado de entre los 856 autores de 32 países que se presentaron al concurso. No sorprende porque Schweblin, aunque nunca había ganado este premio, es conocida por haberse llevado a casa reconocimientos como el primer premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina en 2001, el Premio Casa de las Américas de Cuba en 2008 o el Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo de Francia en 2012.
"Todos son fundamentales", opina, "no solo para el feliz ganador sino para todo el que tenga que ver con el gremio. Por un lado el mercado se beneficia, y por el otro se motivan los participantes, que al final son los mejores lectores, los más ávidos". Al menos así le pasa a ella, que muchas veces logra cerrar un texto gracias a la fecha límite de entrega puesta por los organizadores. Aunque luego la atención de los medios la ponga de los nervios. "Es mucha alegría, claro. Siempre tienes la esperanza de ganar, pero de ahí a realmente conseguirlo hay mucha distancia. Yo vivo como en mi propia cueva, me cuesta ser notada porque soy una persona muy privada", admite por teléfono.
Pero le gusta que la lean. Esta vez, su narración se ha centrado en la locura –"la sana, esa que a veces da pistas de lo insensato que es el mundo a nuestro alrededor"–, las casas y sus exteriores, y las relaciones fracasadas. "La tragedia de la crianza de un hijo es un tema que se repite en estas historias. No es que estén interconectadas , pero tienen cosas en común. Y ese tema me interesa porque el proceso de formación implica la transmisión de miedos, de prejuicios. Es inevitable sentir culpa en algún momento".
En marzo, su novela Distancia de rescate llegó a las librerías españolas, aunque ya estaba en las argentinas desde septiembre de 2014, y espera que su compilación de cuentos se publique en junio de la mano de la Editorial Páginas de Espuma, que lleva 15 años enfocada en los relatos breves. Mientras tanto ella está en Berlín, adónde llegó en 2013 con una beca de un año y se ha quedado para impartir talleres literarios. "En español, que me parece una cosa insólita", dice entre risas. "Me gusta. Es algo que hacemos mucho los argentinos, talleres literarios en la casa del escritor. Como artesanos. Al final somos una generación de productores. Nuestros abuelos y padres aprendieron leyendo, escuchando. Nosotros, haciendo. Necesitamos aprehender las cosas, en todos los medios. Por eso hace falta cambiar el paradigma de cómo debería difundirse la literatura, ya no nos sirve que nos cuenten nada".
Entre copas y palabras
Mientras el escritor Rodrigo Fresan, presidente del jurado, leía este jueves el acta del fallo realizado el pasado 25 de marzo, la ganadora sonreía sentada en la primera fila de la Sala Octavio Paz de la Casa de América de Madrid. Cuando subió al estrado para leer su discurso de aceptación, miró al público y se disculpó: "no se me da nada bien hablar. Por eso escribo". Su lectura fue breve y salpicada de recuerdos sobre el vino y la literatura. Antes, sin embargo, se habían referido de manera extensa a ella y a su libro ganador, Siete casas vacías, los miembros del presídium, encabezado por el editor de Páginas de Espuma, Juan Casamayor.
Rodrigo Fresán, presidente del jurado, dijo que tarde o temprano este premio tenía que ganarlo alguien de Argentina. "Porque ahí el género rey es el cuento y no la novela. Quizá porque se trata de un país en que, constantemente, empiezan y terminan las cosas y eso es algo que hace muy necesaria a la literatura breve". El también autor de Vidas de santos definió el texto de su compatriota como "un conjunto de relatos costumbristas, fuertes pero con dosis de amor y ternura, que bien podría estar en aquella antología de cuentos que hizo Rodolfo Walsh, Antología del cuento extraño. Porque Samanta parece una científica cuerda contemplando locos detrás de un microscopio y siempre con un bisturí en la mano."
Andrés Neuman, también miembro del jurado, se refirió a los finalistas del Premio, entre los que se encuentran el boliviano Edmundo Paz Soldán y el español Alberto Olmos: “Todos merecían ganar por su enorme calidad literaria y porque son grandes exponentes del género”. En su turno, la escritora y traductora Pilar Adón expresó que lo que más le llamó la atención de las obras presentadas a este certamen literario fue que “en todas priman los personajes desubicados, abatidos por sensaciones de pérdida, miedo e insatisfacción por no encontrar su propio espacio, en ambientes aparentemente sencillos, pero con una crueldad soterrada.”
Por su parte, la mexicana Guadalupe Nettel se dispuso a “entregar la corona” (ella ganó el Premio el año pasado). “Me encanta que Samanta sea la ganadora. Ha escrito un libro con el que me he identificado y que no ha dejado de perseguirme durante los últimos días. Es curioso, pero ella, yo y todos los que hacemos cuentos somos, en realidad, unos guerrilleros que no paramos de defender las historias cortas ante los editores y los lectores”, dijo antes de pasar a brindar con copas llenas del vino patrocinador.
Babelia
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