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Ferlosio sigue echando chispas

El autor de ‘El Jarama’ reúne por vez primera todos sus pecios y reedita su narrativa

Javier Rodríguez Marcos
Rafael Sánchez Ferlosio, en una fotografía de 2009.
Rafael Sánchez Ferlosio, en una fotografía de 2009.Samuel Sánchez

“Lo más sospechoso de las soluciones es que se las encuentra siempre que se quiere”. Con este aforismo abría Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927) su libro Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, que al año siguiente, 1994, obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Desde entonces, el escritor no ha dejado de salpicar sus ensayos y colaboraciones en prensa con sentencias a las que él prefiere llamar como a los restos de un naufragio: pecios. Tanto los que formaron aquel volumen inaugural como los incluidos en 2002 en La hija de la guerra y la madre de la patria o los publicados en EL PAÍS y Abc quedarán reunidos el próximo 9 de abril en Campo de retamas. El volumen se completa además con una treintena de inéditos y varios envíos a la sección de Cartas al Director de este periódico. Aproximadamente un 40% del total no se había recogido antes en libro.

Con la aparición de ese tomo de 224 páginas, Ferlosio cambia Destino —su editorial desde que ganara el premio Nadal de 1955— por Random House. El nuevo lanzamiento irá además acompañado por la recuperación en Debolsillo —sello del mismo grupo— de sus tres novelas: Industrias y andanzas de Alfanhuí, El Jarama y El testimonio de Yarfoz. Debolsillo será también la que publique en otoño los cuentos completos del premio Cervantes de 2004. La operación Ferlosio culminará el año que viene con sus ensayos reunidos.

Ignacio Echevarría, responsable de esta revisión general, explica que Campo de retamas se abre con los pecios inéditos y se cierra con los ya publicados, eso sí, debidamente expurgados: los que no han superado “la barrera del pudor” no se reeditan. Ferlosio, cuenta el crítico, trabaja “reformulando cada idea, cada frase; más que una obra de orfebrería, el resultado es un canto rodado pulido y repulido”.

Mientras culmina el trabajo sobre iconografía femenina que adelantó el año pasado la revista El estado mental, las citadas recuperaciones supondrán una nueva vida para la escurridiza obra de alguien que se ha pasado décadas huyendo del, en sus propias palabras, “grotesco papelón de literato” que se le vino encima con el éxito de El Jarama. Armado con la Teoría del lenguaje de Karl Bühler, se retiró a estudiar gramática durante 15 años. Que no dejó de escribir lo demostró su reaparición en 1986 con tres libros nuevos: Campo de Marte, Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado y El testimonio de Yarfoz.

Comprimidos para degustar

"Naturaleza y civilización…Pero, decidme: ¿qué es más naturaleza: un león persiguiendo a un antílope en el Parque Nacional de Tanganika o un gato persiguiendo a una rata bajo la luz de los faroles junto a la interminable pared del matadero?".

"Tener ideología es no tener ideas. Éstas no son como las cerezas, sino que vienen sueltas, hasta el punto de que una misma persona puede juntar varias que se hallan en conflicto unas con otras. Las ideologías son, en cambio, como paquetes de ideas preestablecidos, conjuntos de tics fisionómicamente coherentes, como rasgos clasificatorios que se copertenecen en una taxonomía o tipología personal socialmente congelada".

Never more: "Decir que el tiempo todo lo cura vale tanto como decir que todo lo traiciona. ¿Sabré sobrevivir sin traicionar?"

Alonsanfán: "La verdad de la patria la cantan los himnos: todas son canciones de guerra".

Paisaje para Demetria: "Por el lomo de la alta pared del huerto coronada con cascotes de botella venía andando esta tarde un gatito, sin cortarse".

Ortegajos: 'El proyecto vital': "Mundo feliz aquel en que los niños no entendiesen ni aun remotamente la pregunta capital del verdadero corruptor de menores: 'Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?".

Fue tras recoger en dos tomazos sus ensayos y artículos, cuando el campeón de la frase subordinada —la famosa hipotaxis— se reveló con Vendrán más años malos... como un maestro del pensamiento breve. “Ferlosio en comprimidos”, lo llamó Fernando Savater en un legendario monográfico de la revista Archipiélago. Savater recuerda aquella ocurrencia de 1997 y se sigue declarando devoto de los chispazos del autor deEl alma y la vergüenza: “Su pensar a la contra está más logrado en los pecios porque el argumento se debilita cuando tiene que recorrer todos los meandros del razonamiento. Los pecios y las hipotaxis son dos formas distintas de expresar un pensamiento similar, pero lo breve nos convence por su rotundidad”. Para el filósofo y escritor donostiarra, los autores de aforismos suelen moverse “entre lo reflexivo y lo festivo” y Ferlosio está entre los primeros: “Sus sentencias son razonamientos condensados, como esos insectos atrapados en ámbar durante milenios y cuyo ADN nos permite reconstruir un dinosaurio”.

A la hora de buscar familia literaria a fragmentos que pueden ser epigramas, fogonazos, metralla o microrrelatos, el novelista Gonzalo Hidalgo Bayal —autor de Camino de Jotán, un ensayo de referencia sobre la “razón narrativa” de Sánchez Ferlosio— evoca el Juan de Mairena de Antonio Machado pero matiza: “Los pecios de Ferlosio son... ferlosianos. Están escritos como si partiera de cero, del vacío. Tengo la impresión de que el poco aprecio que él tiene por El Jarama viene precisamente de que no partió de cero sino de lo que se escribía en la época, lo que escribían los amigos... No sé si alguna vez fueron restos del naufragio, pero ya tienen categoría de género en sí mismos”.

Los pecios son además el lado más personal de la obra de un autor alérgico a la exhibición autobiográfica sin renunciar a un lirismo ácido: “Los días felices los pone allí el recuerdo. Por eso son tan tristes”. Son un “autorretrato sumergido”, apunta Echevarría. Atravesados por un sentido del humor que contradice su fama de huraño —“Ladro pero no muerdo”—, son también la esencia de un pensamiento surgido de la sospecha de que “tener ideología no es tener ideas” y de la voluntad de socavar los tópicos de la Historia, el lenguaje o la autoridad: “La voz más pobre se hace siempre la más autoritaria; no consiguiendo ya ser entendida, tiene que resignarse a no ser más que obedecida”.

Y donde dice autoridad vale decir argumento de autoridad, empezando por el que echa chispas. Así arranca el fragmento titulado Ojo conmigo: “Desconfíen siempre de un autor de ‘pecios’. Aun sin quererlo, le es fácil estafar, porque los textos de una sola frase son los que más se prestan a ese fraude de la ‘profundidad’, fetiche de los necios, siempre ávidos de asentir con reverencia a cualquier sentenciosa lapidariedad vacía de sentido pero habilidosamente elaborada con palabras de charol”. Ojo, pues, con Ferlosio.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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