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CÁMARA OCULTA
Columna
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Chitón

Parece que no puede haber goyas sin su pizquita de escándalo. Unas veces porque los ganadores o presentadores han aprovechado la tribuna para exponer reivindicaciones colectivas, indignando con ello a los sectores más conservadores. Y otras veces, como esta reciente, porque la Academia ha tratado de impedir que en el escenario se dijeran cosas que no fueran del gusto de las autoridades. De hecho, el año pasado fue sonada la deserción del ministro Wert, molesto porque en una gala anterior había habido “una falta de respeto institucional en algunas intervenciones”, y es más que probable que una vez conseguido su regreso este año, la Academia se haya palpado la ropa procurando que todo transcurriera en amor y compaña. De hecho, no ha habido llamamiento por parte del gremio de actores, como hubo en ocasiones anteriores, “a la responsabilidad de aprovechar el altavoz del que disponen y del que tanta gente carece”. Y por el contrario, sí a la novedad de que los presentadores tuvieran que limitarse exclusivamente a lo previsto en el guión: no podía decir ni una palabra de más.

Pero el actor Carlos Areces se negó a firmar el documento por el que debía comprometerse a no decir por su cuenta palabra alguna. Aunque le explicaron que era una exigencia de TVE para no alargar la ceremonia, él no lo aceptó… y fue expulsado de la gala. Sin embargo, no por ello los organizadores lograron que la ceremonia se limitara al tiempo previsto, ni por supuesto que cuantos aparecieran en escena se atuvieran a lo escrito por los guionistas. Por ejemplo, Pedro Almodóvar saludó a los “amigos de la cultura y del cine español”, aclarando de inmediato que el ministro Wert no estaba incluido en dicho apartado. “La gala no es sitio para reivindicaciones”, dijeron desde la Academia hace un par de años, y el actor Tristán Ulloa se negó entonces a intervenir, en protesta por este tipo de restricciones. Llueve, pues, sobre mojado. Las quejas tienen que ser oficiales, y solo por boca del presidente: “Ya va siendo hora de que nos bajen el IVA”, gritó este año en su discurso. Pero él sí lo tenía escrito en el guion. Carlos Areces, en cambio, no podía decirlo. Ni esto ni nada de su propia cosecha. Chitón.

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