Música y moda en los desfiles de Milán
Dsquared2 y Prada presentan sus propuestas para la primavera de 2015
Como los comecocos de los juegos, la infantería de la moda se trasladó ayer de Londres a Milán para comerse con avidez un calendario de 67 desfiles, 69 presentaciones y 36 eventos que ofrecen el punto de vista de la moda italiana para la próxima primavera.
Los datos del sector, aunque esperanzadores –la facturación ha crecido alrededor de un 3% – son menores de lo que parecía apuntar la mejora de la situación económica, pero en su Semana de la Moda, Milán no mira el precio.
Dsquared2, la marca que diseñan los gemelos canadienses Dan y Dean Caten, convirtió su pasarela en el estudio de un artista y trasladó a las siluetas los volúmenes de la escultura y los materiales de la pintura.
El canvas de los lienzos, la rafia y el cuero permiten cincelar la impecable geometría de las prendas y dejan que sus curvas dibujen formas que, aunque abrazan al cuerpo, toman su propio espacio. Los nidos de volantes de seda eran grandes esculturas que daban una cuarta dimensión a la silueta.
Un estampado psicodélico a base de enormes círculos desplegó toda una paleta de colores felices que acentuaban su intensa alegría al ritmo de una música de baile yeyé. Eran la avanzadilla de los bloques de color, el otro motivo cromático de la propuesta, que tuvo como contrapunto al blanco.
La colección también tuvo su parte fulgurante: todo lo que brilla es tendencia. Purpurina, cristales bordados, lentejuelas, rafia metalizada y cuero dorado. Todo brilló mientras la costura y el deporte mezclaban un short acampanado con una chaqueta de boxeador, un top corto con una falda larga o un calzón rapero con un abrigo de verano.
Subidas sobre sandalias de tiras y estilizados tacones, las modelos se bailaron un desfile optimista y lleno de sol.
Miuccia Prada llevó el desierto a la sala de columnas de su sede de Via Fogazzaro. Dunas de arena malva cubrían la base de las blancas columnas, sobre un suelo de moqueta marrón que marcaba el espacio a las modelos y forraba las gradas del público. Era un desierto dentro de una gruta, con el que la más intelectual de las diseñadoras quiso escenificar un juego infinito de un interior que contiene un exterior dentro de otro interior.
También acompañaba la música, entre punk y psicodélica, de un grupo inglés experimental de los ochenta, Psychic TV, reciclada de la banda sonora de un documental The Ballad of Genesis and Lady Genesis (2011), sobre el fundador de la banda, que hizo un buen papel en los festivales de cine más modernos. Otro detalle de los gustos de Miuccia.
Si el entorno y la música inquietaban, el discurso de la colección evolucionó de lo oscuro a lo luminoso. El negro y el marrón tiñeron las primeras salidas, donde una tensión entre una sastrería impecable y pespunteada de abrigos y vestidos y la deconstrucción que dejaba las blusas sin terminar y los ribetes sin dobladillos, ponía un pie en los 70 –las siluetas– y otro en los 90 –los detalles–.
El camino hacía la luz se hizo en clave de tonos empolvados y pasteles ácidos, rotos de vez en cuando por el toque de un color decadentemente chillón. Y es que el desfile, en realidad, iba de los materiales.
Como anunciaba la invitación, una base de plástico con un trozo de lino pegado encima, las mezclas de tejidos eran la cuestión: encajes superpuestos a brocados, gasa con gabardina, tapicería y paño de lana, cuero y puntillas, ante y tul, lamé y devorados, iban construyendo las prendas como piezas de exquisita marquetería, para terminar homenajeando al patchwork. Primero eran detalles en contraste, como fuelles escondidos que enseñaban su interior, después eran cuellos y hombros, y al final eran prendas enteras. Rompecabezas de tejidos clásicos en acabados tecnológicos, que no abandonaron nunca la inacabada deconstrucción de las siluetas.
El detalle de estilismo de la colección fueron los calcetines, que también seguían el juego y eran de tiras de diversos materiales. Montaban variados zapatos y botines de tejido y piel, con un elemento común: un tacón ancho de madera sin tratar.
Prada puso poesía y luz en la gruta de las dunas violeta.
Mucho menos intelectual fue la segunda colección de Jeremy Scott para Moschino. Tras el polémico elogio de la comida rápida, el estadounidense fijó su mirada en Barbie. La colección, titulada Think pink (piensa en rosa), mostraba un vestuario completo para versiones a escala humana de la muñeca que desfilaban al ritmo de la canción Barbie girl, del grupo Aqua. Algunos de esos productos -en forma de una línea cápsula que comprende bolsos, fundas para teléfono y cintas para el pelo- se ponen a la venta hoy en tiendas como Nordstrom, Opening Ceremony o Net-a-porter, que la compraron sin siquiera verla. Un gesto que se apunta a la tendencia a la pasarela de compra inmediata y da una idea del impacto que ha logrado Moschino en esta nueva etapa.
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