La revancha del exiliado
Un español emigrado a México, Diego Quemada-Diez, conquista el mayor galardón del cine mexicano con ‘La jaula de oro’, una historia de inmigrantes
La idea que inspiró a La Jaula de Oro (2013), la cinta que ganó el martes el premio a mejor película en los Ariel, el mayor galardón que otorga la Academia de Cine mexicana, nació en las costas del Pacífico, junto a las vías del tren. Su director, Diego Quemada-Díez (Burgos, 1969), pasó en 2002 una temporada en Mazatlán, al noreste de México, en una casa a pocos pasos del recorrido de La Bestia, la temida máquina devoravidas que transporta a muchos de los 400.000 centroamericanos y mexicanos que cada año atraviesan el país para alcanzar EE UU. “Por ahí pasaban. Les dábamos comida, agua, nos contaban sus historias. Y ahí supe que tenía que hacer un poema de su epopeya, y que tenía que ser a través de los niños, de los muchísimos niños que hacen ese viaje”.
La Jaula de Oro es una historia construida a través de más de 600 testimonios de inmigrantes mexicanos y centroamericanos que se enfrentan al infierno para alcanzar un sueño. Un sueño tan simple como garantizarle a su familia una comida todos los días, una computadora de segunda mano al más pequeño para que pueda estudiar, un regalo paupérrimo para la madre. Esas pequeñas cosas que hacen que la vida sea vida. Y el aluvión de premios que ha recibido la historia es para su director, un orgulloso burgalés nacionalizado mexicano, “una belleza”.
“Es muy bello todo lo que está pasando”, presume. “Yo me he sentido olvidado en España, incluso cuando ganamos en Cannes y cuando se estrenó en taquilla. En cambio, en México, hemos tenido todo el apoyo del mundo. Por eso digo que este país es mi madre adoptiva. Yo llegué aquí hace 20 años, pero ahora con la crisis somos muchos más. España nos tiene abandonados a los españoles. Hay que decirlo”. Para Quemada-Díez, La Jaula de Oro, una película de inmigrantes, es la revancha de un inmigrante.
La noche del cine mexicano
Quemada-Díez salió de España hace más de dos décadas hacia EE UU después de la muerte de su madre, una mujer que viajaba con frecuencia a México pero a la que irónicamente nunca acompañó en sus periplos. Trabajó con Tony Scott, Fernando Meirelles, Oliver Stone, Ken Loach… Pero afirma que, pese a que su carrera profesional le retribuía, había algo que faltaba en la ecuación. “Yo viví el desengaño del sueño americano”. El vacío lo aliviaba con frecuentes viajes a México, “un país que me recordaba al mío, que se parecía al sitio donde yo había crecido, pero al mismo tiempo era tan distinto…”. Y en uno de esos viajes, se quedó.
“Yo hice el camino a la inversa que Cuarón o que Del Toro, cineastas mexicanos que van del sur hacia el norte. Yo vine al revés”, bromea. Aunque ya lleva 20 años en México, dice que aún no se acostumbra al “¿Y tú de dónde eres?” que le preguntan a ambos lados del Atlántico. Se indigna cuando recuerda la inmigración de jóvenes españoles al extranjero. La tasa de desempleo en España rebasa el 50% y los principales emigrantes son los más preparados. “Es la historia de toda la vida. Y no lo digo por mí, lo digo por los jóvenes de ahora”.
“Son situaciones totalmente distintas, pero hay algo de ello en lo que cuenta La Jaula de Oro. Quise trabajar con niños para reflejar que esto es lo que le está haciendo esta sociedad materialista y capitalista a nuestros jóvenes. Son puertas abiertas a los capitales, pero crueles con los seres humanos. Y pasa en todos lados”.
España nos tiene abandonados a los españoles. Hay que decirlo
Quemada-Díez recuerda una exhibición privada en Italia justo en los días en que la tragedia de Lampedusa —cuando un naufragio se cobró la vida de 369 inmigrantes subsaharianos, muchos de ellos niños—, había conmovido a Europa. “La gente veía la película y lloraba. Decían que le daba rostro a lo que había ocurrido”. Pero para el director mexicano-burgalés, La Jaula de Oro no es solo una historia de inmigración. “Es una epopeya, es el relato de un viaje en el que se descubre el valor de la amistad, de las decisiones, del amor, de los encuentros a través de dos chicos centroamericanos y un mexicano, de etnia tzotzil”.
Cree que lo más importante de la película ha sido mostrarlo de frente. “Para solucionar este problema hay que enfrentarlo. Tú no resuelves tus problemas yendo al bar a emborracharte. Las películas hacen lo que antes los trovadores, son una oda a la vida, pero también deben de hablar de lo que pasa. Y yo estoy convencido de que el arte sirve para algo”, asegura.
Recuerda lo que el director de cine español Val Del Omar llamaba aprojimación: aproximación al prójimo, empatía, solidaridad, tolerancia. “Los creadores tenemos esa responsabilidad ante la gente. La Jaula de Oro, más allá de las razas, de las nacionalidades, de las lenguas, lo que persigue es que una persona ajena a esto, un estadounidense, pueda empatizar con ese inmigrante al que desprecia. Que sepa quién es, que es una persona, que nunca más lo vea igual”. Repite, “es una historia universal. Lo que pasa es que yo me enamoré del sur”.
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