Viaje al fondo de Argentina
Martín Caparrós publica en España 'El interior', un desafío literario sobre el alma de su país, que recorrió durante dos años
Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957), es autor de una novela monumental, La historia, de 1999, y de La noche anterior, de 1990, la que más le gusta. Y es cronista. Con el alma del cronista y el tiento del novelista publicó en 2004 en Argentina su libro El interior que, como él, ahora viaja a España y aquí lo edita Malpaso.
El interior es un volumen editado con el primor de las biblias, sus hojas suenan cuando lo abres y tiene el papel del Eclesiastés. Por dentro también es un libro extraño: el resultado de una idea de novelista, contar la totalidad de su país, con los materiales de un cronista obligado ‘a mirar y a contar”. Los que asisten a sus talleres, los que lo leen y los que hacen crónica en América Latina y en España dicen que es el maestro de todos ellos, porque ha sabido combinar las dos miradas. A él le halaga el cumplido, “pero eso solo sirve para oírlo, luego tienes que andar y escribir”.
Escribir con certezas es como bailar con la hermana
El interior es un viaje al fondo de Argentina. “Recorrí el país en dos años, en tres salidas. Sin un plan preciso. En algún momento, en el libro, me planteo cómo sería el interior de Argentina si fuera un lugar aparte, pues tiene las dimensiones de un gran país”. Y así a veces surge, “como un país extranjero, que es parte de un país que se llama Argentina”. La gente cree que fuera de Buenos Aires “todo es bucólico, que las chinas esperan a los gauchos con un mate caliente… Y no saben que el 80% de los que habitan en el interior viven en pueblos o ciudades grandes. Y creen también que lejos de la gran urbe todos son puros argentinos. Y Argentina es resultado de un entrevero, producto de la mezcla”.
Entendió dos cosas haciendo los 30.000 kilómetros que le sirvieron para esta prosa: “Lo vacío que es el país, espacios bellísimos donde no hay nadie, o te encuentras gente simpática, amable y solidaria, lo que la gente piensa que no son los argentinos. Este largo viaje me hizo entender también que el país tal como es resulta inviable. Vas a Catamarca, que tiene cien mil habitantes, y tiene congreso, intendente, periodistas, todos girando en torno a los negocios que reparte el gobernador… Y pasas a La Rioja, y sucede lo mismo, y así en todas las regiones… Hay que reformar Argentina en términos del siglo XXI”.
El interior es un desafío literario. “Sí, era lanzarse a la carretera sin plan previsto, buscar, encontrar; lo más eficaz, para un cronista, y para cualquier periodista, es escuchar. Oyes historias increíbles, vives situaciones insólitas, y todo eso plantea un desafío de escritura. Ya había escrito varios libros de crónica, y quise plantearme este de una manera distinta, un reto en el que cabían versos, monólogos, haikus…” Como aquel Autonautas de la cosmopista de Cortázar, pero sin copiloto. “El asiento del copiloto estaba radicalmente vacío, me forcé a cerrar la radio, a viajar conmigo”. Como viajar al interior desde el interior… “Estaba tan extremadamente solo que podía escuchar y mirar con una intensidad que me sorprendía. Suponía hacer literatura con lo que no se sabe; escribir con certezas es como bailar con la hermana”.
Salió “tranquilo” del reto, como ha salido ahora del libro que acaba de terminar, El hambre. “Viajé durante dos o tres años. Fui a India, Bangladesh, Níger, Sudán, Burkina Faso, Argentina, Estados Unidos… Trocitos del mundo en los que me hice la gran pregunta: cómo es posible que 900.000 personas no tengan para comer lo que necesitan”.
Los demás lo llaman maestro. “Yo solo sé a quiénes copié. Copié a Rodolfo Walsh, a Tomás Eloy Martínez, a Manuel Vicent, a Truman Capote… Un cronista, un escritor, mira, escucha, mantiene la ansiedad ante la reticencia que muestra el mundo a dejarse describir. Además, hay que procurar cierto ritmo y cierta estructura de la prosa. Y es imprescindible no anclarse… En cuanto a lo que dicen de mí, me alegra, claro, pero lo que me interesa es ver cómo me van dejando atrás. Por suerte, lo hacen con gran elegancia. Eso me alienta a cambiar yo también y a veces sigo siendo más innovador que los demás, pero innovador a partir de…, con perdón de la vanidad”.
El cronista ve a España “como al mundo”, sin proyectos o utopías
Hizo el viaje al interior de Argentina; ahora vive en España, en Barcelona, desde hace un año. ¿Cómo nos ve? “Como al mundo, sin proyecto; no hay utopías. Por eso en Cataluña crece el independentismo; si hubiera la esperanza puesta en construir una sociedad mejor en España esa gente no estaría pensando en separarse”. ¿La crisis del periodismo? “Las crisis sirven para que las cosas cambien. Hace veinticinco años nadie se preguntaba por nuestro porvenir. El nerviosismo actual sobre el oficio en realidad es un estado de alerta que abre muchas posibilidades”.
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