‘Lohengrin’ reta al coro del Real
La formación del coliseo madrileño, una de las grandes apuestas de la etapa de Mortier, afronta la compleja pieza de Wagner, una de las obras más generosas de la historia para coro
Los cantantes caminan despacio por la enorme y rugosa gruta que ha diseñado el escultor Alexander Polzin. Ajustan algunos detalles en uno de los últimos ensayos antes del estreno del pasado jueves. El lugar por el que se mueven -con sumo cuidado para no tropezarse- despliega de forma contenida toda la simbología de Lohengrin, la obra de Wagner que el Teatro Real representará estos días. El espacio reducido y un tanto claustrofóbico de la escena amplifica la sensación de importancia del coro del coliseo madrileño en esta pieza: la ópera con más parte escrita para una formación de este tipo. Un monumento sonoro (92 cantantes y 123 músicos para esta producción) que el Real ha subido a escena a través de un montaje del escultor alemán y del escenógrafo Lukas Hemleb, y que pone a prueba estos días al coro del coliseo madrileño, al que hoy muchos señalan como uno de los mejores de Europa.
Trabajo en los teatros más importantes del mundo, y está en lo más alto de lo que puedes tener hoy en día” HARTMUT HAENCHEN
Hartmut Haenchen, uno de los directores más prestigiosos de la escena internacional y encargado del foso en estas representaciones (hasta el 27 de abril), lo corrobora en su camerino minutos antes de uno de los últimos ensayos. “Mortier hizo algo muy especial al conseguir juntar a un coro de este nivel. Trabajo en los teatros más importantes del mundo, y está en lo más alto de lo que puedes tener hoy en día”. Cuando el director alemán supo de su calidad hace cuatro años pidió dirigir tres títulos donde este cuerpo estable tuviese una destacada importancia: Lady Macbeth, Boris Godunov y Lohengrin. Con esta habrá logrado hacer las tres.
Cuando el exdirector artístico del Real —fallecido el mes pasado— aterrizó en 2010 en Madrid decidió no renovar el contrato al anterior coro del teatro. Quiso empezar de cero una formación cuya dirección encargó al argentino Andrés Máspero, un músico curtido en Alemania y en el Liceo de Barcelona, que seleccionó uno a uno a los cantantes hasta llegar a los 52 integrantes de lo que sería el Coro Intermezzo (Titular del Teatro Real). El sueño de su vida, señala Máspero. La plantilla que construyó se amplía para obras como Lohengrin, que necesita un doble coro masculino que interprete a los sajones y a los brabantinos. “En esta obra nos destacamos mucho, Wagner fue sumamente generoso con el coro. Siempre les digo a los teatros: ‘Si van a hacer Lohengrin, avísenme”, señala el director en su despacho justo antes de bajar al escenario a realizar los últimos ajustes.
Mortier formó este coro desde cero y le encargó su dirección al argentino Andrés Máspero
Porque esta es una obra compleja que supuso el inicio de una revolución musical. Desde la primera nota de su obertura, señala Haenchen, es posible observar ya esa subdivisión de la cuerda y su sonido especial, de una delicadeza sin límite. “Es la primera vez que Wagner empieza a utilizar la orquesta de un modo distinto al clásico. Cada tema pasa de un instrumento a otro, va cambiando su sonido y su carácter. Eso es algo que luego Mahler tomó. Lohengrin es una pieza clave en el desarrollo de Wagner. Lo que viene después parte de eso”, señala el director de orquesta, que dispondrá de dos repartos que alternará en las distintas representaciones. El papel titular será compartido por los tenores Christopher Ventris y Michael König; Catherine Naglestad y Anne Schwanewilms darán vida a la desafortunada Elsa y Deborah Polaski y Dolora Zajick encarnarán a Ortrud.
La novedad musical de este montaje reside en el acercamiento que Haenchen a través de las indicaciones que Wagner dejó escritas. Estaba previsto que la ópera se estrenase en Dresde, pero la participación del compositor en las revueltas de 1849 le obligaron a partir precipitadamente a Suiza y dejar escritas en cartas toda suerte de indicaciones. La obra se estrenó el 28 de agosto de 1850 en Weimar y Franz Liszt fue el encargado de dirigirla. Wagner quedó descontento con muchos aspectos de aquella representación. Especialmente con el tempo utilizado, que llegó a ralentizar la obra una hora más de lo que habría deseado. “En el principio del tercer acto en la partitura no hay marcas acerca del cambio de tempo. Pero él lo escribe más tarde. Y es muy importante tenerlo en cuenta. Sería más fácil para mí no hacerlo, pero es así", insiste Haenchen.
El director de escena ha ido construyendo un pequeño universo de emociones y movimientos sobre el paisaje escultórico de Polzin (que ya ha hecho en el Real La conquista de México y La página en blanco). “Quería dar una visión universal de la obra. Como si la humanidad existiese enteramente en un espacio que es una gruta subterránea. No necesitábamos nada más para contar uan historia de forma humana. Permite focalizarnos en emociones muy finas y delicadas. Hemos podido perfilar a los personajes muy humanamente”. También al coro, de quienes además de su calidad sonora destaca sus enormes dotes interpretativas, algo que ya ha explotado la mayoría de directores de escena que han pasado por el Real en los últimos años, como hizo solo arrancar la era Mortier la Fura dels Baus con Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny.
Babelia
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