Tentaciones de cristal
El estreno de una ópera resucita siempre viejas polémicas sobre los caminos por los que debe transitar el género lírico hoy. Hay algo, en cualquier caso, en lo que todo el mundo parece estar de acuerdo: la ópera de nuestro tiempo, o el teatro musical si se quiere, exige una integración de, al menos, texto, voces, música y teatro en un concepto artístico superior. Luego está el carisma de los creadores y su influencia en la receptividad, pero eso es otra historia.
Opta Pilar Jurado en La página en blanco por un enfoque a medio camino entre la tradición y lo que entendemos por vanguardia. Hay en la obra melodías de nuestro tiempo y contrastes suficientes para que la escucha sea agradable, incluso para un público más o menos conservador. Pilar Jurado compone para la voz con conocimiento de causa, entre otras razones porque es cantante. El texto es bastante inteligible. La parte orquestal está elaborada con oficio y habilidad. Quizás abuse de una componente estática excesiva tratándose de una ópera, pero con unas y otras cosas la obra funciona musicalmente, y eso no es poco en una nueva creación.
LA PÁGINA EN BLANCO
De Pilar Jurado. Estreno mundial. Con Otto Katzameier, Nikolai Schukoff, Pilar Jurado, Natascha Petrinsky, Hernán Iturralde, Andrew Watts y José Luis Sola. Director musical: Titus Engel. Director de escena: David Hermann. Sinfónica de Madrid, Coro Intermezzo.
Teatro Real, 11 de febrero.
Los problemas comienzan con el texto, con "la gruta de las palabras", que diría el gran poeta checo Vladimir Holan. Lo normal en una nueva creación es que los compositores recurran a un libretista de confianza o recreen una obra tradicional.
Kaija Saariaho y John Adams, por poner dos ejemplos en las antípodas, encargaron textos para sus óperas a Amin Maalouf o Alice Goodman, con resultados artísticos convincentes. Philippe Boesmans recurrió a una pieza de Gombrowicz en su reciente Ivonne, princesa de Borgoña añadiendo con la música teatral otro punto de vista a la fascinante historia de partida. Pilar Jurado ha preferido elaborar ella misma el libreto de su ópera, seguramente con la intención de plasmar de una manera personal los temas que quería tratar en música. La intención no es mala, pero los diálogos están llenos de lugares comunes, son pretenciosos y en ningún momento hay una componente inquietante o reflexiva que cautive al espectador. Verdi siempre decía que lo primero que había que hacer en una ópera es buscar un buen texto. Pilar Jurado no ha medido con su habitual tino esta faceta. Y eso es algo que condiciona el resultado global de la ópera.
El elenco vocal -coro incluido- es equilibrado y compacto en su totalidad, con una Jurado de mucho mérito sacando adelante el personaje de Aisha. Titus Engel -que ya había triunfado en Madrid con Niebla, de Elena Mendoza, en el ciclo operadhoy de 2009- saca un buen rendimiento de la Sinfónica de Madrid y David Hermann plantea la escena en una especie de retablo, o caja mágica, a dos niveles de actuación, con un motivo fantástico a base de pájaros, que domina la escena principal, y con una recreación en las paredes laterales de elementos pictóricos de El Bosco, a través de unas imágenes videográficas animadas de Claudia Rohrmoser de gran poder de persuasión. Es una solución para la obra. No sé si mejor o peor que otras, pero tiene una componente ilustrativa y hasta decorativa, plásticamente hablando, que no molesta y ambienta el argumento con criterio estético.
El público siguió la representación con mucha atención, sin espantadas a lo Lulu. Al final aplaudió a las voces, al director musical y al equipo escénico, reservando la división de opiniones para la compositora, aunque con mayoría de ovaciones frente a los abucheos. ¿Se puede hablar de éxito? Sin duda.
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