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CRÍTICA | 'MINDSCAPE'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Malos recuerdos

Con una larga trayectoria como ayudante de dirección, Jorge Dorado debuta en la dirección de largos con un cruce de géneros

Mark Strong, en 'Mindscape'.
Mark Strong, en 'Mindscape'.

Los primeros minutos de Mindscape familiarizan al espectador con un concepto —el detective de recuerdos— que parece una versión algo vaciada de posibilidades del que acuñó el japonés Yasutaka Tsutsui en su novela Paprika (Atalanta) —la detective de sueños—, llevada al cine de manera tan excéntrica como magistral por el malogrado Satoshi Kon. Con todo, la película de Jorge Dorado deja claro que el recuerdo es un territorio tan inestable como el sueño, una zona de ambigüedad de coordenadas variables, donde un duelo de inteligencias como el que aquí se propone, entre investigador con trauma a cuestas y paciente con inquietante mirada angélica, no tendría por qué ser tan rutinario y previsible como lo que acaba proponiendo el guion de Martha y Guy Holmes.

MINDSCAPE

Dirección: Jorge Dorado.

Intérpretes: Mark Strong, Taissa Farmiga, Brian Cox, Indira Varma, Alberto Ammann, Noah Taylor.

Género: thriller. EE UU, 2013

Duración: 95 minutos.

Con una larga trayectoria como ayudante de dirección en títulos tan notables como El espinazo del diablo (2001), Hable con ella (2002), La mala educación (2004) y Malas temporadas (2005) y una sostenida y sólida carrera como director de cortometrajes, Jorge Dorado debuta en la dirección de largos, amparado en la producción por Jaume Collet-Serra, con un ejercicio de cruce genérico, entre el thriller y lo sobrenatural, marcado por una competencia técnica que avanza firmemente de la mano de una descorazonadora impersonalidad estilística. Mindscape es una película rodada en el esperanto formal del cine espectáculo medio facturado por Hollywood: sin soluciones visuales remarcables, con el giro sorpresa como gastado recurso narrativo, bajo la precaución de no evocar más de lo necesario los manierismos formales del viejo thriller psicoanalítico —donde Hitchcock, por cierto, extrajo oro en Recuerda y Marnie, la ladrona— y con la probable aspiración de encontrar algún parecido al Origen de Christopher Nolan al otro lado del espejo. En el fondo, nada que no hubieran anunciado cortos como La guerra (2005) —la revelación de Dorado— o El otro (2012) —su penúltimo trabajo—, con su espíritu de cartas de auto-recomendación para la gran industria.

La solvencia de Mark Strong en un registro inhabitual y la turbadora fragilidad de Taissa Farmiga aportan el alma que falta a este trabajo que prefiere reiterar antes que soñar.

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