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Cines de España y cortinas de humo

Mientras Francia atrae a los más jóvenes a las salas con entradas a 4 euros, los intentos de abaratar aquí el precio del billete chocan con la ausencia de políticas de Estado

Borja Hermoso
Primera sesión en los renovados cines Boliche de Barcelona.
Primera sesión en los renovados cines Boliche de Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI

El anuncio, esta semana, de lo que no pasa de ser una reedición a la baja del Día del espectador de toda la vida, con entradas de cine de entre 3,90 y 5 euros los miércoles en 300 salas españolas de aquí al 15 de abril, no deja de ser una cortina de humo. Bienintencionada, posibilista y llena de un voluntarismo al fin y al cabo encomiable… pero cortina de humo al fin y al cabo, trampantojo que oculta la base de los dos problemas reales en el acceso de los españoles al cine en pantalla grande: la ausencia total de voluntad de este Gobierno (también de anteriores gobiernos) de convertir en política de Estado la protección del cine como industria y como cultura implementando o al menos facilitando la puesta en pie de fórmulas más populares de relación entre los usuarios y las salas, por un lado. Y la incapacidad manifiesta de distribuidores, exhibidores, productores, actores y técnicos del cine a la hora de ejercer de lobby real (más allá de cuatro eslóganes trasnochados y el sempiterno ejercicio victimista) ante unos mandatarios escépticos, o peor, indiferentes para con la industria cultural.

El vigente IVA del 21% aplicado a la exhibición cinematográfica, sangrante si se compara con otros países europeos del entorno, sigue actuando como barrera infranqueable para cualquier proyecto de cambio. En Francia, por poner un ejemplo, ese IVA sobre las entradas de cine era hasta hace cuatro meses del 7%. El Gobierno había expresado su voluntad de aumentarlo hasta el 10%. La industria del cine francés en pleno se organizó, olvidando sus diferencias de intereses, y se puso en pie de guerra. Resultado: el 24 de septiembre, la ministra de Cultura, Aurélie Filipetti, anunciaba la decisión del Gobierno socialista no ya de no subir el IVA (TVA, en Francia) del cine, sino de bajarlo del 7% al 5,5%. Los efectos no se hicieron esperar: al día siguiente, la Federación Nacional de Cines de Francia (FNCF) adoptaba la decisión de bajar a su vez el precio de las entradas.

Esta medida se materializó el pasado 1 de enero con la puesta a la venta en las salas de cine de toda Francia, para todas las películas y en todas las sesiones, de entradas a 4 euros para los menores de 14 años. Y, en el caso de muchas de ellas, la revolución fue más lejos: la entrada, a 5,50 euros en lugar de 7,50, 8,50 o 9,50 para los adultos acompañantes. El presidente de los empresarios de cine franceses, Richard Patry, cifró en cerca de 18 millones de euros el beneficio de la bajada del IVA decidida por la Administración. Y advirtió: “Nuestras reivindicaciones no estaban encaminadas a embolsarnos esos 18 millones, sino a mejorar las condiciones de acceso a las salas de cine para el ciudadano”. Así que los exhibidores decidieron que, si el Gobierno bajaba el IVA, ellos bajaban el precio del billete. En un primer momento pensaron en acometer una rebaja global, pero calcularon que eso solo podría repercutir de forma mínima (unos 20 céntimos) en la tarifa. Así que apostaron por un tramo de esa ciudadanía. Y eligieron el de los más jóvenes, “esos que están formando sus hábitos y que, a esa edad, empiezan a acudir solos al cine y aún no han caído rendidos del todo ante los videojuegos, los últimos modelos de ordenador y el cine en casa”: un 10% del global de la asistencia francesa a salas de cine. ¿Es imposible de todo modo que algo así, una toma de decisiones que integre factores culturales, educativos y de vertebración social, se adopte en España?

Hay que recordar, en este punto, que Francia ha visto a lo largo de 2013 —al igual que España— cómo sus salas de cine se vaciaban progresivamente. De hecho, el ejercicio del año pasado arrojó, por primera vez, una cifra de espectadores franceses inferior a la barrera psicológica de los 200 millones, en concreto 195 millones (frente a los 203 millones de 2012 y los 217 millones en 2011).

En España, el desplome de 2013 fue aún peor, al caer la recaudación global en salas de cine un 17,4% con respecto a 2012: 107 millones de euros menos, pasándose de 94 a 80 millones de entradas vendidas. Hay que decir que aquella sangría progresiva no pareció atender al hecho de que a los españoles había dejado de gustarles ir al cine. La prueba del algodón: a finales de octubre, y durante tres días, la Fiesta del Cine, con entradas a 2,90 euros, llevó a las salas a más de un millón y medio de personas. Un paréntesis temporal, y ficticio, que hay que tomarse como tal pero que demostró sin asomo de duda que a los espectadores les sigue gustando el cine en sala, al menos el cine en sala a precios más bajos. Poco después, ya en noviembre, las cadenas Cinesa y Yelmo lograban otra buena operación de imagen y de caja al vender entre las dos, en solo tres días, más de 300.000 billetes a un precio de 3,50 euros.

La aplicación del 21% de IVA al sector de la exhibición, desde el 1 de septiembre de 2012, ha permitido recaudar al Ministerio de Hacienda y a su titular de camisa de once varas algo así como 88 millones de euros, el triple que con la anterior tasa del 8%. Es de suponer que esa golosa cifra es la única que, a día de hoy, excita a este Gobierno, no así el hecho de que una industria como la del cine pierda 107 millones de euros en un año, como fue el caso en 2013. Ni que, con ello, la buena imagen exterior del cine español se deteriore. En cualquier caso, el planteamiento intelectual de la ecuación parece claro: con un 21% de impuesto sobre el valor añadido, complicado proceder a una bajada en el precio del billete con la misma alegría que en Francia.

Otro factor de distorsión vienen a sumarse a la situación de desmoronamiento del mercado cinematográfico. Hace dos semanas, una representación del sector planteó ante la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC, adscrita al Ministerio de Economía y Competitividad) la posibilidad de que los cines españoles pudieran vender entradas a un precio de entre 3 y 4 euros. La Comisión dijo que eso suponía concertación de precios, lo que constituía un delito merecedor de sanción penal. Finalmente, este miércoles se supo que, a partir del día 15 y hasta el 15 de abril (excepto festivos), más de 300 salas venderán entradas a un precio de entre 3,90 y 5 euros. “Pero ya veremos si Competencia no nos echa abajo también esta fórmula”, confiesa un influyente personaje del cine español que ha tomado parte en las negociaciones.

Los precios del cine en España oscilan, ahora mismo y en función de las ciudades, las salas y las películas, entre 3 y 8,10 euros, según un estudio de FACUA-Consumidores en Acción, aunque en el caso de las proyecciones en 3-D la tarifa puede llegar a alcanzar los 10,80 euros. Lo mismo para los menores de 14 años, por cierto.

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Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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