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CRÍTICA | HISTORIA DE MI MUERTE
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Se vende provocación

El director catalán se regodea en su propia sistemática, en la reinterpretación del mito, reducido a su esencia o, como pensarán algunos, al vacío

Javier Ocaña
Fotograma de 'Historia de mi muerte', de Albert Serra.
Fotograma de 'Historia de mi muerte', de Albert Serra.

Albert Serra se dio a conocer en el año 2006 con Honor de cavalleria, propuesta radical, genialidad para algunos, estafa para otros, que lo colocó en la selección habitual de los festivales internacionales más experimentales y que podía analizarse desde múltiples visiones, unas más pedantes que otras. Al que esto escribe su monumento al tedio desde la órbita de los tiempos muertos inmersos en una existencia apasionante le causó tanto interés como gracia. La pregunta era: y cuando Don Quijote y Sancho no estaban en faena contra molinos de viento y enamorando doncellas, ¿qué demonios hacían? El problema de Serra es que, con el transcurso de los años y con sus siguientes películas, se le ha acabado viendo el plumero, pues su base sigue siendo la misma, aunque disfrazada de distintas ensoñaciones teóricas: repitió fórmula en El cant dels ocells (2008), igual pero con los Reyes Magos en su camino hacia Belén, y ahora con las leyendas de Casanova y el conde Drácula en Història de la meva mort, lo que se vende como una reflexión "sobre el paso del Siglo de las Luces al Romanticismo".

El director catalán se regodea en su propia sistemática, es decir, la reinterpretación del mito, reducido a su esencia o, como pensarán algunos, al vacío, y, de este modo, coloca a Casanova leyendo con fruición, fornicando, disertando y hasta cagando, apretando y carcajeándose del olor de su propia mierda. Literal. Radical, pero con poco interés, ni formal ni narrativo, aunque quizá sea una metáfora de algo, en una obra que, a través de planos fijos alargados en el tiempo, esta vez reparando más en los rostros que en sus anteriores películas, lleva la duración hasta las innecesarias dos horas y media. Cuando hay actores no profesionales, como es hecho habitual en los trabajos de Serra, es fácil acordarse de Bresson, del distanciamiento brechtiano o del antinaturalismo de Straub y Huillet, pero esta vez los parlamentos sólo suenan recitativos en el peor sentido de la palabra. Al catalán, provocador nato, quizá no haya que tomárselo tan en serio como para darle el gran premio del Festival de Locarno; y a sus afirmaciones nos remitimos, como declarar que después del rodaje pasó el formato de la película desde 4:3 a 2:35, del habitual al panorámico, sin haber avisado en ningún momento a su director de fotografía. Verdad o mentira, Serra vende provocación. En Locarno se la compraron. En esta crítica, no.

HISTORIA DE MI MUERTE

Dirección: Albert Serra

Intérpretes: Vicenç Altaió, Eliseu Huertas, Lluís Serrat, Lluís Carbó, Clara Visa.

Género: drama. España, 2013.

Duración: 148 minutos.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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