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La Nobel que hacía ‘collages’

La Casa del Lector expone las postales que Wislawa Szymborska creaba para sus amigos La poeta recurría a contrastes para causar un efecto humorístico que celebró hasta Woody Allen

Tereixa Constenla
Una de las postales de Wislawa Szymborska.
Una de las postales de Wislawa Szymborska.

Incluso algunos pasajes crudos de la vida de Wislawa Szymborska (Kórnik, 1923-Cracovia, 2012) acabaron enredados en la ironía que la poeta amaba. En los setenta, cuando la policía secreta comenzó a acosarla –su aplauso inicial al régimen comunista había sucumbido ante la decepción-, una de las medidas que adoptaron fue la de negarle el pasaporte. Pero Szymborska ¡detestaba viajar! Surrealismo puro. Como el que la poeta empleaba para producir unos collages predestinados a arrancar la sonrisa de sus amigos. “Creaba entre 100 y 200 al año. Una parte se enviaba para felicitar el año nuevo y reservaba la otra para enviarla en otras fechas”, explica Michal Rusinek, presidente de la Fundación Wislawa Szymborska y secretario de la autora entre 1996 y 2012.

Una pequeña muestra de esas creaciones artesanales e íntimas se puede ver hasta el 17 de noviembre en la Casa del Lector, en Matadero. Seguramente la premio Nobel (1996) no pensaba en públicos amplios y anónimos –solo sus allegados recibían las postales- pero Rusinek considera que al legar el material a la Fundación, Szymborska había asumido la proyección pública de una actividad que nació para suplir una carencia: la escasez de tarjetas postales de felicitación en la Polonia comunista. Sus primeros trabajos se remontan a los años setenta. El último es de octubre de 2011. En ese periodo creó unos 10.000 collages que, según Rusinek, andan dando vueltas por el mundo, incluida la casa de Woody Allen. La Fundación, según Agnieszka Drewno, productora del libro y del audiolibro (con poemas grabados por Julia Gutiérrez Caba) que acompaña a la exposición, solo conserva alrededor de un 10% de ese material.

Collage de Wislawa Szymborska.
Collage de Wislawa Szymborska.

Entre los expuestos en Madrid hay montajes en los que juega con obras clásicas como el retrato de Velázquez del infante Felipe Próspero, cuya cabeza es sustituida por la de un gato, ilustraciones que recuerdan los divertidos sinsentidos de Magritte o collages en los que superpone mensajes punzantes a imágenes simbólicas. Junto al dibujo de una pareja de novios seleccionó una escueta frase en rojo: “Cinco años de garantía”. Las postales comparten el humor con cierto tipo de poemas, “los que menos se prestan a la traducción”, matiza Rusinek. “Un rasgo común es que contrapone elementos que chocan para crear un efecto humorístico”, añade.

Para elaborar cierto tipo de collages, Wislawa Szymborska esparcía montañas de recortes que había elegido al azar por el suelo. Cuando encontraba las contradicciones entre ellos, había dado con la composición que buscaba. En otras ocasiones recurría a otro tipo de materiales: la escritora Ewa Lipska conserva uno creado con un fragmento de la caja de té Ulung. Seguramente alguien que titulaba sus poemarios con cierto toque paródico (Preguntas a mí misma, Dos puntos o Llamando al Yeti) no debió tomar en serio su afición al corta-pega. Junto al humor, otro rasgo esencial de la Nobel de Literatura era la infinita humildad. “Era muy sencilla, no le gustaban las entrevistas, creía que todo lo interesante que tenía que decir estaba en sus poemas”, comenta Drewno mientras recorre la exposición, organizada por el Instituto Polaco de Cultura y la Fundación Wislawa Szymborska. Si alguien deseaba indagar en su afición por el arte solo tenía que visitar su poesía [traducida al español por Abel Murcia y Gerardo Beltrán]. Uno de sus poemas, Vermeer, dice así: “Mientras esa mujer del Rijksmuseum / con esa calma y concentración pintadas / siga vertiendo día tras día / leche de la jarra al cuenco / no merecerá el Mundo / el fin del mundo”.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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