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Entrevista:

"La sorpresa es una categoría importante en la vida"

Es, como confiesa modestamente, "la autora de unos pocos poemas, demodé como una coma". Wislawa Szymborska recibió el Premio Nobel de Literatura el pasado 3 de octubre y desde entonces su celosa intimidad se ha visto amenazada por el interés de todo el mundo en la obra escasa e íntima de esta escritora hasta ahora casi desconocida fuera de los círculos más eruditos. Algo asustada por la avalancha de compromisos que se le avecinan, ha admitido someterse a una entrevista en la que se confiesa determinada a defenderse de una vida pública que siempre rechazó. "Estoy, al menos de momento, especialmente preocupada y un poco asustada", confiesa esta polaca, nacida en Kórnik en 1923, poetisa, ensayista, traductora de poesía francesa. "Me es imposible garantizar que pueda hacer frente a todas las obligaciones que me aguardan. Probablemente, intentaré como pueda zafarme de muchas reuniones que, de algún modo, son contrarias a mi naturaleza. Mi carácter es verdaderamente intimista. Me defenderé", afirma con firmeza al comienzo de este encuentro.En algún momento se hizo una lista de temas de los cuales a ella no le gusta hablar: su biografía, la interpretación de sus poemas, la teoría de la poesía que comparte, las influencias, las inspiraciones, las lecturas, cómo vivir... En una palabra: casi todo.

Pregunta. ¿Cuáles considera sus lecturas obligatorias?

Respuesta. En su momento, viví con muchísima intensidad la poesía de Lesmian. Al leerla me encontraba casi semiinconsciente. Mi escritor más querido es Thomas Mann...

P. Él aparece en u poesía con nombre y apellido...

R. Traté de rendirle una especie de homenaje. Pero tengo muchos escritores queridos. Verdaderamente, cada lectura puede resultar inspiradora. Además, sobre todo, la vida es inspiradora. ¿Y los autores? Bueno, menciono a alguien ahora y luego me arrepentiré por no haber mencionado a otro. Alguien quizá esté contento, y otro, tal vez, se enfade: ¿cómo, por qué no estoy aquí? Y yo, tan sólo me haya olvidado de mencionarle.

P. Empecemos por su debú. ¿Es cierto que si no se hubieran publicado los primeros poemas de una muchacha desconocida la poesía polaca habría sido más pobre, no tendríamos muchos poemas maravillosos, y, hoy día, no nos jactaríamos de nuestra premio Nobel?

R. Probablemente, hubiera tomado en serio el primer rechazo de mi escritura. De veras, haría dejado de escribir. La poesía al menos. Quién sabe, quizá hubiera pensado más en serio en la rosa. Porque, en los tiempos de la guerra, intenté escribir relatos. Un día, con motivo de un traslado, me topé con ellos. Eran más bien historietas, probablemente valían muy poco. Así, si hubieran rechazado mis primeros poemas, tal vez lo habría intentado con la prosa. Por entonces tenía la sensación de que lo intentaba por primera vez y que si no me aceptaban, sería la última.

P. Fue su futuro marido quien entonces la animó a publicar...

R. A él se le pusieron los pelos de punta cuando empezó a hablar conmigo y se dio cuenta de que yo prácticamente no había leído nada de poesía, salvo lo que había en casa

P. ¿Y qué es lo que había en casa?

R . Algunos tomos de Kasprowicz y Tetmajer. Por otra parte, mi debilidad por Tetmajer dura hasta hoy. Simplemente, me gusta su poesía. Pero Kasprowicz, Tetmajer, eso era todo. Era una ignorante total en poesía contemporánea... Ah, había también, y de manera completamente casual, un tomo de Jan Brzekowski, curiosamente, editado aún antes de la guerra. Regalo de un amigo. Lo leí durante la ocupación. Era una poesía completamente vanguardista. Por supuesto, a Adam Wlodek se le ponían los pelos de punta al ver que yo no sabía nada. El tenía una gran biblioteca. Y poquito a poco empecé a conocer la poesía.

P. No solamente la poesía porque, por aquel entonces, estudió Filología Polaca y Sociología...

R. No, por Dios. Tengo que rectificarlo. Es cierto que estudié Filología Polaca, después me pasé a Sociología. Pero eran unos tiempos en los cuales la Sociología en Polonia estaba prácticamente condenada. Para qué nos iba a servir la Sociología si teníamos el marxismo, que lo explicaba todo. Sociología, una extraña ciencia burguesa... Así que visité la Facultad de Sociología solamente durante un año. Además, no tenía tiempo. Trabajaba en pequeñas redacciones, hacía corrección de pruebas, etcétera.

P. Y así, día a día, sin grandes esperanzas, perspectivas particulares, aunque se, dibujaran en el horizonte más lejano. ¿Ningún sueño?

R. Yo tenía la visión de mi vida privada. En cambio, nunca tuve grandes ambiciones definidas; mi ambición se limita a escribir el siguiente poema, a darle una forma satisfactoria para mí. Jamás tuve una idea para toda la vida. Jamás. Puede que sea una tara, pero eso es lo que me sucede.

P. "En la vida sabemos tanto de nosotros, cuanto nos han mirado", escribió usted una vez en un poema. ¿Cuánto Wislawa Szymborska sabe de sí misma?

R. Ciertamente, sé de mí cosas malas, tengo mucho que reprocharme. En absoluto estoy contenta conmigo misma y con mi vida; al menos, de algunos de sus episodios. Pero es algo muy personal, no sé hablar de ello en público. ¡Es tan empobrecedor interiormente! Intento, al menos en parte, encerrar ciertas experiencias en la poesía. A veces eso sirve, a veces no. Pero hablar de ello directamente, no, ése no es mi papel. No soy una estrella que confiesa todos sus romances porque lo necesita para su publicidad. Quiero que mis poemas sean leídos, pero hacerme publicidad, eso no.

P. Hay un libro de Tadeusz Rózewicz que tiene el ambiguo título de Preparativos para una velada del autor. Usted ha escrito un travieso poema, La velada del autor. No le gustan tales veladas...

R. Espero que mis lectores no se sienten en grandes salas y no experimenten nada en multitud. Me interesa más bien el lector que vuelve a su casa y encuentra ese instante y ganas para abrir un tomo o una revista y que quiere leer mi poema. Porque siempre escribo para individuos, también para usted... A veces le echo el ojo a alguien único. Pero, en cualquier caso, siempre pienso en un lector individual que quiera sentarse y leer mi poema para sí mismo o para alguien que está a su lado.

P. Hay poetas que, como usted, huyen de las veladas del autor como del fuego; los hay que fortalecen sus poemas con la música rock...

R. Seguramente; en cierto grado, es cuestión de edad. Además, éste es el estilo de la época de hoy.

P. ¿Y usted no quiere ser hija de la época, aunque ésta haya dejado ya de ser tan tremendamente política?

R. Cada uno es un poco hijo de su época, aunque esto no quiere decir que sea hijo de su época en todo. Yo tal vez en algunas cosas pertenezca todavía al siglo XIX y, en otras, quizá pertenezca ya al siglo XXI. Quizá pertenezca a la época que viene precisamente porque no todas las cosas de mi época me agradan. Acaso, algún día, llegue una generación que no guste de ser fotografiada a cada instante, cuando entra en el cuarto de baño y cuando sale de él.

P. Su poesía es definida a menudo como "tratados filosóficos" condensados. Usted huía de la etiqueta de "existencialista", mientras que Czeslaw Milosz, al comentar su poesía, escribió: "Así, la poesía polaca alcanzó la meditación existencial...".R. Sólo puedo considerar este juicio como una forma de conocimiento. Es la opinión de alguien que me ha leído, y no voy a comentarlo. En cualquier caso, no escribo poemas filosóficos, aunque seguramente habrá en ellos algo que hace pensar.

P. Alguna vez evocó a Montaigne -"mirad cuántos extremos tiene el palo..."-. La poesía, como la filosofía, tiene su fuente en la sorpresa. ¿Sólo en la sorpresa?

R. ¡Ay!, recuerdo aquel deslumbramiento con la prosa de Montaigne. De él tomé mis primeras lecciones de sorpresa ante el mundo, de variedad del mundo. Y cuanto más vivo más me sorprendo. Quizá no me haya sorprendido tanto cuando tenía 20 años. Sí, la sorpresa es una categoría importante. Mas, al menos para mí, todavía hay otra cosa importante en la creación.... La curiosidad. Nadie incluye la curiosidad entre los sentimientos, pero yo creo que la curiosidad es un sentimiento. Cuando la miro a usted, tengo curiosidad. La curiosidad, la sorpresa y una especie de casos nada fáciles que nos aguardan en la vida; todo eso, en su conjunto, crea una materia para la poesía.

P. Quizá no para toda la poesía. Milosz escribió que Becket expresaba las convicciones de los poetas del siglo XX: "La vida humana sufre una fundamental carencia de sentido. Aparte del absurdo, nada se deja expresar a partir de ella. De ahí puede derivarse que sólo con el plural empieza algo interesante. Las protestas, las armas atómicas, América Latina. ¿Acaso a todos los intelectuales de este siglo no les interesa la huida del singular al plural?" Su fascinación por los "grandes números" conduce a una dirección ciertamente diferente...

R. En mi poema El gran número, por supuesto, hay impotencia y pavor ante el gran número. Porque, independientemente de los retos que nos plantea el mundo de hoy, desearía que perdurara en los hombres lo que es más valioso en ellos, su unicidad e individualidad.

P. Tiene usted buena suerte con los traductores -Stanislaw Baranczak traduce sus poemas al inglés, Karl Dedecius al alemán, Anders Bodegard al sueco... Menciono sólo los primeros ejemplos. Maciej Slomozyrtski compara la traducción a un concierto a dos pianos. Se golpean las teclas de un instrumento y se escucha si en el otro suena igual. Como si alguien, en lugar de traducir, escribiera en su idioma el mismo poema. Pero dicen que "la poesía es tanto mejor cuanto más intraducible...".

R. Porque la traducción es siempre un poquito diferente. Pero lo más importante es no traicionar el poema, su idea conductora, su manera de ilustrar, su tonalidad, porque son cuestiones muy individuales. Si no es así, nacen productos muertos; aparentemente, todo es correcto, sólo que algo se ha esfumado. Hay poemas que esconden el humor: si el traductor no encuentra esta cuerda, el poema se vuelve sombrío aunque no sea así en su versión original.

P. Sobre sus lecturas extraobligatorias alguien ha escrito que, incluso una reseña de la guía de teléfonos hecha por usted sería un texto interesante. La elección de sus lecturas extraobligatorias sorprende. ¿Esas lecturas prueban que es más importante quién lee que lo que se lee?

R. Me parece que en el escribir, tal como yo entiendo la gran prosa, realmente da igual de qué historia se trate. Todo depende de lo que uno sepa sacar de ella. Esto se refiere no solamente a las inspiraciones literarias. Es posible extraer todo un cosmos de un acontecimiento, un fenómeno aparentemente sin importancia.

P. Por ejemplo, de las nubes...

R. Nubes es uno de mis últimos poemas. Las nubes son una cosa tan maravillosa, un fenómeno tan magnífico que se debería escribir sobre ellas. Es un eterno happening sobre el cielo, un espectáculo absoluto: algo que es inagotable en formas, ideas; un descubrimiento conmovedor de la naturaleza. Intente imaginarse el mundo sin nubes.

Traducción de EIzbieta Bortkiewicz.

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