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Reinventarse después de Franco

En 'La primera vez que no te quiero' Lola López Mondejar es un homenaje a las mujeres de la transición española que se encontraron a sí mismas

La escritora Lola López Mondéjar
La escritora Lola López Mondéjar

Para los jóvenes de la Transición española (1975-1977) el saber era una promesa, la de mejorar la vida social e individual. Pero para llegar a ese conocimiento, y a otros ocultos hasta entonces, había que derribar los muros que la sociedad franquista había levantado, y que la mayoría de las veces se encontraban en el propio hogar. La primera vez que no te quiero (editorial Siruela), la última novela de Lola López Mondéjar (Molina de Segura, Murcia, 1958), está ambientada en los primeros años de ese periodo que va desde la dictadura hasta la democracia, cuando los padres, educados en las costumbres conservadoras de Franco, formaban a sus hijos con puño de hierro y a sus hijas para una vida plena de amor (y a veces desdicha) en la exclusividad del matrimonio. “Hoy es diferente. Hay muchas jóvenes de veinte y treinta años que viven la sexualidad con libertad y no se vinculan amorosamente a los hombres con los que tienen relaciones sexuales”. La generación de Julia, explica la escritora, que también es psicóloga y psicoanalista, profesión que ejerce desde hace treinta años, creció en la tradición de que la sexualidad se daba en la intimidad de una relación amorosa.

La novela parte de un descubrimiento que hace tambalear la existencia de Julia: tras una sucesión de acontecimientos de su niñez esta podría no haber nacido. Ese hallazgo le hace emprender una búsqueda en su interior para comprender el motivo de una tristeza que la acompaña desde que tiene memoria y que hasta ahora no sabía el origen. En ese proceso de reencontrarse a sí misma, y arropada por el espíritu de la transición, en el que todo está por descubrir, la protagonista aprende a reinventarse.

Julia nace por una deuda con las mujeres de mi generación que fueron grandes luchadoras y anónimas

La primera vez que no te quiero es, de las obras que ha escrito, la más personal de Mondéjar: “Julia nace por una deuda con las mujeres de mi generación que fueron grandes luchadoras y anónimas. Se podría decir que es en parte autobiográfico, aunque ya no sé si los recuerdos me los he inventado u ocurrieron así”. En la transición las mujeres quedaron eclipsadas de la vida pública a un segundo plano, siguiendo la estela de la época franquista. Como señala la autora, es muy difícil encontrar fotografías en las asambleas universitarias o incluso en los gobiernos de representación femenina. “Se ha hecho un vídeo que se llama Las constituyentes que rescata a las mujeres que participaron en la Constitución pero que son desconocidas. Esas mujeres que pusieron la carne en el asador, vivieron la Transición y la revolución sexual”.

Los protagonistas de la novela, jóvenes en plena efervescencia intelectual crecieron. Y lo hicieron con la promesa de no repetir los errores de sus padres. “Las madres que fueron de la generación de Julia eran grandes soñadoras. Hicimos mucho esfuerzo por no repetir la educación que habíamos tenido”, asegura la escritora. Esa paranoia por no volver a una formación autoritaria y conservadora llevó a una generación a desarrollar una personalidad enfocada en el Yo: “Quisimos darle a nuestros hijos viajes, educación, idiomas, actividades extraescolares y lo que hemos hecho es no darles un espacio para su propia lucha. Hemos construido una personalidad muy hinchada, pero sin un sostén debajo hecho de trabajo, esfuerzo y voluntad”.

Los jóvenes de la época de Julia hablaban entre ellos porque no tenían la posibilidad de hacerlo con sus padres, explica la autora. La amistad era una necesidad vital que se usaba para compartir una vida interior que pese a estar reprimida afloraba fruto de un despertar cultural y social. “Antes todo costaba muchísimo. Tenías que oponerte a toda la cultura familiar” asegura Mondéjar al tiempo que reflexiona y hace un paralelismo con la sociedad actual: “Un chico lleva a su casa a su novia para tener relaciones y no pasa nada, se va de viaje con ella y es lo más natural. Todo es muy diferente”.

Pese a ello, los hijos de Julia no son esos soñadores que saben que cuesta mucho conseguir lo que te propones. Se sientan en el sofá esperando que los sueños vengan a ellos. “Nosotros teníamos un enemigo y una necesidad muy profunda de querer cambiar las cosas. Vivíamos con un amor enorme al conocimiento y con muchas esperanzas. Las generaciones actuales no tienen futuro y no han tenido un enemigo en su camino existencia. Hemos creado un mundo donde no hay huecos para que vengáis a alojaros ahí”.

Tan diferente es su mundo al actual que las patologías de los pacientes que acuden a la consulta de Mondéjar no son las mismas que tiempo atrás. “Entonces el mecanismo fundamental era la represión sexual y eso ha desaparecido”, asegura. Las patologías que sufren los jóvenes de hoy vienen más enfocadas a problemas dispositivos, producto, explica Mondéjar, de una sociedad también disociada. Como ejemplo propone el tema de la fidelidad en la literatura: “Antes era importante en la pareja al menos como un contrato formal y en toda la literatura de 1919 y principios de 1920 era un drama las relaciones fueras del matrimonio. Estos hechos fueron motivo de grandes novelas como Madame Bovary o Ana Karenina. Ahora mismo es muy difícil construir una literatura alrededor de la infidelidad porque no es un problema”. Un libro que permite trazar puentes con una generación ya desaparecida, que sin embargo se hace indispensable para entender la actual.

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