Lluís Bassets: “El libro será un producto ‘vintage’ en poco tiempo”
El director adjunto de EL PAÍS reflexiona sobre el futuro del periodismo en los cursos de verano de la UIMP
¿Hasta qué punto los periódicos de referencia, a través de sus suplementos culturales, nos han ayudado desde la segunda mitad del S. XX a distinguir entre obras de arte y productos de consumo? El papel de los periodistas, determinante hasta la fecha a la hora de promover esta distinción, puede estar en peligro debido a la consolidación de los nuevos soportes digitales. En el seminario Crónica de la cultura: nuevos medios, nuevas pantallas, nuevos lectores, que se celebra esta semana en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander, diversos periodistas de renombre intentan dilucidar y reflexionar acerca de lo que le depara el futuro –o el presente- al periodismo cultural y a las editoriales.
Moderado por el director de la Fundación Santillana, Basilio Baltasar, el director adjunto de EL PAÍS, Lluís Bassets, ha reflexionado con los presentes durante poco más de una hora sobre los peligros y oportunidades que el nuevo escenario depara a los informadores culturales. Según el veterano periodista, el principal error a la hora de afrontar este cambio es intentar encontrar analogías con anteriores transformaciones de los medios de comunicación, sin darnos cuenta de que el nuevo escenario tecnológico supone el cambio más radical vivido por la humanidad en los últimos cinco siglos, solo comparable a la invención de la imprenta. "No estamos ante un cambio de sustitución o acumulación, sino ante una transformación absoluta, que se podría llamar una expansión de nuestro universo, del mercado e incluso de las relaciones entre los agentes”.
Según Bassets, la idea concebida hasta ahora de un suplemento cultural “trabajado, específico, compacto, y que se ofrece al público”, es una idea “absolutamente arruinada”. “En el nuevo mundo tecnológico queremos ser nosotros quienes construyamos nuestro propio suplemento cultural”, ha asegurado. “La digitalización le permite al consumidor de contenidos culturales convertirse en el propio prescriptor de lo que le interesa”.
Para explicar hasta qué punto la digitalización va a cambiar el periodismo cultural, Bassets ha puesto el ejemplo de la biblioteca de Alejandría. “En el S. III a.C todo el saber de la humanidad estaba en esa librería. Hoy en día cualquier habitante del planeta tiene acceso a 320 veces todo lo que había ahí”.
El director adjunto de EL PAÍS, sin embargo, ha advertido del peligro que supone esta transformación. “La digitalización también es la pérdida de la materialidad”, ha explicado. “Hasta ahora la cultura se ha transmitido en soportes materiales, una persona culta tenía mucho de coleccionista: libros, discos… Ahora todo esto se va a la nube y no se podrá transmitir. El libro será un producto vintage en poco tiempo”.
En la distopía que, según él, se puede convertir nuestra sociedad si todos nuestros datos se digitalizan, ha planteado un hipotético escenario desolador. “Llegará un día en que habrán desaparecido todos los soportes materiales, todo estará en la nube y alguien vendrá y lo desenchufará”, ha planteado. “La NSA está recabando datos sobre todos nosotros y los guarda en una central en Utah. Sin embargo, ahí no se está guardando toda la literatura europea, nadie lo ha previsto”.
Según Bassets, que durante todo el coloquio ha conectado aspectos de la política internacional -que normalmente aborda en sus análisis- con los peligros a los que se enfrentan los periodistas, si pasara tal cosa regresaríamos a la etapa inicial, en la que prevalecerían de nuevo los valores de siempre: memoria, transmisión oral y palabra viva. “Esto también sirve para el periodismo”, ha remarcado, “la única forma de seguir contando con información periodística de valor es recuperando sus valores clásicos”.
“¿Transformación, colapso o suicidio?”, le ha preguntado Basilio Baltasar. “¿Cómo se explica la incapacidad de las editoriales para obligar a una empresa como Amazon, por ejemplo, a que paguen los mismos impuestos que los editores?”. “Los lobbies gremiales europeos también están algo obsoletos y no tienen la misma fuerza que gigantes como Google o Amazon”, ha respondido. “La única solución sería que Europa fuese una entidad política de verdad, que tomara iniciativas”.
“Pero la expansión de estas empresas no solo ha supuesto una difusión de tecnología, sino también una preeminencia de ideas: la cultura de lo gratuito, la impugnación de los derechos de autor o incluso la extinción del concepto de autor”, le ha replicado Baltasar.
“Hay que empezar otra vez desde cero y buscar maneras de monetizar la actividad”, ha contestado Bassets. “¿Desde cuando existen los derechos de autor?”, se ha preguntado, “la literatura empezó en una época en la que a los escritores no se les pagaba. Homero no cobraba derechos de autor”.
“Pero sin modelo económico, el profesional se vuelve un aficionado”, le ha recordado Baltasar. “La escritura -literaria o periodística- tal vez se convertirá otra vez en una profesión modesta, como antaño”, ha explicado Bassets. “Hasta hace poco tiempo todos los escritores habían sido gente muy humilde”. Lo que nunca va a volver, según el periodista catalán, son los tiempos en los que grandes empresas culturales o de comunicación crecían sin parar y sus trabajadores disfrutaban de salarios astronómicos. Sin embargo, no hay que ser pesimistas. “Van a haber muchas oportunidades, pero pasarán por nuevos modelos que cada periodista deberá inventarse”.
Babelia
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