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Columna
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Un tipo decente... con el hacha cerca

El editor Jorge Herralde, quien publicó sus 15 novelas, rinde homenaje a Tom Sharpe

Tom Sharpe (izquierda) y Jorge Herralde.
Tom Sharpe (izquierda) y Jorge Herralde.

Tom Sharpe, uno de los grandes maestros del humor inglés, ha fallecido en Llafranc, donde vivía feliz desde hace años, cada vez más a gusto en el Ampurdán y con menos ganas de volver a Inglaterra.

Tuvimos la fortuna de publicar toda su obra, quince novelas, empezando por Wilt, inspirado por sus propias experiencias como profesor en Cambridge, una de las novelas más divertidas que he leído en mi vida y que supuso su consagración inmediata en España, en 1983, y con la que obtuvo una gran popularidad y numerosísimos lectores. El profesor Wilt fue también el memorable protagonista de otras cuatro novelas, entre ellas la última, La herencia de Wilt, que se publicó el año 2011 para deleite de sus fans. Tom era un gran tipo, tan trabajador como bon vivant y a lo largo de estas últimas décadas nos vimos en numerosas ocasiones. Así, últimamente, en el festival La Risa de Bilbao y hace unas semanas en la Galería Taché donde tuvo lugar una exposición de fotografías, una de sus pasiones. Tom Sharpe se exilió a Sudáfrica, donde se ganó la vida como fotógrafo hasta que fue encarcelado y luego deportado a su país. De su estancia en Sudáfrica encontró material para dos de sus mejores novelas: Reunión tumultuosa y Exhibición impúdica, dos sátiras violentas y eficaces del apartheid, dos apoteosis de humor negro.

Pese a su gran popularidad y sus millones de lectores en todo el mundo, era muy modesto, se consideraba “un payaso” y sostenía que sus libros eran “farsas” (aunque añadía: “a veces contienen mucha muerte y mucho dolor. Pienso que he visto muchos muertos de verdad”). Pero en sus novelas late una profunda preocupación por las injusticias sociales, desde la barbarie del apartheid hasta el deterioro de la enseñanza universitaria (fue profesor en Cambridge durante muchos años, y de ahí se inspiró para Wilt), o la evolución de la industria editorial con la aparición de los grandes grupos a quienes les importan un comino los libros, y por elevación el imperialismo norteamericano. Digamos que tenía la instintiva rebeldía de “un indignado”.

Sus grandes maestros fueron P.G. Wodehouse y Evelyn Waugh, sobre quien escribió: “Waugh escribe con la misma precisión y finesse con la que los cirujanos manejan un bisturí mientras que yo escribo con un hacha”.

El amigo Tom aspiraba por encima de todo a ser un buen ciudadano, “un tipo decente”. Y lo consiguió. Con el hacha cerca, claro.

Jorge Herralde es el editor de Anagrama. 

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