Albert Serra sacude San Sebastián con su documental sobre tauromaquia: “La muerte de un toro me parece hasta poética”
El cineasta presenta en el concurso del festival ‘Tardes de soledad’, en el que ilustra las corridas de toros con su misticismo y su crueldad a través de varias faenas de Roca Rey
Sin haberla visto casi nadie, el documental Tardes de soledad ya era el filme del escándalo en la presente edición del festival de San Sebastián, desde el momento en que se anunció su selección en el concurso del Zinemaldia. Hasta ahora su autor, Albert Serra (Banyoles, 48 años), traía el escándalo con sus declaraciones. Tardes de soledad ya lo acarrea per se: durante tres años ha rodado distintas faenas taurinas de los matadores Andrés Roca Rey y Pablo Aguado. Y pocos temas como los toros radicalizan tanto a los españoles.
La película estuvo lista el pasado sábado por la noche, y en el montaje final ha desaparecido el paralelismo entre ambos diestros, porque la duración era excesiva. El director de Pacifiction ha dejado fuera a Aguado (“Aunque trabajaré con sus imágenes en otro proyecto”), se ha centrado en el peruano Roca Rey y logrado la cuadratura del círculo: el documental puede gustar o ser aborrecido por ambos bandos. Porque en pantalla hay sangre, estertores, agonías de animales y a la vez las cámaras acompañan de manera íntima al torero en sus faenas, y en momentos previos y posteriores, como cuando se pone el traje de luces o las idas y venidas con su cuadrilla a las plazas en un minibús. Esas secuencias serán las más atractivas para los taurinos, porque además algunos de sus subalternos hablan, recuerda el director, “por ejemplo, de que el maestro ha matado el toro con plena verdad”.
Serra se define como protaurino. “Pero cuando haces una película”, se defiende, “no puedes adoptar ningún punto de vista porque mediatizas el producto. Mi obsesión como creador es buscar imágenes inéditas, evitar el cliché. A partir de aquí, mi opinión no tiene ninguna importancia. Era útil porque sé un poco de toros, y podía orientarme. Sin embargo, el objetivo era ir al fondo de la cuestión, buscar con los operadores cosas interesantes. ¿De qué orden? Me daba igual, pero que fuera interesante”.
Tardes de soledad es un encargo, porque Serra nunca había hecho antes un documental. “Un amigo [Jordi Batlló] del máster de documental de la Pompeu Fabra estuvo años pidiéndomelo y al final cuando encontré un tema que me interesaba, lo hice”. Habitual del festival de Cannes, es la primera vez que concursa en San Sebastián y la película se estrenará antes en Francia que en España. Además, una quincena de festivales ya ha pedido su proyección: “Mira por ejemplo el de Nueva York, al que vamos Pedro Almodóvar y yo. Están todos esperando la peli. Fuera no hay tanto escándalo con la tauromaquia, lo mismo porque lo ven desde un punto de vista más antropológico”.
¿Por qué se ha mostrado tan poco la tauromaquia en el cine español? “Porque era imposible. Solo ahora hemos logrado la tecnología adecuada, como micrófonos inalámbricos con baterías de cinco horas. Todo lo anterior ha sido demasiado esquemático o superficial. O grotesco. Con estas cámaras, con esta búsqueda de algo interesante, al menos encontramos algo. A mí en el fondo la realidad no me importa. Me interesa cuando con las imágenes de la corrida, de Roca Rey y de su cuadrilla el espectador acaba un poco hipnotizado. Cuando la imagen provoca fantasía y hace soñar”.
A la vez, Serra no hurta ni un momento de crueldad a las faenas con los toros. “Es que forma parte de ello. Mostrar este equilibrio era necesario. A mí, esa muerte, que provoca mucha controversia, me parece hasta poética. Mira, el toro no sabe que se va a morir, no sabe lo que es la muerte y no sabe que se está muriendo. Enseñamos que la vida se le está escapando, sin ideas de perversidad. Creo que eso conecta mucho con lo que le dice la cuadrilla: la vida no vale nada por sí misma si no la aprovechas para hacer cosas grandes”.
Roca Rey aparece como un tótem: silencioso, concentrado ante su destino, mientras le idolatran y no dejan de hablarle su cuadrilla y sus ayudantes. “Dicen estas cosas tan... no sé, como de que torea ‘con la verdad absoluta’, frases tan poéticas como excesivas...”, ríe Serra. “Roca Rey tiene una cosa tan introspectiva y tan misteriosa que fascina cinematográficamente”.
¿Qué opina Serra de las protestas de Podemos Euskadi antes del estreno en el festival o de Pacma Gipuzkoa la semana pasada pidiendo la retirada de su proyección? “Pues que no lo han visto... Además, es una obra de arte, no sé qué les pasa. Protestad contra las injusticias sociales, los problemas de la calle, pero no ante una obra de arte. Y sí, los toros son así. Como las guerras. ¿Cómo puede resistir Ucrania a Rusia? Pues matando, ¿qué nos esperamos? Y han muerto miles de personas. Vivimos rodeados de subterfugios, y la muerte forma parte del ciclo vital. No sé, puede que vivamos en algunos sitios de una manera tan confortable que se nos olvida...”. A Serra siempre le ha molestado la disneylización actual de la realidad. “El conflicto no me gusta. De verdad. Me gusta la fluidez y la armonía con la gente y que todo el mundo se entienda. Pero tampoco vale todo. Porque niegues la existencia de una cosa, no va a desaparecer así como por arte de magia. Y la tauromaquia tiene un valor simbólico.... Oye, y si a la gente no les gustan los toros, pues que propongan un cambio... En fin, es esa trivialización actual, y por una vez que hay algo más complejo, digno de debate, vuelta a la simplificación. Y sí, si se votara sobre la tauromaquia, yo votaría a favor”.
En estos años, que han acabado con un montaje largo y complicado, proceso en el que ha nacido Tardes de soledad, como es habitual con Serra —“Venía de un proceso parecido con Pacifiction y me he metido en el mismo jaleo, estoy reventado, solo yo hago algo así en España”—, ¿qué ha descubierto el cineasta en los toros que no conociera? “El compromiso de los toreros y de sus subalternos con su arte. Y su valor. No está muy de moda esta palabra, pero a veces requiere mucho valor encarar algunas acciones. Su coraje. Verlo de cerca me impresionó. ¡Ah! Y en un mundo de envidias, impulsadas por las redes sociales, me fascinó la camaradería entre ellos. A la cuadrilla solo le importa una cosa: ayudar al maestro y al resto de sus compañeros”.
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