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Mazazo a la reventa digital de música

Un juez neoyorquino niega a una web el derecho a revender canciones en la Red La sentencia tumba el incipiente mercado secundario de productos culturales

La sede de la discográfica Capitol Records en Hollywood.
La sede de la discográfica Capitol Records en Hollywood.kennell krista

“En los mercadillos callejeros un CD, un videojuego o un libro siempre cambia de manos, ¿pero cómo se obtiene en el mundo digital la prueba de que lo que sucede entre dos particulares es una reventa y no una copia?”. La duda del abogado especializado en propiedad intelectual Xavier Ribas la resolvió el sábado el juez Richard Sullivan: en caso de duda, el vendedor del mercadillo digital de segunda mano no tiene ningún derecho a hacer negocio con los contenidos. Al menos, sin permiso expreso del creador.

El juez de distrito de Nueva York falló a favor de la discográfica Capitol Records y prácticamente tumbó el negocio de ReDigi, web proclamada como el “primer mercadillo mundial de compraventa de contenidos digitales”. También cercenó la posibilidad de que emerja un mercado de la segunda mano de productos culturales digitales. En otras palabras, ese juez ilegalizó la opción de que usted revenda una canción de iTunes o un libro electrónico en Amazon a otro particular.

Creada en octubre de 2011 por John Ossenmacher a sugerencia de su hija, ReDigi es un zoco instalado en la nube para el almacenamiento de música comprada en la tienda de Apple iTunes. Pero también permite que la gente, cuando se cansa de sus discos, los revenda por 0,69 dólares la canción (es decir, a un precio más bajo que el original de 0,99).

ReDigi, que desde su apertura sigue en la fase de pruebas (y anuncia su salto al mercado europeo), asegura que el 20% de sus ingresos se destinan a los creadores musicales, aunque las discográficas afirman que no reciben dinero alguno. También tiene un espacio donde los músicos pueden colgar su obra y revenderla.

En enero de 2012, la legendaria discográfica Capitol Records presentó una demanda judicial para exigir el cierre de ReDigi por infringir los derechos de autor y reclamó una compensación de 150.000 dólares (117.00 euros) por cada canción depositada en su página. Sullivan, el mismo juez que ahora ha fallado a favor de Capital Records, desestimó el cierre por considerar que no se habían probado “los daños irreparables” que argumentaba el sello fonográfico.

En la sentencia de 19 folios del sábado, el juez le niega a la plataforma ReDigi el derecho a revender música de sus clientes, aunque esta fuera comprada legalmente. La decisión frena, de momento, el incipiente mercado de segunda mano de productos digitales.

“La cuestión es el fair use, el uso leal, de la reventa de un producto adquirido legalmente”, recuerda Ribas, experto en los derechos digitales. “El fair use se contempla igual en Estados Unidos que en Europa, pero dentro de unos márgenes. Si compras un CD y lo quieres revender en un mercadillo o regalarlo no pasa nada, porque el objeto pasa de unas manos a otras. La filosofía del derecho digital trata de reproducir el mundo físico, pero es más complicado, aunque no imposible”.

En la página de ReDigi puede verse la música ofrecida y sus precios. Allí se encuentran artistas como Eric Clapton, Katy Perry o Coldplay. En el buscador de la página se pide una obra concreta y ReDigi muestra la oferta que tiene (en el caso de Born to run de Bruce Springsteen, más de una docena de versiones). Si no existe lo que se pide, ReDigi guarda la petición hasta que entre más material y se lo pueda comunicar al interesado. Con botones más pequeños se ofrece también la posibilidad de comprar el producto en la tienda iTunes.

ReDigi garantiza que toda la música que almacena en su nube es legal, pero eso no le ha valido de nada ante el juez Sullivan, que considera que “infringe los derechos de Capitol Records de reproducción bajo cualquier descripción tecnológica”, y no merece protección en virtud de la teoría del fair use”, dice la sentencia. “ReDigi facilita la venta y obtiene beneficios de grabaciones comerciales con derechos de autor, con un posible impacto negativo en el mercado primario de estos bienes”.

En su defensa, ReDigi reclamó la protección de la doctrina de “primera venta”, que legitima al propietario de un objeto el derecho a revenderlo. “La cuestión planteada aquí es si un archivo de música digital, legalmente editado y comprado, puede ser revendido por su propietario a través de ReDigi bajo la doctrina de primera venta”, dice Sullivan. “El juzgado determina que no puede”.

De nada le valió al sitio musical argumentar: “No hacemos copias ilegales de canciones. Ofrecemos un almacenamiento digital y un mercado de compraventa de música legítimamente comprada en iTunes”. Pero a eso, el juez Sullivan lo llama hacer una copia.

“El juez ha estimado que ReDigi no puede garantizar que el archivo del vendedor sea borrado cuando tiene un comprador”, explica Ribas. “Entonces no era obra nueva, sino copia. De momento, eso solo lo pueden garantizar Amazon o Apple. Si un contenido pasa, por ejemplo, de un iPod a otro aparato, desaparecerá del iPod; lo mismo puede hacer Amazon”.

Basta recordar el borrado a distancia que Amazon realizó en 2009 en los lectores electrónicos que habían comprado libros como 1984 o Rebelión en la granja, cuando el almacén se dio cuenta de que no tenía los derechos digitales de la novela. Aunque el consumidor no tenía culpa y se había gastado un dinero en la descarga de las novelas, desaparecieron de su biblioteca digital en el Kindle sin previo aviso. Esa garantía de desaparición es la que no aprecia Sullivan en ReDigi.

En Amazon, la reventa de libros, música o vídeos se realiza como alquiler y, una vez utilizado el material, desaparece del aparato del arrendatario. Amazon ha patentado su sistema, al igual que Apple, por lo que en esos casos parece que sí sería posible el mercadeo de segunda mano.

Toda esta polémica ha vuelto a poner sobre la mesa el debate acerca de los nuevos usos del consumo cultural en el mundo virtual. Un mundo en el que asuntos como la propiedad o la herencia merecen ser repensados desde cero. Así quedó patente el pasado septiembre, cuando el actor Bruce Willis anunció que pensaba demandar a Apple, después de saber que toda la música comprada por él en iTunes no podrá ser heredada por sus hijas cuando él falte.

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