Estética de la abyección
Sergio Castellitto practica el suspense barriobajero y sentimentaloide del peor folletín.
¿Se puede representar en el cine un bombardeo, una violación, un suicidio, el disparo de un francotirador o un sangrado vaginal durante el embarazo acudiendo a la belleza estética? En el arte y en el cine, la frase “eso no se puede hacer” debería estar (casi) prohibida, pero, siguiendo los postulados de Jacques Rivette en su mítico escrito Sobre la abyección, hay ínfimas posibilidades de salir bien parado de tentativas semejantes. Ahora bien, ¿se pueden representar tales tragedias acudiendo a la estética y resultando un hortera? Definitivamente, no. Justo lo que le ha ocurrido a Sergio Castellitto en Volver a nacer, donde, como en No te muevas (2004), acude a una novela de Margaret Mazzantini para narrar una de esas películas más grandes que la vida, donde se acumulan traumas, redenciones y pasiones tan a golpe de mazo que o las controlas o caes en el culebrón. Y Castellitto se derrumba.
VOLVER A NACER
Dirección: Sergio Castellitto.
Intérpretes: Penélope Cruz, Emile Hirsch, Adnan Haskovic, Saadet Aksoy, Sergio Castellitto.
Género: drama. Italia, España, 2012.
Duración: 127 minutos.
Ambientada entre Italia y Bosnia, a lo largo de tres décadas, con la contienda de los Balcanes como telón de fondo, Volver a nacer recurre a la guerra siempre como un motivo para la (anti)estética y nunca para la reflexión moral. La buena labor de maquillaje ayuda a que las secuencias del presente, con los intérpretes avejentados, sean presentables, pero en el desenlace, todo adquiere el hedor de la abyección: Castellitto practica el suspense barriobajero y sentimentaloide del peor folletín.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.