Ansiedad de trascendencia
Scott vuelve al género, reivindica la franquicia como territorio propio y refunda el relato aboliendo sus ramificaciones más problemáticas
Han pasado ya 33 años desde que el estreno de Alien, el octavo pasajero (1979), segundo largometraje de Ridley Scott, marcara un estimulante punto de inflexión en la historia del cine fantástico. En aquellos momentos, la película se afirmaba como reverso oscuro de los nuevos modelos del aparatoso (y familiar) cine espectáculo, encarnados por La guerra de las galaxias (1977) de George Lucas y Encuentros en la tercera fase (1997) de Steven Spielberg, mezclando los códigos narrativos de la ciencia-ficción con la imaginería del horror gótico. El guión lo firmaba Dan O’Bannon, sofisticado autor a quien no le resultaban lejanos los referentes de It! the terror from beyond space (1958) de Edward L. Cahn y Terror en el espacio (1965) de Mario Bava. La película de Scott fue, asimismo, pionera en la integración de artistas de la historieta y la ilustración —Moebius, Ron Cobb, Charles Foss— en las labores de un diseño de producción dominado por el talento visionario del suizo H. R. Giger, responsable de las texturas biomecánicas de todo el elemento alienígena. No nació como obra de autor, pero el talento de Scott orquestó toda esa confluencia de discursos en una obra irrepetible, enigmática, escrita con la fría precisión de quien, a primera vista, podía parecer un digno descendiente de Stanley Kubrick.
PROMETHEUS
Dirección: Ridley Scott.
Intérpretes: Noomi Rapace, Michael Fassbender, Charlize Theron, Guy Pearce, Idris Elba, Logan Marshall-Green.
Género: ciencia-ficción. Estados Unidos, 2012.
Duración: 124 minutos.
Alien, el octavo pasajero acabó fundando una franquicia, en la que dejaron su huella de autor cineastas como Cameron, Fincher y Jeunet, antes de que el discurso se devaluara en forma de megamix —la subsaga Alien vs. Predator—. Scott, por su parte, aportó a la ciencia-ficción otra obra de referencia —la mucho más autoconsciente e infectada de trascendencia Blade Runner (1982)— y pasó a convertirse en estajanovista de un cine fundamentado en el simulacro de calidad y el pragmático olvido de su primigenia precisión en la puesta en escena.
Prometheus nace, así, en un territorio tan sobrecargado de memoria como de expectativas: Scott vuelve al género, reivindica la franquicia como territorio propio y refunda el relato aboliendo sus ramificaciones más problemáticas —de nuevo, la sub-saga Alien vs. Predator—. Si el primer Scott permitía pensar en Kubrick, esta película, con su ortografía gélida y sus composiciones de plano dignas de un obsesivo miniaturista, parece, directamente, dirigida por Hal 9000. Sus mimbres son de pura película de género —con monstruo(s), golpes de efecto y un hábil manejo de la tensión—, pero está habitada por personajes alejados de toda ingenuidad, que se plantean constantes preguntas sobre el origen y el destino de la Humanidad, el alma de la vida artificial y la capacidad del hombre para emular y desafiar a la divinidad.
El personaje del androide encarnado por Michael Fassbender es el que aporta los matices más inquietantes y las notas más excéntricas. Afirmaba el crítico Kim Newman que buena parte del placer que aportaba Alien se derivaba de que era una película que sabía más de lo que contaba: justo lo contrario puede afirmarse de Prometheus, obra neuróticamente empeñada en aparentar más de lo que es.
‘Prometheus’ (2012). Dirección: Ridley Scott. Duración: 124 minutos. Formato: DVD y Blu-Ray.
Babelia
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