Una película maldita
Los agoreros del cine, aunque sea de un cierto tipo de películas, pueden tener aquí uno de sus buques insignia: Margaret, segundo largo del prestigioso dramaturgo y director Kenneth Lonergan, filmado en 2005, y que tras un largo proceso se estrenó el año pasado en EE UU en apenas una decena de salas, y ahora llega a España solo en versión doblada y en muy malas fechas. Y, he ahí lo peor, o lo mejor, según se mire: es un trabajo interesantísimo, insólito, por supuesto que irregular, pero maduro y complejo.
Margaret
Dirección: Kenneth Lonergan.
Intérpretes: Anna Paquin, Mark Ruffalo, J. Smith-Cameron, Matt Damon, Jean Reno, Allison Janney.
Género: drama. EE UU, 2011.
Duración: 150 minutos.
Lonergan, que había debutado con la notable Puedes contar conmigo (2000), pone a interactuar a un heterogéneo grupo de seres humanos de distintas clases sociales, pero principalmente de media-alta, después de que, como en 21 gramos, un accidente amarre sus destinos. Y nos viene a decir que estamos enfermos de egoísmo e incomunicación. Que no es que no nos comprendamos, es que ni nos escuchamos, y que en cuanto alguien dice lo que no esperábamos oír, tapiamos la oreja. Una película moral a la que se le notan algo los saltos en ciertas transiciones, pero en la que se habla con altura de miras de educación, aunque también de miedo social, y que incluso sostiene muy incorrectos puntos de vista sobre lo que se considera una opinión antisemita. Lonergan, hijo de judía y de irlandés, remueve cimientos y, como en El rey Lear que leen los alumnos, elucubra sobre el destino: “Somos para los dioses lo que las moscas para los niños; nos matan para su diversión”. El destino de Margaret quizá fuera convertirse en película maldita, pero, como muchas de ellas, está llena de atractivos. ¿Para un espectador en peligro de extinción?
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