La pujanza del escritor multidisciplinar
Los creadores se convierten en nómadas estéticos que importan de todos los géneros para dar salida a sus necesidades literarias
Ser un artista multidisciplinar no es nada nuevo, Leonardo Da Vinci ya lo fue hace más de 500 años. Pero en el siglo XXI, en el que todo son sinergias, ser un artista híbrido, un artista total, esta dejando de ser una rareza para asentarse casi como una realidad en el mundo de la literatura. Las nuevas tecnologías han contribuido a eliminar las fronteras culturales y ahora también están ayudando a difuminar las barreras entre los géneros, proporcionando a los artistas nuevas vías estéticas, creativas y narrativas aún por explorar y desarrollar.
“No es el futuro, o no es el único futuro posible, pero sí es una nueva vía de expresión paralela y tangencial a la tradicional”, señala acerca del potencial del arte híbrido Agustín Fernández Mallo. El autor de Nocilla Dream y el escritor Eloy Fernández Porta –se hace difícil catalogarlos solo con una etiqueta, precisamente porque ambos son autores multidisciplinares como confirma lo ecléctico de su trayectoria literaria-, han estado esta semana en la VI Conferencia Transatlántica, que organiza la Universidad de Brown (Rhode Island) en Estados Unidos, presentando su trabajo conjunto Personificación, un espectáculo de spokenword, una performance que “mezcla poesía, narrativa, guasa, vídeo, música de Agustín [Fernández Mallo] y prestada con un lado punk y meditativo, para analizar la creación de la identidad en la sociedad de consumo”, explica Fernández Porta.
Este espectáculo, que ambos autores han creado bajo el nombre artístico de Afterpop. Fernández y Fernández, es un ejemplo de arte híbrido y de mezcla de géneros como nueva forma de expresión. Una corriente explorada ya por otros artistas latinoamericanos como el mexicano Guillermo Fernández Díaz que, aunque minoritaria, no es tan novedosa. “Se trata de un futuro posible pero también de un pasado latente”, indica Fernández Porta. “Muchos de los textos que hoy consumimos como poesía fueron concebidos para ser recitados ante el público. Con nuestro proyecto buscamos recuperar la potencialidad escénica de la literatura”.
Con nuestro proyecto buscamos recuperar la potencialidad escénica de la literatura Eloy Fernández Porta
Las nuevas tecnologías no solo favorecen nuevas vías creativas, también ayudan a los autores a desarrollar una misma idea en distintos géneros, enriqueciéndola con los recursos narrativos específicos de cada uno de ellos. Alberto Fuguet es un ejemplo muy preciso. El periodista, escritor, director, guionista y editor chileno gusta de llamar a lo que hace Bricolaje. Huguet no comienza a trabajar sabiendo que va a hacer una novela o un guión. “Yo tengo una idea y la abordo de la misma amanera tanto si es para la pantalla como para un libro, no las pienso distintas”, explicó a EL PAÍS. Fuguet deshilvana sus proyectos en función de su necesidad creadora, un texto que se rodó como un corto primero, se convirtió en novela después, como el caso de Aeropuerto, y un proyecto periodístico para cubrir el festival de country de Nashville derivó en la película Música Campesina.
En la Conferencia Transatlántica, Fuguet reconoció que ya no se siente tan solo como en sus inicios en su forma de entender el arte como un lugar sin géneros, pegado a la realidad y no al realismo mágico. Cada vez son más los latinoamericanos híbridos. Antes que él ya era híbrido el brasileño Rubem Fonseca, cuyo testigo ha recogido su hijo José Henrique. También lo son el chileno Roberto Brodsky o la argentina Lucía Puenzo, todos escritores, guionistas y algunos como José Henrique Fonseca y Puenzo directores. (No conviene olvidar que Fernando Fernán Gómez ya era artista multidisciplinar antes incluso de que se acuñara el término).
Como Fuguet, Fernández Mallo tampoco sabe en qué formato se gestará su próxima inquietud artística, si novela, poesía, vídeo o música. “En mi cabeza todo se mezcla porque viene del mismo punto”. Sin embargo, hay quienes sí ven los géneros como compartimentos estancos. El cineasta y escritor Manuel Gutiérrez Aragón confesó en Brown que para él “no tiene nada que ver el proceso creativo de una novela con el de una película”, algo con lo que coincide Mar Gómez, última ganadora del premio de teatro Calderón de la Barca y que además de autora teatral también escribe novelas, que sostiene que la forma de expresión y el lenguaje son tan diferentes que la forma de acercarse a ellos debe ser distinta “por naturaleza”. La veterana crítica y literata Sylvia Molloy, pese a indicar a EL PAÍS que cada vez se siente “más a gusto mezclando ficción y crítica”, reconoció que cuando se le ha pedido adaptar sus propias novelas al cine se ha visto incapaz: “Yo trabajo con palabras, no con imágenes”.
Más allá del proceso creativo de cada autor, personal e intransferible, lo que es un hecho es que, en la búsqueda de nuevos espacios de expresión, los creadores se han convertido en nómadas estéticos que importan de todos los géneros para dar salida a sus necesidades artísticas y literarias. Es el bricolaje de Fuguet, algo tan novedoso y a la vez tan antiguo como Leonardo.
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