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ESPECIAL GOYA

El Goya nuestro de cada año (mea culpa)

La XXVI ceremonia de los Goya estará marcada por los recortes en el sector Debuta el nuevo presidente de la Academia de Cine, Enrique González Macho Vuelven los hermanos Almodóvar

Borja Hermoso
Reproducción de un Premio Goya en Madrid, en 2011
Reproducción de un Premio Goya en Madrid, en 2011CRISTÓBAL MANUEL

Hola. Como cada año, y aunque a más de uno y a más de dos se les llene la boca repitiendo como un mantra la falacia de que a los medios de comunicación españoles no nos interesa el cine español (nos interesa, por lo menos, igual que el estadounidense, el francés o, ahora que tanto despuntan Brillante Mendoza o Apichatpong Weerasethakul, el filipino o el tailandés, porque lo que nos interesa, en suma, es eso, EL CINE), aquí estamos todos como uno solo, al pie del cañón, bien pertrechados y montando el recurrente y excesivo circo mediático en torno a los premios Goya.

Si comparamos esta ejemplar dedicación periodística hacia los ilustres cabezones del cine español con la que prodigan los colegas británicos, italianos o franceses a los Bafta, los Donatello o los Césars, el resultado viene a ser dadaístamente inexplicable / inexplicablemente dadaísta. Pero se conoce que somos incapaces de rebajar el listón y, año tras año, quién sabrá por qué, seguimos montando páginas y páginas, programas y programas y especiales web y especiales web (como este que nos ocupa) en torno a los premios del cine de aquí. Debe de ser que el star system celtibérico nos llena de arrebato, y ahora que los hermanos Almodóvar han vuelto a la Academia después de siete añazos de desoladora ausencia (con un porrón de candidaturas incluido), pues más.

En puridad, y si nos pusiéramos serios, y con lo que está ocurriendo por el mundo, incluido el mundo de la cultura y sus maltrechas industrias, el espacio idóneo para dedicar a la gala de los Goya sería media página de periódico. Poniéndonos estupendos, una página entera. Es lo que hacen por Europa. No haría falta más para dar cuenta de una noche recurrente como es la de los Goya. Pero inextricables mecanismos sicológico/periodísticos harán que, una vez más, montemos –nosotros y los demás, ya lo verán- importantes saraos de papel, ondas, imágenes y bytes. Por si fuera poco, la irresistible urgencia del periodismo digital nos obligará a contar en tiempo real hasta el color de los calcetines de Coronado, con perdón de Coronado. Mea culpa.

Por eso, porque esto no tiene remedio y los Goya, no se sabe del todo por qué, bien valen un especial, vamos a ello.

Ingredientes hay, a qué negarlo. Hubo los Goya de las manos blancas de Borau contra ETA, los del ‘No a la guerra’ y su posterior guerra de declaraciones, los del conmovedor triunfo de El Bola, los del jaleo impresentable en torno a La pelota vasca (incuida la Falange vociferando en las puertas del Palacio de Congresos), los Goya a los que asistió por vez primera un presidente del Gobierno (Rodríguez Zapatero), los Goya que coronaban la bronca ‘intramuros’ entre la ministra de Cultura de entonces, Ángeles González-Sinde, y el presidente de la Academia de Cine de entonces, Alex de la Iglesia (el año pasado sin ir más lejos). Vaya, que a menudo los Goya han sido temáticos o, al menos, dignos de un titular claro.

Este año toca ‘Los Goya de la crisis’.

Sería de verdad extraño si en la noche del próximo domingo no se escuchara un prolongado lamento por los recortes a los que se verá obligado en breve el sector del cine, que, en esto y dados los chuzos de punta que han caído, caen y van a caer, no será muy distinto a otros sectores. Hay motivo. Hay motivo para que los profesionales del cine se lamenten. Más o menos el mismo (motivo) que el que tienen los cocineros, los vendedores de coches, los representantes de envases plastificados para conservar comida, los fabricantes de tarimas flotantes o los editores de libros. En el caso del cine español, la XXVI ceremonia de los Goya llega en un momento en que la rumorología cobra naturaleza de psicosis: voces agoreras y sin duda con ganas de hundir la moral de la tropa llevan tiempo dejando caer que al Fondo de Protección de la Cinematografía, una de las ubres proveedoras de dinero para que puedan rodarse y estrenarse películas, le va a caer del Gobierno de Mariano Rajoy un hachazo de echarse a temblar. Si ya el año pasado, el Fondo sufrió una rebaja del 14% con respecto a 2010 (quedando fijado en un total de 76,7 millones de euros) y eso paralizó un importante número de proyectos, ¿qué ocurriría ahora si la malvada predicción llevara razón?

El Fondo de Protección de la Cinematografía sufrió una rebaja del  14%  en 2011

Además, es altamente probable que alguien, el domingo, sobre el escenario goyesco, recuerde aquello de que, en tiempos de crisis económica, es un drama que la cultura sea considerada como un lujo y no como una necesidad. Y no será el abajo firmante quien le quite razón. Pero vete tú a explicarle esto a un ministro de Economía y Competitividad o a uno de Hacienda.

¿O es que otro ministro, el de Educación, Cultura y Deporte, ya tiene camelados a sus dos colegas de Consejo para que se conviertan de golpe y porrazo en filantrópicos humanistas de la cultura y poder proceder, así, a ese misterioso “modelo mixto” de financiación del cine español del que viene hablando? Subvenciones y exenciones fiscales. Pues claro que sí. A ver de dónde salen las unas y las otras. Es de suponer que José Ignacio Wert estará el domingo en la ceremonia de los Goya –si alguna reunión con rectores de universidad o un nuevo escándalo de dopaje no se lo impide (es lo que tiene liderar un ministerio tricéfalo)- y es de suponer también que habrá de poner al mal tiempo buena cara y lidiar con la mejor de las sonrisas el temporal de lamentos y de peticiones del oyente.

De momento, alguien podría salir al escenario a explicar por qué en 2011 se vendieron en los cines de España siete millones de entradas menos que en 2010 (de 101,6 millones a 94,4). Por qué, en el cómputo de los dos últimos años, las salas de este país se han quedado sin… 20 millones de espectadores. Y por qué eso ocurre cuando, según datos recientes de la organización de consumidores FACUA, el precio del cine en España ha subido un 36% en los últimos siete años: 17 puntos por encima del IPC. ¿Tendrá todo esto algo que ver?

Las salas españolas se han quedado sin 20 millones de espectadores en dos años

Serán los primeros Premios Goya:

a) Con Enrique González Macho como anfitrión en su calidad de nuevo presidente de la Academia de Cine. Es una garantía.

b) Con Pedro y Agustín Almodóvar de vuelta al redil tras siete años de divorcio con la Academia por un quítame allá esos premios. Para algunos, es una alegría.

c) Sin que, en virtud de los nuevos estatutos de los Goya, los menores de 16 años puedan ganar un premio. Eso es incomprensible y absurdo. Así nunca habrían ganado Andoni Erburu (Secretos del corazón), Juan José Ballesta (El Bola), Ivana Baquero (El laberinto del fauno), Nerea Camacho (Camino) o Francesc Colomer (Pa negre).

¿Y en lo estrictamente cinematográfico? Pues que no puede sostenerse que esta cosecha 2011 vaya a pasar a la historia de las grandes añadas. La voz dormida de Benito Zambrano (drama con Guerra Civil de fondo), Blackthorn de Mateo Gil (western), No habrá paz para los malvados de Enrique Urbizu (cine negro), La piel que habito de Pedro Almodóvar (horror frío, según su autor). De ahí saldrá el acaparador de titulares del próximo lunes. A la hora de establecer la tetralogía de candidatos a los premios más golosos, los académicos se han olvidado de Montxo Armendáriz (No tengas miedo) y de Jaume Balagueró (Mientras duermes). Ah, y de un tal Woody Allen: Midnight in Paris computa como película española, pero solo ha sido nominada a mejor guión original. Peor parado aún sale Santiago Segura: su (inenarrable) Torrente 4 fue la película española más vista de 2011 con 20 millones de euros y… cero nominaciones. Ni siquiera una al mejor cameo, al mejor culo o al mejor erupto.

Ojalá que la noche del domingo resulte provechosa para todos aquellos que se ganan la vida trabajando en la industria del cine, y muy especialmente para quienes nunca dan mucho que hablar y tienen crudo ocupar los grandes titulares.

Felices Goyas. Felices películas.

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Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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