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Hombres en busca de refugio

Los diseñadores invocan imágenes de seguridad en las primeras jornadas de la cita con la moda masculina en la capital francesa

Eugenia de la Torriente
Un diseño de Kim Jones para Louis Vuitton
Un diseño de Kim Jones para Louis VuittonCHRISTOPHE ENA (AP)

Es posible que los números de los grandes de industria de la moda sean en general positivos. Pero sus creadores están inmersos en un día a día mucho menos boyante. A lo mejor los gráficos miran arriba en las reuniones, pero la gente se mira a los pies en las calles. En la semana de la moda masculina de Milán, que terminó el martes, se palpó una huída hacia adelante en el generalizado retorno al vestir más formal y en el dominio del traje. En París, que inauguró el miércoles su pasarela masculina, las cosas son menos obvias.

“Nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”, escribía John Donne en 1624 en el poema que da nombre a la novela de Hemingway ¿Por quién doblan las campanas? Y en el trabajo de los diseñadores de hombre se filtra la conciencia de que el dolor del tiempo en el que viven es el suyo. Eso explicaría por qué en las primeras jornadas de presentación de las colecciones de otoño/invierno 2012 se han visto tantas imágenes de protección. Los holandeses Viktor&Rolf hacen que sus modelos luzcan fuertes rellenos en los hombros y la espalda, como si el hombre necesitara la armadura de un jugador de fútbol americano bajo su traje. Kim Jones invoca a los “guerreros de ciudad” del ilustrador de moda Antonio López y a los samuráis en su segunda incursión en Louis Vuitton. Y son los uniformes del ejército del zar los que Olivier Rousteing imagina al diseñar para Balmain. Por su parte, Adam Kimmel, fiel a su investigación del imaginario de EEUU, trata de acceder a la hermética Área 51 con una sucesión de fornidos aviadores y científicos.

Las referencias militares ya fueron abundantes ya en la semana de la moda de Milán

Las referencias militares ya fueron abundantes ya en la semana de la moda de Milán y es especialmente significativo que reciban tratamientos tan específicos. No es el manido genérico caqui el que aparece. En este alegato por la protección, cada diseñador invoca un ejército particular, cargado de detalles y notablemente sofisticado. No hay nada callejero, contestatario o juvenil en la forma en que el vestuario defensivo se apodera del armario. Detrás de esa búsqueda de refinamiento está, de nuevo, la incertidumbre de esta época. La industria sabe que quién todavía tiene dinero para gastar y sostener el crecimiento del sector no es un jovencito desaguisado. Y que lo último que desea ahora mismo ese potencial cliente es parecerlo. De ahí que los materiales sean más ricos y las siluetas más pomposas. Lo que podría parecer una falta de realismo, en realidad, es mero instinto de supervivencia.

Por ejemplo, en otro momento de la historia, un veinteañero puesto al frente de una casa famosa por su estética roquera habría empujado dirección a la rebeldía. Hoy, en cambio, Olivier Rousteing trata con sutileza de alejar a Balmain de los tejanos rotos y las cazadoras de cuero que protagonizaron las colecciones de su antecesor, Christophe Decarnin. “Me interesa ampliar el vocabulario”, afirmaba ayer rodeado de modelos en las oficinas de Balmain. Las cazadoras siguen ahí, pero no llevan tachuelas ni imperdibles y ceden terreno a dúctiles pantalones inspirados en Rudolph Nureyev combinados con abrigos puntuados por pasamanería. Rousteing, que recibió el año pasado la complicada papeleta de suceder a su antiguo jefe, ha obtenido críticas favorables con su enfoque historicista. “Tenía mucho miedo”, revela. “Aún lo tengo. Cada día. Se trata de una enorme responsabilidad. Pero también estoy disfrutando. Es una oportunidad inmensa para alguien de mi edad”.

Rousteing trata con sutileza de alejar a Balmain de los tejanos rotos

Somos más conscientes que nunca de nuestra fragilidad. Un mensaje que podría estar detrás del atípico estampado que abrió el desfile de Jean Paul Gaultier: paredes de ladrillos. El francés, inspirado por Sherlock Holmes, soltó a un grupo de tipos aguerridos y armados con un escudo único: los sombreros. A veces llevaba faldas y otras, gruesas chaquetas anudadas a la cintura que producían el mismo efecto de amplitud y cuerpo a cubierto. Cuando todos los modelos se reunieron en un andamio para la foto final y tiraron los sombreros al aire compusieron una estampa de protección básica: el sentimiento de pertenecer a un grupo.

Entre los pocos que, de momento, invocan la locura para esta temporada se cuenta Dries Van Noten. Oscar Wilde y Frank Zappa fueron sus guías en una colección que se exhibió mientras unos artistas terminaban un mural cuyos dibujos resonaban en la ropa. Afirma Van Noten que, tras varias temporadas de contención, deseaba algo más de atrevimiento. Algo más de locura. Pero sus estampados se usan al final en trajes y abrigos de lo más convencional. Ni siquiera los locos se atreven a serlo mucho ahora mismo.

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