Amigos de otra infancia
La escritora italiana Sandra Petrignani retrata en los cuentos de 'Catálogo de juguetes' a los compañeros inseparables de los niños de los sesenta
Pelo rubio o negro. Tampoco había mucho más que escoger. Aun así la pequeña Sandra Petrignani se pasó un buen rato en aquella tienda: en el fondo, tenía que decidir cual sería su Barbie. "Entonces había un sentimiento de exclusividad hacia tu muñeca. Hoy puedes elegir entre mil tipos distintos. Hemos malcriado a nuestros hijos y la cantidad de juguetes se ha impuesto sobre su calidad", cuenta la escritora italiana (Piacenza, 1952). Para recordar su infancia y compararla con la de unas décadas más tarde, Petrignani sacó en 1988 un Catálogo de juguetes, 65 pequeños cuentos protagonizados por los compañeros favoritos de los niños que se publican ahora en España (Páginas de Espuma).
Fue su hijo quien llevó de la mano a Petrignani hasta la cita con su pasado. Cuando jugaba con Guido, entonces de cinco años, hoy de 29, la autora veía que, más allá de sus inestables construcciones con los Lego, algo más no acababa de encajar: "Mi generación era más libre. Éramos bandas que jugaban todo el día por la calle. Hoy, entre cursos de inglés, natación, etc... nuestros hijos viven una infancia bajo tutela".
Nada que ver, según la autora, con quienes fueron niños en los sesenta. Petrignani viaja a lo largo de 152 páginas por un mundo entre real y de hadas poblado por caballitos de madera, molinetes y trenecitos eléctricos en el que la tecnología de los juguetes contemporáneos aun no había sido inventada. Hay juegos casi extinguidos como el caleidoscopio y otros tan inmortales como la bicicleta o el osito de peluche -el suyo se llamaba Margarita- que cada noche se acostaba al lado de Petrignani. Pese a que el suyo no es catálogo para modernos, la escritora reconoce que habría acogido con los brazos abiertos una playstation o unos Exogini, monstruos galácticos que se empezaron a vender en Italia a finales de los ochenta.
Entre tantas diferencias, hay un hilo conductor que ata las marionetas de hace 50 años a las muñecas que hablan y llevan prendas modernas: "El juguete sigue siendo un objeto mágico, un médium entre el mundo de los hadas y la cotidianidad". Y cada niño, en el fondo, cree (o más bien espera) que Toy Story se ruede a diario en su cuarto. "Cuando eres pequeño tienes la sensación de que, en cuanto los abandonas, tus juguetes siguen viviendo y haciendo cosas. Yo intentaba pillarlos en flagrante y siempre que volvía estaba convencida de que se habían movido", asegura Petrignani.
Inquietante
Algo fantástico, pero también inquietante. Es este último el elemento fundamental de un cuento, según la escritora: "Es un género que ilumina un detalle perturbador. Una novela en cambio cuenta con una arquitectura amplia". Cuento tras cuento, juguete tras juguete, Petrignani ha engarzado un collar que busca ser coherente también en su conjunto. "A la manera de Italo Calvino o Julio Cortázar", espera la italiana, también periodista y poetisa. De hecho, sus esencias se juntaron en Catalogo de juguetes. "El periodismo me enseño la síntesis y el sentido de la realidad. Y la poesía, la tensión para la emoción", afirma.
Seguramente la poesía haya jugado un papel también en frases del libro como "si Dios existe tiene forma de canica". Bastante menos poética es la situación en la que se hallan las mujeres en el país de Petrignani: "Es horrible, en Italia hay mucho machismo. Además de trabajar la mujer tiene que hacerse cargo de las lagunas del Estado: cuida de los niños, ya que las guarderías son pocas y caras, y de los abuelos, visto que las residencias decentes escasean".
De machismo se acusó incontables veces al antiguo jefe del Gobierno italiano, Silvio Berlusconi. Resuelto ese problema con su dimisión, para Petrignani queda la parte más dura del trabajo. "Berlusconi fue el producto de un sistema corrupto. Ahora tenemos que liberarnos del berlusconismo, de nosotros mismos. El país se encuentra en una condición parecida a la posguerra, necesita empezar de cero, pero nadie quiere asumir responsabilidades". Todo inmóvil, todo parado. Como los juguetes cuando los pequeños se dan la vuelta. Pero, ¿y si algún día se moviesen?
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