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Por qué el panda no come carne: las moléculas del bambú iluminan el origen de su dieta vegetal

Un nuevo estudio sugiere que el microARN de las plantas puede incorporarse al torrente sanguíneo de los osos y facilitar la adaptación a una alimentación herbívora

Panda
La panda gigante Mang Zai y su hijo Mang Cancan comen bambú en el zoo de Chongqing, China, el 23 de febrero de 2025.CFOTO (CFOTO/Future Publishing via Getty Images)

El panda gigante es un auténtico oso, igual que el pardo o el polar, poderosos depredadores. El adorado oso endémico de China también posee una flora bacteriana carnívora, pero sigue una dieta esencialmente vegetal, lo que se refleja en su dentición y también en la musculatura de la mandíbula. El bambú es su plato estrella y puede pasar hasta 14 horas diarias masticándolo, pese a que carece de enzimas suficientes para digerir la celulosa. Lleva siendo un disidente de su género desde hace unos siete millones de años y la razón podría estar en el microARN de esta planta proveniente del continente asiático. Así lo sugiere un nuevo estudio que se ha publicado en la revista Frontiers in Veterinary Science, pues estas pequeñas moléculas ―que intervienen en los procesos de desarrollo y adaptación de las plantas en el ambiente ―serían capaces ingresar en el torrente sanguíneo de estos animales y adaptar la respuesta de los pandas al bambú.

Mediante un análisis comparativo, investigadores de la Universidad Normal del Oeste de China identificaron 57 microARN derivados del bambú en muestras de sangre de siete pandas gigantes ―tres hembras adultas, tres machos adultos y una hembra joven― obtenidas entre mayo y junio de 2022. El estudio detectó que las moléculas pueden ajustar los niveles de la dopamina en los pandas gigantes, influyendo así en sus preferencias alimentarias, lo que podría desempeñar un papel vital en su proceso de adaptación dietética.

“Los microARN del bambú también intervienen en la regulación del olfato y el gusto, relacionados con sus hábitos alimentarios”, señaló Feng Li, investigador principal del hallazgo, en un comunicado. Durante la infancia, los microARN se adquieren de la leche materna, donde regulan el crecimiento y el desarrollo. A medida que el panda madura y el bambú se incorpora a su dieta, los microARN continúan modulando su expresión genética. Los científicos sostienen que los individuos de especie emblemática para la conservación de la biodiversidad acumulan, a lo largo de los años, las moléculas de la planta. Y estas pueden regular diferentes procesos fisiológicos, incluido el crecimiento y el desarrollo, los ritmos biológicos, el comportamiento y las respuestas inmunes.

Silvia Díaz, técnica del Programa de Especies de WWF España, explica que este animal es “muy especialista en su dieta. Solo toma bambú el 99% de las veces y la investigación ofrece un hallazgo novedoso que podría explicar su comportamiento”, opina. Sin embargo, de los 12 kilos de hojas y tallos de bambú que come el panda gigante a diario, solo logran digerir aproximadamente el 17%.

La adaptación del panda gigante a una dieta herbívora ha intrigado a los investigadores durante mucho tiempo. En 2009, un grupo de científicos descubrió no posee los genes necesarios para digerir el alimento vegetal, luego de secuenciar por primera vez el genoma completo de este oso. Otro análisis del microbioma del intestino, publicado en la revista Nature, determinó que las tripas del panda tienen microbios típicos de los animales carnívoros.

Alejandro Cabrera, del Departamento de Conservación del Zoo Aquarium de Madrid, sostiene que el bambú logra traspasar sus células sanguíneas, lo que favorece la metabolización de la dopamina. “Eso hace que el panda gigante tenga la necesidad de seguir comiendo bambú”, indica. El estudio también detectó que los pandas gigantes de diferentes edades y sexos tenían diferentes composiciones de microARN en su sangre. Regulan, por ejemplo, los procesos reproductivos; y por este motivo, solo se pueden encontrar en la sangre de pandas de un determinado sexo o edad. Los científicos descubrieron que los machos adultos tenían una mayor concentración de microARN.

Por otro lado, la capacidad de los microARN para enviar señales de las plantas a los animales puede permitir el estudio del tratamiento y prevención de enfermedades en animales. “Los microARN vegetales también tienen la capacidad de regular el sistema inmunológico de los animales, potenciando la resistencia de estos a las enfermedades”, indicó Li. El siguiente paso de los científicos detrás del nuevo estudio será recolectar muestras de sangre de pandas jóvenes que aún no hayan comido bambú para comprender un poco más sobre cómo se lleva a cabo este proceso.

Los esfuerzos de conservación del panda

En la actualidad, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha catalogado esta especie como vulnerable. Desde WWF han realizado campañas y colaboraciones desde la década de los ochenta. La ONG se convirtió en la primera organización internacional invitada por China para trabajar sobre conservación de esta especie. Hasta la fecha, se han protegido más del 70% de los hábitats naturales del panda gigante que hay a lo largo del país.

“Le ayudamos al Gobierno chino creando una red de reservas naturales para los pandas gigantes, y también corredores ecológicos que les permitan conectar poblaciones que estaban aisladas. Estas acciones han ayudado a proteger no solo a los osos pandas, sino también al resto de especies que viven allí”, sostiene Silvia Díaz. Desde España, también se han hecho esfuerzos para conservar esta especie.

El Zoo Aquarium de Madrid ha llevado a cabo con éxito el programa de conservación y reproducción al criar seis ejemplares. “Ha sido histórico para un zoológico europeo. Tuvimos gemelos en 2010, en 2021 y dos ejemplares individuales en 2013 y 2016″, recuerda Alejandro Cabrera, que trabajó como cuidador de estos osos devoradores de bambú.

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