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El gran proyecto científico de Ucrania avanza en la única ciudad a salvo de las bombas

Decenas de médicos y científicos crean el mayor banco de datos genéticos del país en un tiempo récord en Úzhgorod

Proyecto científico Ucrania
Khrystyna Shchubelka, a la izquierda, junto a Taras y Olga Oleksyk, en Madrid.Inma Flores
Nuño Domínguez

El biólogo ucranio Taras Oleksyk se emociona al recordar lo que le dijo un francotirador de su país. “Si te vienes a las trincheras, ¿por quién voy a luchar yo? Quédate. Yo sé matar gente, pero no educarla. Tú sí”.

Delante de un agua con gas y unas croquetas de jamón, en una terraza de Madrid, Oleksyk resume todo lo que ha estado haciendo desde el comienzo de la invasión rusa; como enviar parte de su sueldo a Ucrania, o recaudar miles de euros para comprar inhibidores de señal contra drones kamikazes. Pero sobre todo ha impulsado cursos para jóvenes científicos que no quieren o no pueden abandonar su país, pues los varones de 18 a 60 años deben quedarse por ley. La idea es mantener viva la llama de la investigación y que no se pierda toda una generación de científicos. “Si no plantamos ya las semillas, cuando la guerra haya terminado y tengamos que reconstruir el país ya nos habremos quedado atrás”, explica este biólogo evolutivo y genetista, que trabaja en la Universidad de Oakland, en Estados Unidos, donde está casado y tiene dos hijos.

El investigador lidera la creación del mayor banco de datos genéticos de Ucrania, que hasta ahora era “un espacio en blanco en el mapa” en este aspecto. El objetivo es reunir muestras de ADN de 20.000 ucranios, todas recolectadas durante la guerra. Servirá, por ejemplo, para estudiar los condicionantes genéticos de la diabetes tipo 1, una enfermedad crónica sin causa conocida que afecta al páncreas, daña otros órganos, e incluso puede provocar la muerte. El proyecto ha reunido ya ADN de 10.000 personas gracias a la colaboración de 80 médicos de todo el país, incluidos algunos que trabajan casi en primera línea, quienes aprovechan a tomar muestras cada vez que les visitan los enfermos en busca de atención y tratamiento con insulina. “Es la mayor colección de muestras de diabetes tipo 1, ADN y genomas completos del país y, hasta donde sabemos, una de las más grandes del mundo”, resalta Oleksyk. El científico ha visitado Madrid junto a sus colegas Olga Oleksyk y Khrystyna Scchubelka para buscar nuevos colaboradores europeos durante el Congreso de la Asociación Europea para el Tratamiento de la Diabetes.

Olga es hermana de Taras, endocrina, diputada, y embajadora de salud de la región de Transcarpacia, al suroeste del país. “En Ucrania tenemos ya 25.000 amputados, no solo soldados, también muchos civiles, incluidos niños. Necesitamos apoyo de Europa para conseguir prótesis y también formación en rehabilitación para nuestros médicos”, explica en inglés. Su marido es un exprofesor de historia que ahora lucha en el frente. La cantidad de heridos de guerra y de combatientes y civiles afectados por el estrés post-traumático desborda las capacidades de la región, admite.

La capital de Transcarpacia es Úzhgorod. Separada del resto del país por los montes Cárpatos, es la única ciudad de Ucrania donde aún no ha caído ni un solo misil ruso, y en la que no hay toque de queda. Está a pocos kilómetros de la frontera con Eslovaquia y Hungría. Llegar es relativamente seguro y fácil, apenas unas horas de taxi desde Budapest.

Esta isla de paz en medio del horror se ha convertido en el nuevo hogar de miles de refugiados. Sus hospitales, donde llegan muchos combatientes heridos, están sobrecargados. Al mismo tiempo, la Universidad Nacional de Úzhgorod se ha convertido en una de las más activas del país e impulsa buena parte de la investigación que queda en activo, incluido el nuevo banco genético y los cursos presenciales de bioinformática.

Una manifestación pacífica de solidaridad con los refugiados en Úzhgorod, en abril de 2022.
Una manifestación pacífica de solidaridad con los refugiados en Úzhgorod, en abril de 2022.Serhii Hudak (Future Publishing/Getty Images)

Cuando empezó la guerra, Khrystyna Shchubelka, médica especialista en genética clínica, salió de Úzhgorod con su marido y su hijo de seis meses y se instaló en Estados Unidos. Ahora vive a caballo entre ambos lugares. La científica describe el extraño ambiente que se vive en el enclave ucranio. “Es un tiempo de extremos. Ves a gente totalmente destrozada en el funeral de un familiar, mientras el resto intenta seguir una vida normal, porque si no se volverían locos”.

El nuevo banco de ADN de Ucrania ayudará a entender por qué algunos diabéticos sufren daños en el hígado y otros no. También explicar por qué se han disparado los casos en Ucrania. “Sabemos por datos de Israel que cada vez que el conflicto se agrava, hay un repunte instantáneo. Esta enfermedad es autoinmune. El estrés afecta al sistema inmune, y ¿quién sufre más estrés que alguien que tiene miedo a morir?”, expone Shchubelka.

Khrystyna Shchubelka, a la izquierda, junto a una compañera, en la sede del nuevo banco de ADN en la Universidad Nacional de Úzhgorod.
Khrystyna Shchubelka, a la izquierda, junto a una compañera, en la sede del nuevo banco de ADN en la Universidad Nacional de Úzhgorod.T. O.

Más de 20 científicos de nueve países, cuatro de ellos de España, participan en los cursos de bioinformática para jóvenes que se imparten de forma presencial en Úzhgorod. El creador de esta iniciativa es Fyodor Kondrashov, experto en evolución genética que nació en la extinta URSS, cerca de Moscú, creció en Estados Unidos, y pasó 10 años trabajando en España en el Centro de Regulación Genómica de Barcelona (CRG). “La filosofía es incubar una nueva generación de biólogos computacionales que puedan crear algo por sí mismos el día de mañana”, explica a este diario por teleconferencia. Juega a favor que para aprender esta disciplina no hacen falta costosos laboratorios, apenas ordenadores y profesores, aunque este año los cortes de luz y las alarmas antiaéreas han complicado las cosas. “Solemos hacer la broma de que en Ucrania podemos hacer bioinformática sin electricidad”, dice Kondrashov, pero “la verdad es que Starlink [internet por satélite] y los generadores de gasolina nos ayudan mucho”.

El estadístico y biólogo molecular Roderic Guigó, del CRG, participa en estos cursos de dos semanas desde su inicio, en 2023. A las clases acuden unos 80 jóvenes de toda Ucrania, incluidas las ciudades más castigadas por la guerra, como Járkov o Dnipró, sin coste alguno para ellos. “Durante unos días pueden no solo aprender, sino también juntarse y salir por la noche sin miedo a morir en un bombardeo”, explica el bioinformático. Su hijo Guillem, investigador de aprendizaje automático de la Universidad de Girona, también imparte clases.

Oleksyk confía en que el nuevo banco de ADN cumpla su objetivo de llegar a 20.000 muestras para 2026, y que sirva para que los bioinformáticos ucranios hagan sus propias investigaciones, y colaboren con científicos de otros países. “Por un lado, les decimos a nuestros jóvenes y médicos que el mundo les necesita, y por otro mostramos al mundo que estamos preparados para hacer ciencia de primer nivel”, resalta.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.
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