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Las belugas evacuadas de Ucrania no ‘hablan’ como las criadas en España

Los ejemplares recién llegados a Valencia emiten sonidos mucho más parecidos a los de los delfines, con los que convivían en el acuario de Járkov

Audra Ames utiliza un hidrófono para recoger los sonidos de las belugas en el Oceanogràfic de Valencia. En la imagen, Yulka y Kylu.
Audra Ames utiliza un hidrófono para recoger los sonidos de las belugas en el Oceanogràfic de Valencia. En la imagen, Yulka y Kylu.Mònica Torres
María Fabra

Silbidos, chirridos y chasquidos forman parte de los sonidos con los que se comunican las belugas, que lo hacen con una cadencia e intensidad que las ha rebautizado como los canarios del mar. La ciencia ya había descubierto que las belugas —esos animales que proceden del Ártico, poseen una eterna sonrisa y una especie de chichón en su frente— emiten unas llamadas de contacto que les sirven para identificarse entre sí. Son similares a los silbidos firma con los que conversan los delfines, pero los que emiten las belugas tienen una estructura más compleja. En ambos casos son sus cartas de presentación; algo que la investigadora en bioacústica Audra Ames estudia desde hace años en el Oceanogràfic de Valencia.

Ames se ha dedicado, principalmente, a analizar cómo Kylu, la cría de beluga nacida en cautividad en ese oceanográfico, se comunica con su madre, Yulka, de aproximadamente 28 años y 1.000 kilos de peso. Ambas tienen llamadas de contacto parecidas, sonidos que el pequeño Kylu no empezó a emitir hasta pasados los dos primeros años.

Hace dos meses llegó la sorpresa. Dos belugas tuvieron que ser evacuadas de un acuario de Ucrania, debido a las dificultades para mantenerlas en el país en guerra. Plombir, un macho de 15 años y en torno a 1.200 kilos, y una hembra, Miranda, de 14 y poco más de 600 kilos, llegaron a Valencia después de recorrer 4.000 kilómetros pese a su delicado estado de salud. Las recién llegadas fueron instaladas en unas piscinas colindantes a las de las belugas que ya estaban en Valencia. Fue a los pocos días cuando los cuidadores de los animales, que son quienes están más cerca y más de continuo contacto con ellos, notaron que Plombir y Miranda no hablaban como Yulka y Kylu.

Entonces comenzó el nuevo estudio de Audra Ames: “Esperábamos que hicieran llamadas de contacto entre ellas y lo que encontramos fueron sonidos parecidos a los de los delfines”, afirma la investigadora. Ames achaca ese acento tan diferente al hecho de que las belugas ucranianas estaban junto a delfines. “Supongo que trataron de comunicarse con los animales de su alrededor. Desde que nacen, las belugas tardan dos años en aprender sus llamadas de contacto; con lo que es posible que, si eran pequeñas, aprendieran de lo que oían en su entorno”, explica. Así, las belugas ucranianas hablan algo parecido al delfino mientras que las criadas en España lo hacen en belugo.

De momento, la científica ha empezado a recopilar horas y horas de sonidos para analizarlos y estudiarlos. Ames vaticina que en otoño podrán publicar los resultados de este estudio, con el que quiere demostrar que las belugas, al igual que otros pocos animales, tienen capacidad de aprendizaje vocal. Es decir, son capaces de escuchar sonidos y reproducirlos. “Hasta ahora solo se suponía”, admite.

Audra Ames considera complicado que los ejemplares adultos incorporen el diferente lenguaje de sus congéneres ucranianos, pero apunta que es posible que Kylu, la cría nacida en Valencia, sí lo haga. De hecho, los cuidadores aseguran que el pequeño ya ha comenzado a emitir sonidos distintos de los que lanzaba hasta ahora y ha incorporado unos silbidos que transmite cuando se acerca a la compuerta tras la que se sitúa Miranda, la beluga hembra ucraniana.

A finales de julio, los cuidadores de las belugas percibieron otra conexión. Yulka, la hembra valenciana estaba en celo y Plombir, el macho ucraniano no dejaba de acercarse a la compuerta que los separa cada vez que ella lo hacía por el otro lado.

De momento, los responsables del Oceanogràfic no creen prudente juntar a los cuatro animales. En principio, por el estado en el que se encontraban los procedentes de Ucrania, que requerían un mayor seguimiento, agua a distinta temperatura y la visita continua de los veterinarios. En cualquier caso, las diferencias en la forma de comunicación es otro inconveniente; y aunque no suponen que podrían enfrentarse debido a la falta de entendimiento al comunicarse, prefieren minimizar los riesgos.

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