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Los elefantes que amenazaron Roma milenios atrás podrían ayudar a salvar a sus propios descendientes

Los restos de marfil de un barco fenicio, hundido en la costa de Cartagena, podrían ofrecer claves para conservar las actuales poblaciones de elefantes

Colmillos elefantes
Defensas de elefante encontradas entre los restos de un antiguo barco fenicio, que se hundió en el Bajo de la Campana (frente a las costas de Cartagena) en el siglo VI A.C.Museo Nacional de Arqueología Subacuática

Hace más de 2.500 años, una embarcación fenicia, probablemente de un comerciante que transportaba mercancías de lujo procedentes del Mediterráneo oriental y el norte de África, tuvo un accidente frente a las costas de Cartagena. La embarcación chocó contra el arrecife de corales pétreos de Bajo de la Campana. Esta enorme formación rocosa, oculta justo debajo de la superficie, ha sido durante milenios la causa de naufragios. La embarcación fenicia se hundió y perdió su mercancía, que terminó permaneciendo en una cueva marina durante miles de años hasta que un equipo de arqueólogos españoles y estadounidenses inició las excavaciones en 2007.

El equipo de arqueólogos ha recuperado objetos de cerámica y bronce, lingotes de estaño y cobre, pepitas de mineral de plomo, ámbar y numerosos colmillos de elefante. Estos colmillos podrían ayudar a la comunidad científica a desvelar los secretos de una población de elefantes extinguida. “Si la embarcación zarpó del norte de África, el marfil podría pertenecer a ejemplares de elefantes norteafricanos, una especie que se extinguió en algún momento del periodo romano”, señala Patrícia Pečnerová, bióloga de la Universidad de Copenhague, Dinamarca. “En realidad, no sabemos casi nada de estos elefantes, ya que existen pocos registros históricos”.

Muy probablemente, los famosos elefantes de guerra que el general cartaginés Aníbal comandó a través de los Alpes en el 218 antes de Cristo, durante la Segunda Guerra Púnica, eran norteafricanos. Seguramente habitaban en toda la región que está al norte del desierto del Sáhara y, posiblemente, también en la costa oriental hasta Sudán y Eritrea.

Sin embargo, nadie sabe en realidad de qué especie se trataba. “Hay quien piensa que podrían haber sido elefantes africanos de sabana, basándose en lo más plausible desde el punto de vista biológico”, comenta Pečnerová. “Pero otros opinan que probablemente eran de menor tamaño, por lo que podría tratarse de elefantes africanos de bosque”. Incluso hay quien afirma que podrían haber sido elefantes asiáticos o incluso una especie completamente distinta. El marfil recuperado del naufragio ofrece una oportunidad única para generar datos genéticos sobre estos elefantes y explorar sus orígenes.

Pečnerová fue la investigadora principal del proyecto STAMPEDE, financiado por la UE, el cual finalizó en mayo de este año tras 24 meses en activo y en el que se usaba la información genética de elefantes de toda África para crear un mapa de referencia de la diversidad. Esto le ha permitido situar el ADN ancestral extraído del marfil del naufragio en el mapa genético actual, con el objetivo de descubrir si estos elefantes son genéticamente distintos o están emparentados con alguna de las poblaciones actuales.

Las herramientas de rasgos desarrolladas por el proyecto también podrían utilizarse para analizar la diversidad genética y controlar las poblaciones de elefantes actuales, lo que contribuiría a su conservación. La información que proporcionan estos colmillos antiguos podría mostrar la diversidad genética de los elefantes antes de que los humanos empezaran a cazarlos intensivamente y a destruir sus hábitats.

“El marfil del naufragio es una ventana al pasado”, afirma Pečnerová, investigadora de postdoctorado eslovaca que se mudó a Dinamarca en 2019. “Tenemos la oportunidad de examinar a los elefantes tal y como eran hace 2.500 años, antes de las numerosas presiones antropogénicas actuales”.

Conocer esta base de referencia de los niveles de diversidad natural podría ayudar a la comunidad científica a determinar si la diversidad genética de los elefantes modernos es motivo de preocupación. Aunque la explotación humana y las consiguientes reducciones de población suelen disminuir la diversidad genética de los animales, algunas especies tienen (y pueden asimilar) niveles naturalmente bajos de variación. Poseer toda esta información podría ayudar a tomar decisiones relativas a la conservación y, por ejemplo, decidir si los programas de cría deberían centrarse en aumentar la diversidad de la especie.

Anticiparse a la caza furtiva

Al igual que en los tiempos fenicios, a día de hoy se sigue comercializando marfil. Si bien el comercio internacional de marfil fue prohibido en 1989, muchos países siguen permitiendo su venta dentro de sus fronteras. Estos mercados domésticos se consideran una de las principales causas de la caza furtiva de elefantes y del tráfico de marfil.

Según WWF, en el mundo quedan aproximadamente 415.000 elefantes africanos y entre 40.000 y 50.000 elefantes asiáticos en libertad. Cada año se matan más de 10.000 elefantes por sus colmillos. Entre 2002 y 2011, la población de elefantes africanos de bosque se redujo en un 60%. En la actualidad, quedan menos de 200.000 ejemplares de estos grandes herbívoros, los cuales se encuentran en peligro crítico de extinción. Más de la mitad de los elefantes africanos de bosque que quedan viven en Gabón, cuyo territorio está cubierto casi en un 90% por bosques tropicales. Estas zonas boscosas dificultan las patrullas a pie o la vigilancia desde el aire para luchar contra la caza furtiva.

ForSE, un proyecto financiado por la UE, tiene como objetivo que los propios elefantes puedan alertar a los guardas de la presencia de cazadores furtivos. “La idea es utilizar el comportamiento de los elefantes de bosque en cuanto a sus desplazamientos para, en primer lugar, intentar conocer su reacción ante la caza furtiva y, más en general, ante la actividad humana y, a continuación, inferir el nivel de caza furtiva en función de su comportamiento y de sus patrones de uso del espacio”, explica Marie Sigaud, investigadora principal del proyecto.

El proyecto ForSE, que se inició en agosto de 2021 y finalizará en mayo del año que viene, es fruto de la colaboración con la Agencia Nacional de Parques Naturales (ANPN) de Gabón. Sus patrullas han estado colocando collares de seguimiento por GPS a los elefantes que proporcionan datos sobre la actividad furtiva. En las zonas donde se sabe que hay actividades de caza furtiva, Sigaud observa cómo se comportan y cómo utilizan el espacio los elefantes: cuánto se alejan y si se aventuran en los claros del bosque, por ejemplo.

Sigaud, bióloga conservacionista del Museo Nacional de Historia Natural de París (Francia), también analiza las diferencias de comportamiento de los elefantes en zonas con distintos niveles de caza furtiva. Según explica, estos animales tratan de evitar el contacto con los humanos, por lo que cuando se encuentran en hábitats que consideran peligrosos es principalmente porque saben que la actividad humana está en los niveles más bajos. Por ejemplo, los que viven en zonas urbanas suelen ser más activos por la noche. “Por lo tanto, una de nuestras hipótesis es que, en zonas con grandes claros de bosque, es más probable que los elefantes estén allí más de noche que de día”, apunta la investigadora. “Creemos que esto es distinto en las zonas en las que la caza furtiva es baja o inexistente”.

Los primeros resultados sugieren que el comportamiento de los elefantes cambia según el riesgo de caza furtiva. Ello se debe a que muchas veces los elefantes conocen los peligros a los que se enfrentan, ya que en otras ocasiones han recibido disparos o han visto cómo asesinaban a otros miembros de la manada.

“Son unos animales muy listos”, comenta Sigaud. “Muchos de ellos ya han tenido encontronazos con cazadores”. Según señala, a menudo las patrullas detectan e identifican elefantes que presentan antiguas heridas de bala. En el futuro, los datos GPS podrían ayudar a alertar a la ANPN de los cambios de comportamiento de los elefantes cuando perciben el peligro. Ello permitiría mandar patrullas a la zona en cuestión con el objetivo de evitar la caza furtiva.

Las investigaciones a las que hace referencia este artículo han sido financiadas por la UE a través de las Acciones Marie Skłodowska-Curie (MSCA). Artículo publicado originalmente en Horizon, la Revista de Investigación e Innovación de la Unión Europea.

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