Nacen cinco dragones de Komodo en Bioparc Fuengirola, la primera vez en España en diez años
El centro consigue un hito de la reproducción de esta especie, de la que apenas existen 1.300 ejemplares en libertad
El día de San Juan de 2022 se produjo un hecho excepcional en las instalaciones de Bioparc Fuengirola, parque de fauna ubicado en este municipio malagueño. Aquel día, Ora y Reo, dos dragones de Komodo, copularon. Ella es una hembra de 13 años y él un macho de 19. Sin descendencia previa, el equipo de profesionales de este espacio acordó que si de esa unión nacía alguna cría, la primera llevaría un nombre que homenajeara aquella jornada. A principios de este mes cumplieron su promesa. Un pequeño reptil rompía el cascarón de su huevo, vivito y coleando. Lo bautizaron como Juanito. Días más tarde nacieron Fénix, Embum, Drakaris y Saya. Suponen un hito porque es la primera vez que se consigue la reproducción de esta especie en España en los últimos diez años. Solo el zoo de Barcelona lo había conseguido antes, en 2012. Catalogada en peligro de extinción, apenas existen 1.300 ejemplares en libertad.
De aquel 24 de junio salió una puesta de 12 huevos. Se salvaron cinco, puesto que los otros siete mostraban un color y una rugosidad que los hacía no viables. “La especie tiene dos oviductos y, a veces, uno queda fertilizado y otro no. Se ve claramente los que no lo están”, dice Milagros Robledo, responsable del equipo de Herpetología de Bioparc Fuengirola. Los que sí fueron trasladados a dos incubadoras —para aumentar las posibilidades de la eclosión— donde se mantuvieron a una temperatura de entre 29,5 y 30,5 grados. También se reprodujeron otras circunstancias que tendría un nido en la naturaleza, como una humedad de entre el 70% y el 90%. A principios de este mes, antes de lo esperado, Juanito asomó su cabeza y en las dos semanas siguientes nacieron los demás. Todos tenían un tamaño de entre 30 y 45 centímetros y los más pequeños necesitaron ayuda humana, puesto que habían quedado unidos al vitelo del huevo.
Hoy tienen una mirada profunda, como si fueran conscientes del tamaño que podrán alcanzar en el futuro, pero de momento estas crías se mueven aún con cierta torpeza. Jamás conocerán a sus progenitores como tampoco lo hubieran hecho en libertad. “Como en la mayoría de reptiles, aquí no hay cariño. Las crías son presas, así que las de esta especie suelen pasar su primer año de vida en un árbol, alimentándose. Rara vez bajan”, dice Robledo. Ahora residen en terrarios individualizados en los que muestran de manera constante su singular lengua bífida, con la que captan olores y sabores. Sus presas son, por ahora, gusanos, insectos o crías de ratón.
Sus nombres fueron también decididos antes de su nacimiento. A Fénix le pusieron el nombre porque su huevo se llegó a romper durante la incubación pero, aun así, consiguió salir adelante. A Embum le llamaron así porque en indonesio significa “rocío de la mañana” y Saya es un homenaje a una hembra de dragón de Komodo que residió en Fuengirola hace años hasta su muerte natural. Drakaris, claro, “procede de la parte friki que tenemos en el equipo”, dice Robledo, seguidora de Juego de Tronos. Todos suponen “un futuro esperanzador para esta especie amenazada”, explica Robledo, que destaca que no es fácil conseguir que dos ejemplares copulen porque la hembra solo entra en celo una semana al año y, el resto del tiempo, evita al macho.
En Fuengirola, de hecho, viven separados porque si se encontraran se pelearían. Y dado su gran tamaño —Reo mide 2,20 metros y pesa 70 kilos, mientras que Ora ronda los dos metros y los 50 kilos— las consecuencias podrían ser fatales. De piel oscura salpicada de motas claras y amarillentas, Juanito y sus hermanos son de momento mucho más pequeños. Darán el estirón con calma, pero estos animales pueden superar fácilmente la envergadura de sus padres y alcanzar los dos metros y medio de largo.
Bioparc Fuengirola es uno de los 30 zoológicos que forman parte del Programa Europeo de Especies en Peligro (EEP) de este gran varano, coordinado por la Asociación Europea de Zoos y Acuarios (EAZA). Su recomendación es que de cada puesta se incuben cinco huevos, justo lo que ha ocurrido en la Costa del Sol. “Esta decisión garantiza la variabilidad genética de los dragones de Komodo y fortalece a estos reptiles en el caso de que, en un futuro, sea necesario reintroducirlos en su hábitat”, explica Jesús Recuero, director técnico, veterinario y conservador del centro fuengiroleño. De momento, lo más probable es que estos cinco ejemplares pasen a formar parte del programa de cría para fortalecer la genética de la especie en cautividad y no conozcan la libertad.
El dragón de Komodo es una especie en peligro de extinción de la que apenas quedan unos 1.500 ejemplares en todo el mundo, de los que 220 se encuentran en centros de conservación pertenecientes a la EAZA. En libertad se localizan en la isla de Flores, Komodo, Rinca, Padar, Nusa Kode y Gili Motang, en Indonesia. Según explican desde Bioparc, en los últimos 15 años la población de dragones se ha reducido en un 25% por la quema de los bosques donde residen y los estragos que causa la caza furtiva. A todo ello “se le suma la enorme acumulación de residuos que transportan las corrientes oceánicas y que terminan en las islas donde viven estos primitivos y grandes varanos”, concluyen desde el centro fuengiroleño.
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