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Tres vacunados por cada 100 personas en los países pobres: el caldo de cultivo para nuevas mutaciones del coronavirus

La detección de la preocupante variante ómicron en el sur de África expone el fracaso de la gestión mundial de la pandemia

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Una mujer recibe una dosis de vacuna contra la covid en Johannesburgo (Sudáfrica), el 20 de agosto.Sumaya Hisham (Reuters)
Manuel Ansede

El virólogo camerunés John Nkengasong hizo un durísimo pronóstico en marzo. “Europa está intentando vacunar al 80% de sus ciudadanos [va por el 70%]. Estados Unidos quiere vacunar a toda su población [está en el 69%]. Acabarán la vacunación, impondrán restricciones a los viajes y entonces África se convertirá en el continente de la covid”, profetizó Nkengasong, director de los Centros de África para el Control y la Prevención de las Enfermedades, con sede en la ciudad etíope de Adís Abeba. Este viernes, la UE y EE UU anunciaron el cierre de sus fronteras a los vuelos procedentes del sur del continente africano, tras la detección en Botsuana y Sudáfrica de la variante ómicron, una nueva versión del coronavirus con más de 30 mutaciones muy inquietantes. Nkengasong acertó. El mundo se puso en guardia. Las Bolsas mundiales cerraron en números rojos.

Apenas tres de cada 100 personas han sido completamente vacunadas contra la covid en los países más pobres del planeta, según el recuento de la Universidad de Oxford, pese a que existen vacunas seguras y eficaces desde hace casi un año. En África, la cifra de vacunados es del 7%, aunque hay países donde prácticamente nadie ha visto una aguja, como Burundi (0,0025%), República Democrática del Congo (0,06%) y Chad (0,42%). La situación mundial es un polvorín, también para los más ricos. El virus no para de mutar, al cometer errores al multiplicarse, así que cada enfermo, con hasta un billón de virus dentro de su cuerpo, aumenta las posibilidades de que surjan por azar versiones más contagiosas o virulentas del patógeno. Oficialmente, hay más de tres millones de infectados confirmados cada semana, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte de que en África —con población muy joven y en muchos casos asintomática y deficientes medios de rastreo— probablemente solo se detecta uno de cada siete casos.

El biólogo etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, se ha desgañitado en los últimos meses denunciando la desigualdad en la vacunación. “Cada día se ponen seis veces más dosis de recuerdo [la tercera inyección en los países ricos] que primeras dosis en los países de bajos ingresos. Es un escándalo que debe terminar ya”, proclamó hace dos semanas. “No tiene sentido poner dosis de recuerdo a adultos sanos o vacunar a los niños cuando los trabajadores sanitarios, las personas mayores y otros grupos de alto riesgo en todo el mundo están todavía esperando su primera dosis”, alertó el etíope. “Nadie está a salvo hasta que todos estemos a salvo”, sentenció.

La viróloga Nicksy Gumede-Moeletsi, de la oficina regional de la OMS en Brazzaville (República del Congo), advierte de que la expansión fuera de control del coronavirus es el caldo de cultivo perfecto para la aparición de nuevas variantes “muy preocupantes”, como ómicron. “Mientras sigamos teniendo una cobertura de vacunación tan baja, especialmente en África, brindaremos la posibilidad de que las variantes se diseminen. África necesita vacunas”, argumenta Gumede-Moeletsi.

La inmunización en el continente está lastrada por los endebles sistemas sanitarios y una logística deficiente para el traslado de los fármacos en condiciones óptimas. Pero gran parte del problema radica en ese acaparamiento de dosis que denuncia la OMS por parte de los países desarrollados. Las grandes potencias económicas han prometido donar unos 2.000 millones de dosis, a través de la iniciativa COVAX, una cifra exigua para vacunar al 70% de la población mundial con la pauta de dos inyecciones. EE UU ha ofrecido 1.100 millones de inyecciones, la UE, 500 millones; y Reino Unido y China, 100 millones cada uno, según un análisis del Consejo de Relaciones Exteriores, un laboratorio de ideas estadounidense. Las promesas ya son escasas y la realidad es cinco veces más insuficiente que las promesas: solo se ha entregado una de cada cinco dosis prometidas, según los últimos datos de este grupo de reflexión, actualizados hace un mes.

Mientras sigamos teniendo una cobertura de vacunación tan baja, especialmente en África, brindaremos la posibilidad de que las variantes se diseminen”
Nicksy Gumede-Moeletsi, viróloga de la OMS

Después de meses de polémica por la liberalización de las patentes de las vacunas contra la covid —la Organización Mundial del Comercio ha sido incapaz de llegar a un acuerdo por la oposición de algunos miembros, como la UE, Reino Unido, Noruega y Suiza—, la OMS lanzó en junio un consorcio para intentar producir vacunas contra la covid en Sudáfrica. El continente depende ahora de las fábricas en India, China, EE UU y la UE, volcadas en los contratos con los países más ricos.

La compañía sudafricana Afrigen Biologics, apoyada por la OMS, intentará copiar la fórmula de la vacuna de la empresa estadounidense Moderna, criticada por la Casa Blanca por no ceder su receta pese a haber recibido unos 9.000 millones de euros en ayudas del Gobierno de EE UU. Afrigen ya ha reconocido que no tendrá vacunas al menos hasta el otoño de 2022. El médico Tom Frieden, exdirector de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE UU, ha llegado a afirmar que “dos empresas retienen al mundo como rehén”, en alusión a Moderna y Pfizer, presionadas para que compartan la tecnología de sus vacunas, consideradas las más eficaces contra la covid.

La variante delta, detectada por primera vez en India hace un año, ya cambió el curso de la pandemia, al tener mutaciones que la hacían ser el doble de contagiosa que las anteriores versiones del coronavirus. La variante ómicron presenta varias de las mutaciones de delta, sumadas a algunas inéditas y a otras ya observadas en las versiones alfa, beta y gamma, identificadas respectivamente en el Reino Unido, Sudáfrica y Brasil. Muchas de las más de 30 mutaciones preocupantes de ómicron están asociadas a una mayor transmisibilidad y a cierta capacidad para escapar de las defensas humanas —ya sean las naturales o las generadas por las vacunas—, pero probablemente se necesitarán semanas para confirmar su auténtica peligrosidad.

La solución, en cualquier caso, es conocida, como recuerda la viróloga Isabel Sola. “No es cuestión de hacer nada radicalmente nuevo, sino de extremar las medidas ya disponibles para limitar la transmisión del virus: mascarilla, ventilación, contactos limitados, distancia… La vacunación limita también el avance de la infección, por lo que ayudaría a contenerlo”, explica Sola, codirectora de una vacuna experimental contra la covid en el Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid. “Para evitar que aparezcan variantes lo elemental es limitar las infecciones, para que el virus no tenga la oportunidad de multiplicarse y cambiar”, recalca.

Es importante que invirtamos en África: identificar nuevas variantes allí es prevenir aquí”
Iñaki Comas, biólogo

El bioinformático Tulio de Oliveira, director del centro de respuesta a las epidemias de Sudáfrica, encabeza uno de los equipos que han detectado la variante ómicron. El jueves pidió a los países ricos que no castigasen a la región sudafricana con un cierre de fronteras. Los países que identifican las nuevas variantes son los que más han invertido en laboratorios de análisis, no necesariamente los lugares donde realmente surgen las mutaciones. “El mundo debería ayudar a Sudáfrica y a África, no discriminarlas y aislarlas. Al protegerlas y apoyarlas, protegeremos al mundo”, imploró De Oliveira en sus redes sociales. No tuvo éxito. Al día siguiente, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció el cierre de las fronteras de la UE, pese a que ya se había detectado un caso de la variante ómicron en Bélgica.

El biólogo Iñaki Comas aplaude a los científicos sudafricanos. “Lo importante es que los países tengan la capacidad de detectar estas variantes y que lo comuniquen rápido, como ha hecho Sudáfrica. No para crear alarmismo, pero sí para aumentar nuestra vigilancia y poder valorar si realmente es una variante que puede cambiar la cara de la epidemia, como ocurrió con delta”, opina Comas, del Instituto de Biomedicina de Valencia (CSIC). “Por eso es importante que invirtamos en todos estos países: porque identificar allí es prevenir aquí”.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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