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El sueño de la vacuna española contra la covid

Diez proyectos científicos nacionales se enfrentan a obstáculos como la falta de macacos de experimentación y la escasez de fábricas capaces de producir a gran escala

España ha iniciado una carrera contrarreloj para tener una vacuna propia contra la covid, en previsión de que las primeras vacunas de otros países no funcionen o haya problemas de abastecimiento. Ya hay 10 proyectos de investigación en marcha y cinco de estos equipos pretenden empezar los ensayos en humanos antes de que acabe 2020, según el recuento de EL PAÍS tras hablar con todos ellos. Los obstáculos a los que se enfrentan son enormes. En España no hay macacos en laboratorios de alta seguridad para poder ensayar los prototipos y la demanda mundial dificulta encontrar animales fuera. Y en España tampoco hay grandes fábricas de vacunas humanas, aunque el Gobierno negocia con las empresas veterinarias para que reorienten su producción. Estos son los 10 proyectos que aspiran a cumplir el sueño de una vacuna española.

“Hay opciones reales de tener una o varias vacunas españolas, no es nada quijotesco”, opina el científico Vicente Larraga, del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CSIC), en Madrid. Su equipo es uno de los pocos en España que ya ha logrado desarrollar una vacuna anteriormente, contra la leishmaniasis de los perros. Ahora, su laboratorio trabaja para adaptar su tecnología a la covid. A juicio de Larraga, es una necesidad estratégica. La demanda global de vacunas ronda los 5.000 millones de dosis anuales para todas las enfermedades en todos los países, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud. Proteger a toda la población del planeta frente a la covid requeriría duplicar la producción de vacunas o incluso triplicarla si se necesitan dos dosis. A corto plazo es imposible que haya vacunas para todos.

“Para nosotros sería un éxito tremendo poder empezar a vacunar a grupos de riesgo para la temporada de infecciones respiratorias del invierno de 2021-2022”, afirma Larraga, cuyo objetivo es el más generalizado entre los grupos españoles. “Queremos que haya un desarrollo español y una empresa española que pueda producirlo, porque, aunque habrá otras vacunas disponibles en el mundo a primeros de 2021, solo el que tenga la llave de esas dosis, que será una farmacéutica, decidirá a quién enviárselas”, reflexiona el científico.

El grupo del virólogo Mariano Esteban en el Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid, fue uno de los primeros en arrancar la carrera para desarrollar una vacuna, allá por el 12 de enero, cuando los científicos chinos publicaron la secuencia genética del nuevo coronavirus. El equipo de Esteban ya tiene una vacuna experimental, elaborada con una versión atenuada de otro virus inofensivo a la que se le ha insertado información genética del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la covid. Los ensayos en ratones han ofrecido resultados prometedores, pero Esteban se ha topado con una muralla: “En España no tenemos monos en ningún sitio”.

Las autoridades sanitarias suelen exigir experimentos en macacos antes de permitir las pruebas de vacunas en humanos. España dispone de dos laboratorios de alta seguridad biológica de titularidad pública: el CISA, en el municipio madrileño de Valdeolmos, y el CReSA, en la localidad barcelonesa de Cerdanyola del Vallès. Ninguno de ellos tiene macacos. “Nos encontramos en situaciones bastante precarias dentro del propio país”, lamenta Esteban.

El virólogo ha pedido precios en otros países, como EE UU. “En Harvard nos cobraban entre medio millón y un millón de dólares por 12 monos. Otro laboratorio de Texas me ha dicho que es imposible, que tienen todo ocupado hasta avanzado el año 2021”, explica. La ausencia de macacos en España y la alta demanda de estos animales en el resto del mundo suponen un cuello de botella en la carrera para tener una vacuna cuanto antes. El Ministerio de Ciencia estudia la posibilidad de adaptar su laboratorio de Valdeolmos para albergar macacos con los que ensayar las vacunas experimentales españolas, según confirma un portavoz del gabinete de Pedro Duque. Han buscado la asesoría de Vivotecnia, una empresa con sede en el municipio madrileño de Tres Cantos que sí tiene un animalario con macacos para estudiar la toxicidad de nuevos fármacos.

Luis Enjuanes e Isabel Sola, en el Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid.
Luis Enjuanes e Isabel Sola, en el Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid.Álvaro García

La viróloga Isabel Sola dirige junto a Luis Enjuanes otro de los grupos que buscan una vacuna. Los investigadores están intentando sortear la falta de macacos con la ayuda de la OMS, que los ha puesto en contacto con Bart Haagmans, un virólogo neerlandés del Centro Médico Erasmus de Róterdam que sí tiene monos. Sola, también del Centro Nacional de Biotecnología, identifica otro cuello de botella. Si las pruebas en macacos salen bien, para poder iniciar los ensayos en humanos será necesario fabricar las dosis bajo las estrictísimas condiciones exigidas a la industria de las vacunas. Y apenas hay industria de vacunas humanas en España.

“Necesitamos encontrar una empresa que tenga esta capacidad para producir a mayor escala y en esas condiciones”, señala Sola. El Gobierno está negociando con las compañías de sanidad animal, un campo en el que la industria española sí es una potencia mundial. Seis empresas tienen fábricas en España, según la patronal Veterindustria: Calier, en Les Franqueses del Vallès (Barcelona); CZ Vaccines, en O Porriño (Pontevedra); Hipra, en Amer (Girona); MSD, en Salamanca; Syva, en León; y Zoetis, en Olot (Girona). El Ministerio de Ciencia anunció este miércoles dos subvenciones de unos 500.000 euros cada una para fabricar las vacunas de Mariano Esteban y Vicente Larraga en las plantas industriales de O Porriño.

El médico Felipe García, en el Hospital Clínic de Barcelona.
El médico Felipe García, en el Hospital Clínic de Barcelona.JUAN BARBOSA (EL PAÍS)

“Lo importantes es que haya diferentes ideas y las que funcionen mejor sean las que tiren para adelante. Si probamos solo una y fracasamos será un desastre”, sostiene Felipe García, un médico del Hospital Clínic de Barcelona que lidera un consorcio para desarrollar una vacuna basada en la información genética, el ARN, del nuevo coronavirus. “Si EE UU y China son los únicos que tienen vacuna, impondrán las condiciones. Si en la UE tenemos cinco vacunas, podremos tratar con China y EE UU en pie de igualdad. Y podremos imponer unas condiciones que yo creo que son esenciales: que las vacunas, y esto lo dice la OMS, tienen que llegar a la gente más vulnerable. Dentro de los países occidentales, pero también en África, en Sudamérica, en Asia. Cualquier otra opción es absurda. Las vacunas funcionan porque proteges a la comunidad. Y, en una pandemia, la comunidad es el mundo entero”, argumenta García.

En el mundo ya hay 141 vacunas experimentales contra la covid y 13 de ellas se están probando en humanos, según el registro de la OMS. La más adelantada es la de la Universidad de Oxford y la farmacéutica británica AstraZeneca, que se ha comprometido a tener unos 100 millones de dosis para la UE hacia el final del año. La propia compañía reconoce que puede que la vacuna no sea eficaz. “En caso de que estas vacunas de primera generación no funcionen —o funcionen solo parcialmente, que yo creo que es el riesgo— necesitaremos vacunas de segunda y tercera generación que sí funcionen”, advierte el médico del Hospital Clínic.

Los 10 proyectos españoles han recibido una financiación del Ministerio de Ciencia de casi ocho millones de euros. Los equipos de Mariano Esteban, Isabel Sola, Vicente Larraga, Felipe García y también el de Rafael Blasco, en el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA), creen que podrían comenzar las pruebas en humanos antes de que acabe 2020, con el objetivo común de tener al menos unos millones de dosis de vacuna para el invierno de 2021-2022. “En España se están poniendo medios y hay un compromiso fuerte para poder hacer realidad esto que se ve como una ensoñación quijotesca”, sentencia Sola.

Fuentes: Mariano Esteban, Isabel Sola y Luis Enjuanes (CNB), Felipe García (Clínic), Vicente Larraga (CIB), Rafael Blasco (INIA), David Escors y Grazyna Kochan (Navarrabiomed), Carlos Martín (Universidad de Zaragoza), José Manuel Martínez Costas y Javier Montenegro (CiQUS/USC), Salvador Borrós, Cristina Fornaguera y Coral García (Universidad Ramón Llull)

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