En busca de una placenta artificial para salvar bebés muy prematuros
Los hospitales Clínic y Sant Joan de Déu de Barcelona inician un ensayo para diseñar un prototipo que recree la bolsa uterina para albergar bebés nacidos con menos de 26 semanas de gestación
Cobijados en una bolsa de unos tres centímetros de grosor, flotando en un líquido amniótico al calor del útero de la madre y alimentados por un cordón umbilical, los fetos crecen durante unas 40 semanas antes de nacer. A veces, sin embargo, el parto se produce unas semanas antes y los recién nacidos requieren unos días en la incubadora para acabar de madurar. Pero hay casos más complejos, los bebés prematuros extremos, que nacen antes de las 26 semanas de gestación y sacarlos adelante supone un desafío a la biología: la mortalidad puede alcanzar el 75% y la mayoría de los supervivientes padecen secuelas. Para sortear estas dificultades naturales, un grupo de investigadores de los hospitales Clínic y Sant Joan de Déu de Barcelona han iniciado un ensayo pionero en Europa para diseñar una placenta artificial donde cobijar a prematuros extremos.
“El feto está preparado para vivir dentro de su madre. A veces podemos ayudarle a vivir, pero hay un momento en que la biología nos dice que no podemos pasar, porque no tenemos pulmones para que respire o intestino para que coma. Hablamos de no seguir usando tecnología en contra de la naturaleza, sino ir a favor de su naturaleza. Que viva en unas condiciones lo más fetales posible, como si estuviera dentro de su madre”, explica Eduard Gratacós, responsable del proyecto y director de BCNatal, centro de referencia para neonatos del Clínic y el Sant Joan de Déu.
En Europa nacen unos 25.000 bebés al año antes de la semana 26 de embarazo y entre el 75% y el 95% arrastrarán graves secuelas a lo largo de su vida debido a la prematuridad. “Cuando un bebé nace prematuro nos preocupan sus pulmones, hay que forzarlos y puede provocar una broncodisplasia pulmonar. Nos preocupa intestino porque no está desarrollado y puede generar inflamaciones. Nos preocupa su sistema cardiovascular o el cerebral. Su desarrollo neurológico está amenazado, no tiene ni el 30% de neuronas ni conexiones de neuronas. Cambios muy sutiles en oxígeno que ni siquiera vemos, pueden provocar secuelas”, advierte el especialista.
El plan del equipo de Gratacós es diseñar una biobolsa artificial que replique la placenta materna para poder albergar los bebés muy prematuros unas semanas más para facilitar su proceso de maduración. Por ahora, el prototipo es muy primario y se está probando en fetos de oveja. Pero la idea es que, “en cinco o seis años”, puedan desarrollar una placenta artificial en la que acoger a los bebés durante tres o cuatro semanas. En todo el mundo hay otros tres proyectos de investigación en busca de una placenta artificial, dos en Estados Unidos y otro de científicos de Australia y Japón. Los tres están más avanzados que el prototipo de Gratacós, pero todavía nadie ha empezado a probarlo con fetos humanos.
La biobolsa de los investigadores españoles será traslúcida, aunque tendrán que protegerla de la luz para semejar el útero materno. A través del cordón umbilical real administrarán los nutrientes y el oxígeno al bebé. “Lo pondremos en una bolsa que reproduce las condiciones del líquido amniótico, caliente, manteniendo el control estricto de temperatura. Reproduciremos los sonidos del cuerpo de la madre y estudiaremos cómo eso le ayuda a modular el cerebro. Lo tendremos monitorizar con biosensores y controlarlo con ecografías no invasivas”, apunta Gratacós. Si tienen que tocar al bebé, los investigadores cuentan con brazos robóticos diseñados para operaciones fetales. “Nuestro acceso a él es infinitamente superior al que tenemos ahora”, señala el investigador.
“Lo que hacemos es sustituir un órgano del feto. Durante una etapa de nuestra vida, tuvimos un órgano que se llama placenta y es tan importante como un riñón”, sintetiza Gratacós. La Fundación La Caixa invertirá siete millones de euros en el desarrollo del proyecto que, en una primera fase, desplegará el diseño experimental con fetos ovinos. La segunda fase busca evaluar los efectos a largo plazo en el desarrollo cerebral, cardíaco, pulmonar y metabólico antes de aplicarlo a la práctica clínica. Toda la investigación está supervisada por un panel de expertos externos.
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