Denominación de Origen: M-30
El aceite Los Madriles está elaborado con aceitunas procedentes de rotondas y espacios urbanos de la capital
Se vive en tiempos donde se valora como nunca lo foodie, lo gourmet, la denominación de origen, el alimento de calidad procedente de los parajes más naturales. Pero a veces este puede surgir de lugares inesperados: es el caso del aceite Los Madriles, elaborado con las mejores aceitunas de las rotondas de la M-30 y otros olivos del centro de la agitada urbe. Árboles olvidados, relegados a lo ornamental, en pleno centro urbano, jardines de comunidades de vecinos, delegaciones de Hacienda o el olivar de Castillejo, cerca del estadio Santiago Bernabéu.
Este aceite virgen extra de primera prensada en frío, procedente de olivos de las variedades cornicabra y castellana, viene a ser una sátira de esa obsesión por el paladar fino que nos invade, un dedo que señala el desaprovechamiento de los recursos y también una forma de hackear la ciudad propia del colectivo que está detrás, TruthBehind 404. Este colectivo es responsable de otras acciones como la creación del estado soberano Hautôvia, en un terreno que se encuentra entre las circunvalaciones madrileñas, el proyecto Make a sity, para el diseño participativo de mobiliario urbano o Public Space Invaders, que colocó memorias USB en los mupis de la calle del Doctor Esquerdo. “Nuestra idea de hackeo es coger algo que está en el paisaje urbano y desviar su uso”, dice César Pérez, cerebro del proyecto.
Pero aunque hay humor en este aceite, sus creadores también reivindican su calidad como una cosa muy seria: “Es un aceite de primerísima calidad, morturada al día siguiente de la recogida de la oliva”, dice Pérez, “tiene mucho carácter: un punto amargo y un retrogusto levemente picante”.
Y sí, es completamente saludable, a pesar de lo que se podría pensar de buenas a primeras. El pasado miércoles organizaron una cata en Matadero, y las reacciones fueron positivas. El diseño de la etiqueta también tiene su retranca: dos chulapos besándose. El aceite se ha obtenido en la almazara del Instituto de la Vid, un centro de formación profesional situado en la Casa de Campo (es, pues, un producto de Kilómetro Cero), con quienes esperan volver a colaborar para la cosecha del año que viene. Este año solo han producido treinta litros, que no se comercializarán. “Este proyecto tiene una fuerte faceta artística”, explica Pérez, “es un fin en sí mismo, el hecho de que algo así ocurra ya es emocionante”.
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