_
_
_
_

“Hay ideas correctas que no están en la ley”

El arquitecto Santiago Cirugeda defiende que en los proyectos autoconstruidos la ciudadanía se implica, aprende, se siente útil y respeta la edificación

Ángeles Lucas
El arquitecto sevillano Santiago Cirugeda, en Sevilla.
El arquitecto sevillano Santiago Cirugeda, en Sevilla. julián rojas

Un columpio. Este es uno de los objetos que ha servido de punto de partida para que el arquitecto sevillano Santiago Cirugeda (1971) alcance reconocido prestigio internacional en ámbitos de arquitectura social, colectiva, de reciclaje, de autoconstrucción, subversiva y revolucionaria. Hace casi 20 años fabricó un columpio con objetos simples y lo colocó en un barrio de Sevilla. Todos comenzaron a usarlo. Después de un tiempo lo desmontó.

“Si lo quieres tú, móntalo tú. Yo te doy los materiales si quieres pero no hago proyectos asistenciales, no suplanto al Ayuntamiento. Yo doy los mecanismos para que la gente los tome como suyos. Coordino y asumo las responsabilidades de un trabajo que se hace entre todos”, explica. “Nunca quise el título de arquitecto, pero lo que este me ha dado es la posibilidad de asumir los riesgos, la responsabilidad administrativa, penal, civil y profesional de los proyectos… como las asumen los médicos”, dice de forma clara Cirugeda, que aun habiendo estudiando arquitectura sin vocación, ha expuesto su trabajo en la Bienal de Venecia, en el Centro George Pompidou de París o la Manifesta 4 de Francfort entre decenas de exhibiciones internacionales.

Ese columpio ya es un símbolo. Con él consiguió que se cambiara la ordenanza de solares de Sevilla y resume parte de su trayectoria profesional. Tardó 13 años en obtener el título de arquitecto porque invirtió mucho tiempo en estudiar qué pasaba en su ciudad. “Me pregunté ¿qué hay que hacer para poner un columpio en tu barrio? Me puse a investigar y entendí cómo funcionaba el sistema urbanístico, muy alejado de la ciudadanía. Fue algo que en la facultad no me enseñaron en absoluto”, valora. “Así empezaron a denunciarme, pero poco a poco me iba reuniendo con concejales, con técnicos… y me fui creando una conciencia para reinterpretar lo que planteaban y dar salidas. Al principio hacía acciones de visibilidad de derechos, ahora hago algo mucho más sofisticado”, explica.

La historia de un edificio

  • El arquitecto Santiago Cirugeda cuenta que hace un tiempo impartió varios talleres en la Universidad de Granada y unió los ejercicios prácticos de sus alumnos hasta montar un edificio. "Había un taller de estructura, otro de materiales, otro de carpintería... en lugar de hacerlos para nada, uní los trabajos y salió un edificio de 150 metros y dos plantas. Lo construimos entre todos, y ahí se quedó. A los cuatro años, desde la Universidad dijeron '¿Esto que es?'. Ese espacio era el resultado de nuestras clases", cuenta sonriendo. Ahora esa infraestructura está reutilizada en La Carpa de Sevilla.

El columpio es un elemento de cohesión social, alrededor de él se crea ciudad, los niños aprenden, se ejercitan, ríen. Fue el punto de partida, ahora Cirugeda ya ha construido escuelas, centros sociales, aulas, skate parks, mercados, viviendas, refugios para animales, huertos, ha ocupado árboles, ha fabricado extensiones de espacios con andamios... Son el resultado palpable de sus principios aunque para conseguirlo se mueva en terrenos alegales. “No podemos ser creativos si la Administración no lo es. Que tú como técnico o político no lo entiendas, no significa que no sea válido. A la Administración hay que forzarla a que esté atenta a los cambios. Hay ideas que no las contempla la ley y son correctas”, considera.

“Por eso, a veces, construimos, empezamos a dar uso y, después, resolvemos los trámites administrativos para legalizarlo. Normalmente esta burocracia está vinculada a procesos especulativos de los que no participamos”, reconoce el arquitecto, que no da cifras de la cantidad de causas legales que tiene abiertas. Lo que sí detalla es el número de correos que recibe para solicitar su asesoramiento: “Tengo 2.000 mensajes como mínimo de personas que nos reclaman resolver problemas de espacio o de habitabilidad. Yo trabajo en ello. ¿Qué hay de malo en eso?”.

Lo que tiene clarísimo es la seguridad en la obra autoconstruida, en la que participan niños, adolescentes, jóvenes, gente sin experiencia. “Hemos trabajado incluso con una niña que es parapléjica, sorda y ciega y con un niño autista que te pone 500 tornillos en el mismo sitio. Los padres confían en que la autoconstrucción les da alegría, hacen lo que va a ser suyo”, dice.

Asegura que nunca ha habido un accidente y prevé que nunca lo habrá. De ese aspecto puede presumir. Ilustró con su equipo Recetas Urbanas, fundado en 1996, un catálogo del Estudio de Seguridad y Salud Laboral para que cualquier persona no profesional lo comprendiera y lo ha enseñado incluso en másteres. “Era absurdo leerse más de 200 folios. La gente lo imprimía, se cargaba dos árboles y no lo aplicaba. Ahora es accesible para todos”.

Ese manual lo mostrará en su próximo proyecto, concebido para evitar desahucios. “Se llama alquiler compensado y consiste en que yo, como arquitecto, evalúe y proponga mecanismos de mejora de eficiencia energética y física del edificio y compensar el alquiler con el trabajo de esa familia. Así cambiamos anímicamente el estigma de los desempleados y actualizamos entre todos la edificación. De hecho, hay leyes europeas de eficiencia energética que van a machacar a España”, dice de retahíla.

Esta es otra propuesta de ruptura . “No son procedimientos económicos ni especulativos, son sociales y educativos. No hay constructoras, ni contratas, se edifica con voluntarios, aunque también contrato a personal profesional, que siempre cobra”, matiza. Cuenta entre risas que los niños se motivan tanto con los proyectos que le dicen que de mayor quieren ser arquitectos. “Yo les digo que es mejor otra profesión”.

La explosión de la burbuja inmobiliaria ha dejado a los arquitectos tradicionales sin apenas empleo: “Antes todos mis compañeros trabajaban como Dios manda, y yo era casi un tonto”, dice. Y aunque reconoce que ahora hay menos financiación, no le falta trabajo. Este mes ha impartido una conferencia en Nueva York, y en su currículo cuenta con más de 50 visitas profesionales a Latinoamérica y otras tantas a Europa. Imparte talleres, cursos, da conferencias, visita obras, es mediador... Pero quiere pelear más fuerte por Andalucía. Uno de sus proyectos favoritos es La Carpa, en un área cedida por el Ayuntamiento de Sevilla, donde ha creado espacios para la Escuela Andaluza de Circo y otros siete colectivos culturales y artísticos más. “Ese espacio me da la vida, es energía pura”, dice. Es un lugar con columpios.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ángeles Lucas
Es editora de Sociedad. Antes en Portada, Internacional, Planeta Futuro y Andalucía. Ha escrito reportajes sobre medio ambiente y derechos humanos desde más de 10 países y colaboró tres años con BBC Mundo. Realizó la exposición fotográfica ‘La tierra es un solo país’. Másteres de EL PAÍS, y de Antropología de la Universidad de Sevilla.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_