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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Patriótico Wert

El ministro y su ley apuntan contra la cohesión social que ha supuesto la inmersión en las escuelas catalanas

Francesc Valls

El nacionalismo taumatúrgico tiene entusiastas por doquier. Como si de una prolongación de los poderes sobrenaturales de los reyes se tratase, ciertos patriotismos pretenden obrar el milagro lograr que el entusiasmo por la bandera haga olvidar el sufrimiento por la crisis. En Cataluña, las “estructuras de Estado” de resonancias althusserianas han intentado erigirse en un cebo goloso para la ciudadanía golpeada por los recortes. La campaña electoral fue un buen ejemplo. Elena Ribera, número dos de CiU por Girona lo explicitó en el fragor de esos intensos 15 días: “En Cataluña hay muchas ovejas que buscan un pastor. Y ese pastor lo tenemos nosotros. Y la gente va descarriada porque creen que el problema son los recortes, la crisis. Y es cierto. Pero bienvenida sea la crisis porque ha hecho aflorar el sentimiento catalán y nos ha permitido decir: dadnos lo que es nuestro, porque nos toca, porque lo merecemos”.

Una vez pasada la batalla, las ovejas descarriadas han dejado un patio político revuelto y han acampado a la orilla del mar Rojo. Y es que la ciudadanía ha decidido en las urnas organizarse por su cuenta antes que seguir gregariamente a un pastor que primero convirtió la austeridad en virtud y luego en un defecto atribuible al calvinismo español.

Mientras decide qué va a hacer, el rebaño se ha visto desagradablemente sorprendido por la propuesta del ministro de Educación, José Ignacio Wert, para yugular la inmersión lingüística, una de las pocas propuestas que ha generado consenso educactivo en Cataluña. Con su anteproyecto de ley de la LOMCE, el ministro se ha erigido en paladín del nacionalismo español más rancio, que pretende esconder su fracaso político tras una enorme bandera. Su empeño decidido amenaza los puentes que quedan entre Cataluña y España, al tiempo que trata de ocultar, tras encendidas afirmaciones de españolismo, la crisis: con parados y pensionistas con la paga recortada que sostienen a sus familia. La llamada de la patria —la historia así lo acredita— es un argumento atávicamente peligroso.

El compendio de todo el proyecto es un monumento al alma más negra de esa derecha, amante del toro bravo , que tanto gusta a Wert

La reducción del catalán a una asignatura de las conocidas como marías, la sensacional apertura a la enseñanza en “lengua materna” — va a ser caro, en Cataluña hay 273 idiomas censados— o el pago por parte de toda la ciudadanía de la minuta mensual de una escuela privada para aquellos alumnos que deseen ser escolarizados en castellano y no tengan un centro público o concertado disponible da la medida del despropósito. El proyecto de la LOMCE, además de fabricar independentistas, elimina la Educación para la Ciudadanía, reduce al estado laical al catalán y devuelve bajo palio a las aulas como evaluable a la asignatura de Religión católica: esa que pagan judíos y gentiles, ateos y creyentes, pero cuyo profesorado ha de obtener el nihil obstat doctrinal del obispo de la diócesis. Como si el tiempo no fuera con ellos.

El compendio de todo el proyecto es un monumento al alma más negra de esa derecha, amante del toro bravo , que tanto gusta a Wert, y también de de frecuentar mesas y manifestaciones bajo la advocación de la Conferencia Episcopal. Es la derecha que el expresidente Aznar defiende sin complejos, al anunciar que antes se romperá Cataluña que España. Y la LOMCE apunta directamente a la cohesión social que ha supuesto la inmersión lingüística.

Poco importa que los presupuestos en Educación hayan perdido en las comunidades más de 6.300 millones de euros desde 2010. Todo está en rebajas, pero, gracias a la asignatura de Religión católica, España no perderá su alma. La LOMCE quiere suplir la falta de inversión con demagogia. No aborda el fracaso escolar, que ronda el 30%. Y es que en Sefarad abundan quienes se envuelven en la bandera para eludir responsabilidades por la crisis.

Son aquellos que tratan de contagiar a la ciudadanía una visión tan peligrosamente superficial como la que previsiblemente tenga de África el propietario de una potente colección de animales disecados: con leones, antílopes, cabezas de búfalo, jirafas y, de adorno, colmillos de elefante. Muy similar a la galería de taxidermia del ex expresidente de la patronal CEOE, Gerardo Díaz Ferrán.

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