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Llevas toda la vida guardando mal el preservativo

Estos son los errores más frecuentes con los que mermamos la eficacia de este método anticonceptivo

No elegir la talla adecuada es habitual, cuando basta con una medición correcta.
No elegir la talla adecuada es habitual, cuando basta con una medición correcta.Oppenheim Bernhard (Getty Images)
Manuela Sanoja
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Una pareja juega entre sábanas. Besos, caricias, masajes… Y algo más. Él busca la mano en el bolsillo del pantalón, abre la cartera y de ella saca un preservativo. Lo agarra por una esquina, rasga con los dientes el envoltorio y saca el condón, que —acto seguido— se pone a modo de calcetín. La secuencia dura poco más de unos segundos, tiempo suficiente para cometer tres de los errores más habituales en la manipulación de este método anticonceptivo, según reza el libro ¡Entérate! (Ediciones Martínez Roca, 2020). Y no son cosas de principiantes, ni todos los fallos que puede haber. Desde que el grosor afecta a su efectividad hasta pensar que producen problemas de erección, pasando por la incorrecta elección de la talla, esto es todo lo que hacemos mal con los preservativos.

Llevarlo en la cartera. Es un error porque “los roces y la temperatura deterioran la elasticidad”, apunta el libro. Este problema crece cuando el preservativo se guarda en el bolsillo trasero del pantalón. “Se puede ir desgastando con los movimientos. Te sientas y lo aplastas, caminas y va rozando”, aclara Francisca Molero, sexóloga del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sexología. Lo ideal es guardar los preservativos en un sitio fresco como la mesilla de noche, pero ¿qué hacemos cuando queremos llevarlo encima? “En el caso de los hombres, el bolsillo de la camisa para evitar los roces; en el de las mujeres, en el típico bolsillo con cremallera que hay en casi todos los bolsos. Que no vaya suelto y se pueda rozar con otras cosas como las llaves”, explica Molero.

Abrir el envoltorio con los dientes. Si eres de los que no lo han hecho nunca, vas por buen camino. Pero lo cierto es que el gesto se hace con bastante frecuencia, asegura la directora de Psicología Clínica y Sexología del Instituto Lyx, Miren Larrazabal: “Hay que manipular el paquete con cuidado. Siempre con las yemas de los dedos”, dice esta experta. El porqué es evidente: tanto los dientes como unas uñas excesivamente afiladas pueden rasgar el látex de manera inadvertida. Y un preservativo roto solo vale para disgustos.

Estirarlo como un calcetín antes de ponerlo. El problema de esta manera de proceder es que “si se estira por los lados, es más probable que quede aire dentro”, apunta el texto de ¡Entérate! Y ese aire puede ser sinónimo de un reventón durante el coito. Lo mismo ocurre si se sopla antes de ponerlo. La forma adecuada es “pinzar la parte del reservorio y, a partir de ahí, desenrollarlo con cuidado sobre el pene, hasta la base y siempre estando erecto”, explica Molero. ¿Que eso ya lo sabías? Bien. Lo que quizá ignoras es la necesidad de tener las manos siempre limpias. Según Larrazabal, “es habitual que la gente llegue de la calle y no se las lave, pero hay que hacerlo siempre antes de manipular los genitales porque las bacterias se pueden quedar en ellos y causar problemas”.

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Mucho más que picor

Los casos aumentan desde 1995 pese a que la prevención evitaría importantes problemas de salud. Las consecuencias pueden ser tan graves como la infertilidad.

Elegir la talla. Según las conclusiones de un estudio de la Universidad de Indiana (EE UU), en el que participaron 1.661 hombres estadounidenses, el 83% de los varones tiene el pene algo más pequeño del tamaño de los preservativos normales (el tamaño del que lo tienen estos varones es 14 cm, como la media española). Es una conclusión tan sorprendente como difícil de encajar en la práctica diaria, pues resulta que no existe una normativa que obligue a las marcas a tener exactamente el mismo tallaje. “Cada una tiene el suyo propio. Es como los pantalones, que los americanos tienen una talla y los europeos otra”, dice Larrazabal. Sin embargo, ambas expertas coinciden en que la industria conoce bien las medidas y que “la mayoría de preservativos van bien para todos porque tienen mucha capacidad, aunque algunos pueden presionar al principio de entrada. Lo que hay que hacer en estos casos es medir el diámetro del pene erecto y buscar la talla más adecuada, sobre todo por el confort. Cuando está prieto se siente como si fuera pequeño”, dice Molero, quien recomienda siempre comprar una caja pequeña y probarlos solos, antes de estar con una pareja. Así, es posible ver si uno está más cómodo o no con una marca u otra.

Pensar que el grosor afecta a la seguridad. No hay diferencia entre un condón normal y uno extrafino, dicen las expertas. “Lo que marca la fiabilidad de los preservativos es que cumplan con todas las recomendaciones sanitarias, no si es más o menos gruesos. Lo que hay que hacer es comprar siempre marcas certificadas y mirar siempre la fecha de caducidad”, dice Larrazabal. Su elasticidad y la calidad del látex está testada antes de llegar al mercado. Y siempre podemos hacer la prueba en casa con dos tipos distintos. “Todos lo hemos hecho o visto alguna vez, lo de llenarlos de agua. Resisten muchísimo, sean gruesos o más finos”, dice Molero.

O que afecta a la erección. Acabemos con este mito de una vez, que no es más que la clásica excusa para evitar ponerse el preservativo. “No produce problemas de erección. Lo que sí puede producir es ponerse nervioso por distintos motivos, como no conseguir colocarse el condón a la primera. Con los nervios la mente se sale del momento y se pierde la erección, pero no es culpa del preservativo”, dice Larrazabal. Molero coincide y recomienda ver el momento como un juego: “No hay que salirse de la situación para ponérselo, hay que introducirlo en el juego, que forme parte del erotismo. Por ejemplo, dejando que tu pareja te lo ponga”. Lo que sí hay que hacer es retirarlo antes de perder la erección una vez se haya eyaculado y finalizado el acto. “De lo contrario se puede salir del pene y quedarse dentro de la vagina”, aclara Molero, quien añade que una vez fuera “siempre hay que revisar que no se haya roto, haciendo un nudo y verificando que el contenido no salga”. Y nada de tirarlo al váter “porque acaban en el mar. Siempre a la basura”, añade esta experta.

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No es el preservativo, eres tú

El uso del método anticonceptivo no tiene nada que ver con los problemas de erección. Alegar falta de sensibilidad para renunciar a su uso tampoco tiene sentido

No fijarse en la fecha de caducidad. Es frecuente comprar una caja de preservativos y tirar con ella hasta que se acaben. También lo es no recordar cuándo se han comprado (sobre todo esos que van a la cartera...), dice Larrazabal: “Es habitual meterlos ahí y olvidarse de cuánto llevan”. La especialista afirma que es habitual que en consulta haya pacientes que saquen de la cartera paquetes de condones completamente caducados, ante su sorpresa. “Esto no es una cuestión de consumo preferente o ‘mejor antes de’. Pasada esa fecha, el preservativo pierde las características de seguridad y fiabilidad. No se deben usar caducados”, afirma Larrazabal. El problema es que cuando han pasado cinco años desde su salida de la fábrica, el látex pierde flexibilidad y hay riesgo de que se rasgue.

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