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Crítica:

Lugar y oficio de la pintura de Broto

Lugar y oficio de la pintura de Broto. Ambito ideal esta muestra para la reflexión sobre algunas cuestiones que no son caras. Reflexión que la pintura misma, y no sólo su «teoría», está propiciando en la medida en que es objeto de conocimiento. No perdamos, por tanto, de «vista» la pintura; no nos dejemos retrotraer a otros tiempos en que, por mecánica de ese desgraciado sambenito del soporte y la superficie, se barajaban hipótesis sobre el carácter «correcto» o «no correcto» de lo que se daba a ver. Aquí se da a ver; un pintor que dentro del grupo de Trama aparece ya como el más maduro; alguien sobre el que Federico Jiménez, parafraseando a Bocángel, nos dice que «tiene por oficio, que no por privilegio, la hermosura».Me parecen datos más que de sobra para justificar (no aquí, ya que estas columnas, difícilmente podrán ser escenario del goce analítico) un análisis en profundidad. En todo caso, datos a contraponer a la falta de reacción del buen público capitalino, el cual decididamente no parece dispuesto a compartir la hermosura (cuya privacidad y privilegio se mantendrán así en contra de lo deseado) ni a «terminar» estos cuadro espléndidos más que por una palabra ignorante o un silencio muy explícito, reacciones que nos recuerdan lo que la teoría artística china dice del mal público al que no conviene enseñarle, ni siquiera materialmente, la pintura: en castellano, margaritas comidas por cerdos.

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