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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Eva Lootz

Miremos uno por uno estos objetivos. Comparemos la barra de plomo con las escayolas, la huella en plumas de la espalda, las asas, los brazaletes, las placas de parafina. Intentemos cernirlos, fragmentos de una totalidad sin estatuto definido. Pensar el cuerpo al que en negativo los objetos se encuentran ligados empieza por ahí; por ahí, como dice Patricio. Bulnes, «el órgano que el objeto con la mano crea». Siempre una máquina acoplada con otra, siempre cantidades intensivas que circulan, porque «todo objeto supone la continuidad de un flujo, todo flujo, la fragmentación del objeto» (Anti-Edipo).Sí la crítica no tuviera un cierto papel de guiño o llamada de atención, no harían falta pistas precisas para que pasaran en lo escrito el género de reflexión aludido y las cuestiones que introduce. El único concepto a partir del cual entender qué tienen que ver, estructuralmente, «cuerpo» y «producción artística», es el de producción deseante, y la única forma de abordar su análisis concreto es el rechazo del concepto de expresión, la necesidad de considerar al ello como producción y no como el equivalente moderno de ese supuesto sustrato o lugar previo que los antiguos llamaban inspiración. Que una obra como la más reciente de Eva Lootz nos acerque a tales cuestiones plantea de una manera nueva la relación teorica/ práctica del arte; sin necesidad de una apoyatura teórica manifiesta, hay una red que une lo tradicionalmente separado.

Galería G

Casanova, 264 Barcelona

Pistas de un orden más inmediato no cuesta darlas. Eva Lootz es austríaca, vive en Madrid desde hace años, ha expuesto dos veces (Galerías Ovidio y Buades); ahora presenta sus objetos en la Galería G, de Barcelona. Participó en el tinglado llamado Pintura I, mas cuando le preguntaron por el contexto de la pintura-pintura (aquella de la que por cierto el mismo Devade dijo: «Ça me fait chier») fue la única en contestar en contra: «La llamada vuelta a la pintura, dé cuya existencia como movimiento no estoy particularmente convencida, no me ha influenciado de modo alguno, puesto que para mi la pintura ha sido siempre una práctica entre otras (objetos, fotos, etcétera).»

Una práctica entre otras: mientras en las muestras de Ovidio, y en menor grado, Buades, había un entronque bastante directo con la abstracción norteamericana (Barnet Newman, Morris Louis), ahora el hacer escapa al lienzo para fundirse con la cotidianeidad productiva: «La acción formal es un hecho neutral como el de hacer una carretera, comunicar las dos faldas de un monte con un cable eléctrico, descolgar una lona por un desfiladero». Recuerdo también aquel texto en que hablaba del obrero que colocaba tejas frente a su ventana. Lo que ella llama el estatuto indefinido de sus objetos tiene que ver con esto, con la superación del lugar artístico «especializado». De qué forma un objeto se vincula con otro y el género de ¡ejido que van delimitando, las huellas de un cuerpo que suponen: ahí están las, claves del asunto.

Se entiende que, a partir de tales premisas, lo que Eva Lootz produce posea una gran capacidad. Nada de la retórica de los materiales a que nos tiene acostumbrado el arte povera: ambigüedad sustancial de aquello que oculta, que contiene; intensidad desacostumbrada de aquello que es ausencia del cuerpo fragmentado (la mano, el pie, la espalda, el brazo, las orejas.o, mejor dicho, sus rastros sobre un material tenue), de la máquina compuesta por el material y la mano que hace, luego por el objeto y el cuerpo que lo usa, de unas esposas de tela, del asa que une y arrastra. El cuerpo productor se revela así (y habría mucho que escribir, pues se revela producción de sentido) en la, medida en que no está presente, en que es no-acción,en que la intensidad hay que buscarla debajo, lejos o antes. Todo el ritual de Eva Lootz. sería así exactamente lo contrario de la exacerbada corporeidad de los happenings de la escuela vienesa: un hecho neutral que condensa intensidad allí donde la mirada ve sin proponérselo, y siente.

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