Lugar y oficio de la pintura de Broto
Ambito ideal esta muestra para la reflexión sobre algunas cuestiones que no son caras. Reflexión que la pintura misma, y no sólo su «teoría», está propiciando en la medida en que es objeto de conocimiento. No perdamos, por tanto, de «vista» la pintura; no nos dejemos retrotraer a otros tiempos en que, por mecánica de ese desgraciado sambenito del soporte y la superficie, se barajaban hipótesis sobre el carácter «correcto» o «no correcto» de lo que se daba a ver. Aquí se da a ver; un pintor que dentro del grupo de Trama aparece ya como el más maduro; alguien sobre el que Federico Jiménez, parafraseando a Bocángel, nos dice que «tiene por oficio, que no por privilegio, la hermosura».Me parecen datos más que de sobra para justificar (no aquí, ya que estas columnas, difícilmente podrán ser escenario del goce analítico) un análisis en profundidad. En todo caso, datos a contraponer a la falta de reacción del buen público capitalino, el cual decididamente no parece dispuesto a compartir la hermosura (cuya privacidad y privilegio se mantendrán así en contra de lo deseado) ni a «terminar» estos cuadro espléndidos más que por una palabra ignorante o un silencio muy explícito, reacciones que nos recuerdan lo que la teoría artística china dice del mal público al que no conviene enseñarle, ni siquiera materialmente, la pintura: en castellano, margaritas comidas por cerdos.
José Manuel Broto
Galería Buades. Claudio Coello, 43.
Tal molestia, Federico Jiménez en El nuevo discurso de la pintura la dictamina con certeza. «Maldito»: el sistema así ha querido al artista porque era (a pesar de lo que la maldición tenía de malsano) consagrar lo excepcion al de su práctica en el conjunto de las prácticas productivas; mas la maldición implicaba no romper las separaciones, mantener especialmente vigente la mudez profesional, por ejemplo, de la pintura. Si ahora, respecto a esto, el trabajo de los Playnet, Cane, Devade y otros es transformador, es en la medida en que práctica y teoría se entrelazan constituyendo una unidad, contribuyendo la una y la otra al conocimiento de lo que calla en la pintura y de lo que a partir de ella (en el espectador, en su ojo y en su cerebro) «habla».
No hacen falta, sin embargo, tantas explicaciones para acceder a la pintura de Broto. Lejos está el tiempo en que el cuadro. «frustraba» la teoría (y, por tanto, estaba teñido de reducciones mecánicas). Ahora su hermosura es un reto y una trampa. Si esto, en lugar de una «crítica de exposición», fuera sin más un texto, no serían necesarias tantas indicaciones archirresumidas del contexto teórico. Dejaríamos que operaran sobre nosotros (a través de nosotros) los elementos en juego: el color / el blanco, el contorno de la tela / el rectángulo interior, lo opaco / lo transparente, el trazo dibujado / la separación real del borde. Lo principal me parece la nueva relación del color al blanco, la «retórica del blanco múltiple sobre el color» (Rubio).
Babelia
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