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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Alberto Corazón

Nadie puede negarle a Alberto Corazón un papel de primera línea dentro del panorama del diseño gráfico en nuestro país. No es posible olvidar la importancia de su trabajo en la renovación de formas y técnicas en este campo, incluso su contribución, a la redefinición del papel del diseñador en el seno de la industria cultural y en relación a los sectores sociales en lucha. Pero el reconocimiento de este hecho no debe ser óbice para abordar, desde una perspectiva forzosamente crítica, el análisis de su actual exposición cuyo título, ya de por sí significativo, es: «Leer la imagen (3).»Aunque la crítica haya de ir, necesariamente, más allá de las imágenes que se exponen, en este caso resulta imposible separar las de las connotaciones teóricas que las sustentan. Relación en la que el propio artista insiste mediante dos recursos: acentuando el carácter técnico y didáctico del montaje y, en general, de la obra expuesta e insistiendo en el carácter programático del catálogo.

Galería Iolas- Velasco

calle Zurbano, 88. Madrid .

La crítica a este nos parece casi más necesaria que la de la propia exposición. En cuanto que confirma lo que esta sólo hace entrever y porque empaña y tiñe de una condición nada clara, sus posibles aciertos. Consta el catálogo de tres partes: una introducción del mismo Corazón, un texto de Valeriano Bozal («para hablar de realismo no hay que hablar de realismo», título tautológico y sintomático) y un montaje de diversos actores (Arnsheim, Eco ... ).

En la introducción se intenta delimitar, polémicamente, un terreno. Trata de situarse entre dos caminos igualmente equivocados y que, según Corazón, corresponden a los extremos de la polémica sobre la práctica artística en los tres últimos años. De un lado «la reivindicación del mecanismo compulsivo que une una pasta coloreada a un pincel, a una mano». De otro, «el resurgir de. las proposiciones populistas». Ambas opciones, según el autor, «revelan una disfunción básica:la de no distinguir entre lo que es terapia personal y necesidades colectivas».

Afirmación, esta, desconcertante por lo que tiene de pura y llana simpleza. Pero lo más grave es que, aun dejándola de un lado, la alternativa que nos intenta ofrecer ante tanta «falacia» tiene un inequívoco tutillo a esas viejas mercancías que con nuevos envases intentan relanzarse al mercado. Una especie de realismo aggiornado al que, según parece, ya no podemos ni debemos -nombrar, pero que sigue pecando de lo peor que han podido pecar los realismos: el intentar ser normativos. Lo otro no son más que desviaciones de izquierda o de derechas.

Poco más de esto encontramos tras esas llamadas a la «sistematización del paralelismo de los principios cognoscitivos», tras la definición de sistema tizadores perceptivos, en el hincapié en la percepción visual, en la reducción de esta a la lectura de códigos, de estos awstemas icónicos, etcétera. El juego interpretativo es reducido casi a su absurdo en esta especie de empacho semiótico. Las imágenes se desvirtúan de tanto justificarlas Guiños progres para espectadores en el sutil terreno de las analogías formales y de los significados icónicos, juego, aún más opaco y desconcertante, para los inexpertos. Una obra a la que podría aplicársele aquello que afirmaba Susan Sotang: «Quizá sea ahora menos figurativo, menos lúcidamente realista. Pero aún se supone que una obra de arte es su contenido.»

Como justificación ideológica, ese texto inefable de Bozal que merecería, por si sólo, un comentario mucho más extenso. Al no disponer de ese espacio y dado que a este tipo de críticas él ya se cuida de calificarlas de izquierdistas (para distinguirlas de las que llama petroleras) quizá resulte preferible prescindir de cualquier comentario. Porque, ¿qué decir ante conclusiones como ésta?

«No propongo un nuevo populismo ( ... ). Sólo pretendo decir una cosa bien sencilla: un arte de clase ha de atender a las necesidades de esa clase, un arte ligado al proletariado ha de atender las necesidades del proletariado y enfocar todos los debates, cualquier problema, desde la perspectiva de esa clase.»

Los ejes de esta nueva norma, de este nuevo programa para este nuevo arte de clase, serían:

«Frente a la utilización de códigos restringidos parece necesario el uso de códigos de valor social generalizado. Frente al empleo de medios técnicos artesanales o semiartesanales (la serigrafía, el grabado ... ), medios plenamente industriales; frente a canales minoritarios y comerciales, una organización de la cultura que escape al elitismo y la mercantilización; frente a los habituales métodos de trabajo -el artesano individual-, la incorporación al proyecto, propia del trabajador industrial.»

Un solo consuelo nos queda: la modestia del propio Bozalal reconocer que «en el campo de la elaboración teoricocultural de las organizaciones políticas del proletariádo todavía nos movemos al nivel del antifascismo -teñido a veces de taranconianas apelaciones a la re conciliación como borrón y cuenta nueva-».

Como se ve, ni siquiera formulaciones tan nuevas. Tan viejas como la propia mercancia, Aunque mucho nos tememos que aquello felices sesenta en que hacia furor un llamado realismo sin fronteras ya pasaron...

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