Circo, Miró', "Fuente de Mercurio"
Un joven dibujante, constructor de juguetes y escultor norteamericano que en Nueva York solía acudir al Circo Barnums, sale trastornado del taller de Mondrian. Pasa las semanas siguientes pintando lo que casi cuarenta años más tarde calificará de «modestas» pinturas abstractas. Aún recuerda su impertinencia: «Le sugerí a Mondrian que tal vez fuera divertido el hacer oscilar todos esos rectángulos. Con un aire muy serio, contestó que no era necesario, que su pintura ya iba muy aprisa».
Aunque no nos creamos del todo las prisas de Mondrian, la anécdota echa luz sobre Calder, el escultor que acaba de morir el jueves en Nueva York y a la edad de 78 años. A veces una anécdota posee más capacidad de remover la memoria colectiva de lo que parece. Desde estas páginas hemos invitado siempre a un análisis que tenga en cuenta la obra en sí más que aquello que la rodea; su materialidad misma (escritura, pintura, montaje), más que aquello que la posibilita. Pero cualquier análisis un poco serio necesita de constantes referencias a aquello que de la época, del medio, pasa a esta materialidad. En el caso de Calder está ese texto de Pascin escrito en La Coupole, garabateado sobre una hoja, en el que se menciona a Papá. al padre de Calder que resulta era un escultor ultra-académico (como el padre de Angel Ferrant era el histórico pintor de historia Alejandro Ferrant); está una época en la que la encrucijada de un escultor que construía juguetes podía tener nombres como Mondrian, Miró, Varese, Arp, Duchamp, Van Doesburg, Picabia.Una vanguardia posible
Precisamente Miró salió a colación en un encuentro entre Mondrian y Calder. Este último no entendía que Mondrian pudiera al referirse a un cabaret de la bohemia, comparar el azul de sus paredes con la pintura de Miró. Para el Calder recién convertido a la abstracción, la pureza de Mondrian parecía tener que estar reñida con la subversión otra de Miró, así como con la existencia marginal del lumpen artístico.
En estas notas me había propuesto, con la urgencia de escritura que las circunstancias imponen, recordar los lazos que unieron a Calder con España. Tal vez el temor al recuento me impide abandonar sin más el problema que la encrucijada de Calder en 1931 ó 32 plantea. Teniendo en cuenta que Miró se halla de por medio, acaso la «hispanidad» quede irónicamente a salvo. La cuestión está en que proponerle a Mondrian animar sus cuadros, y acto seguido encontrar una forma por así decirlo mironiana de animarlos, y que esta forma, esta movilidad, fueran bautizados por Duchamp, suponía una actitud trastocadora pero posible. Mal que bien, con las polémicas que se sabe, existía un espacio cultural, la vanguardia, animado por pequeños grupos diseminados por todo el mundo y que hablaban un lenguaje común.
« En un español de yanqui excéntrico»
Precisamente fue por esa puerta que Calder vino a España. Recordemos la sesión de su circo miniatura en la madrileña residencia de estudiantes, un lugar iguaImente posible (utópico y a la vez políticamente ingenuo corno, según la certera apreciación de Andreu Nin, la idea de la República que se hacían los institucionistas), en el que la vanguardia encontraba un refugio y un ámbito de trabajo. Pero al margen de este episodio, sería a través de la vanguardia catalana que haría acto de presencia en nuestro país. Por Miró, amigo suyo desde 1928, los Calder escogieron Mallorca para pasar parte del año 1931. Al año siguiente pasan unos días en Montroig con los Miró. Allí daría, ante la maravillada mirada de cincuenta campesinos, una representación del circo miniatura que llevaba a todas partes en unas maletas. En Barcelona hubo una sesión del circo en los locales del Gatcpac la organizaba ADLAN. El único que no la menciona es el propio escultor, para quien la estancia queda resumida en una visita a la Sagrada Familia y unas sardenas. Si tuviéramos espacio, transcribiríamos el relato que hace ese gran amante del circo que es Sebastiá Gasch. Según él, «Calder era un auténtico niño, y disfrutaba tanto con su circo como un niño con un juguete». Sigue Gasch describiendo las exclamaciones del escultor, «en un español de yanqui excéntrico y con voz de charlatán», los ruidos, los tambores, los platillos,como en una composición de Varese.
Calderón de la Fuente
Luego vino una exposición en las Galerías Syra. Permaneció la relación con Prats (éste poseía varias piezas, una de ellas mandada en 1957 y colocada en el escaparate de su sombrerería). Pero el punto culminante de las relaciones Calder-España fue la inclusión de la Fuente de Mercurio en el Pabellón de la República Española de la Exposición Universal de París de 1937. Visitando las obras con Miró, Calder se entusiasma de tal manera que le ofrece su colaboración. Por un sentimiento nacionalista francamente estrecho, Josep Lluis Sert, el arquitecto, se niega a ello; hasta que el encargo oficial de valorar mediante una fuente el mercurio de Almadén, al ponerle en un aprieto, le hace pensar en aquel escultor un tiempo huésped del Gatcpac y amigo de Miró. Calder, en sus memorias, recuerda los detalles técnicos -preciosos- que envuelven la realización de la fuente. Lacasa, tan chistoso como siempre, acabó llamándole Calderón de la Fuente.
Babelia
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