Lo que se juega América Latina y el Caribe en la COP30, la primera que se celebra en la Amazonia
La región se mide ante la ausencia de Estados Unidos y tras el devastador huracán Melissa. Sociedad civil pide fechas y ruta justa para salir de los combustibles fósiles


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La conferencia de cambio climático de Naciones Unidas vuelve a Latinoamérica y el Caribe después de 11 años. Y lo hace en la Amazonia, en la ciudad de Belém do Pará, en Brasil. La COP30, además, aterriza en un momento de pandeo para la región. La convoca el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que retomó el discurso climático tras la salida de estos escenarios internacionales de Jair Bolsonaro y es la última bajo los Gobiernos de Gabriel Boric (Chile) y Gustavo Petro (Colombia), que han impulsado la agenda climática; es la primera, además, en la que Claudia Sheinbaum, presidenta mexicana y científica del clima, puede oficialmente mostrar sus políticas – en la anterior reunión, la COP29, solo llevaba un mes en el poder. En la conferencia, los latinoamericanos y caribeños también medirán qué tan fuertes son ante la ausencia de Estados Unidos —que pidió salirse del Acuerdo de París― y llegarán con un antecedente muy presente: el paso del devastador huracán Melissa por el Caribe, reforzado por el cambio climático.
“La COP30 llega en un punto de inflexión”, comenta Jorge Villarreal Padilla, director de Política Climática de la Iniciativa Climática de México. Hay varios Gobiernos persiguiendo la narrativa de la soberanía energética y es cada vez más evidente que la región no solo está impacta por la crisis climática, sino por las deudas y las desigualdades. “El reto es incrementar la financiación para podernos adaptar”, asegura.

Esto es lo que se juega América Latina y el Caribe en la COP30:
Atrasados en los compromisos climáticos
Cuando se firmó el Acuerdo de París, en 2015, se estableció que los países tenían que entregar a la ONU un plan para reducir sus emisiones con metas voluntarias, conocidos como NDC. Cada cinco años, esos compromisos se debían actualizar. Y aunque la fecha ideal para presentar la tercera versión era a comienzos de 2025, en la región son pocos los países que lo han hecho, solo 14 de 50, según Climate Watch. Colombia ha presentado lo que ha llamado una “versión declarativa”, una especie de borrador con los principales elementos y ha dicho que tendrá su versión final, con metas específicas, en diciembre. Brasil, por su parte, cumplió con su tarea un año antes y en la COP de 2024 reveló que, para 2035, quiere reducir entre un 59% y un 67% sus emisiones en relación con lo que generó en 2005.
El Gobierno de Argentina, liderado por el negacionista Javier Milei, dijo que presentará sus compromisos durante la primera semana de la COP30, al igual que México.
Fracturas y uniones
La postura de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, a favor del impulso a los combustibles fósiles le puso una prueba a América Latina y el Caribe: unírsele o hacerle frente. Y, por lo menos, en el discurso, una mayoría de países eligieron la segunda opción. En agosto, tras una reunión de ministros y representantes de 22 países de América Latina y el Caribe en México, firmaron una declaración en la que queda claro que se debe “llevar a cabo una transición que deje atrás los combustibles fósiles de forma consistente con el desarrollo sostenible”.
A pesar de que entre los países hay contradicciones, incluso dentro los mismos Estados, para Alejandra López Carbajal, directora en Diplomacia Climática del centro de pensamiento Transforma, es una señal de que empieza a existir una alineación entre los distintos bloques bajo los que negocia la región. Desde la COP28, hace dos años, se acordó por primera vez “abandonar los combustibles fósiles”, con una transición “justa, ordenada y equitativa”. “Lo que esperamos desde Latinoamérica, por lo menos desde la sociedad civil”, asegura, es que se le ponga fecha y un cronograma a esa salida. No todos al tiempo, sino progresivamente. Primero los países más desarrollados y después los menos desarrollados, y muchas veces menos responsables históricamente del cambio climático. Por tipo de combustible y economía. “Voy a ser optimista. Tenemos un chance de salir de esta COP de Belém con una hoja de ruta más clara sobre cómo hacerlo. Brasil tiene esa capacidad diplomática”, asegura.

El reto es mayor. El mismo Brasil, anfitrión del evento, tiene sus fracturas, como cuenta Claudio Angelo, coordinador de Política Internacional de Observatório do Clima. “Somos dos países. En los compromisos climáticos (NDC), dice que se pretende avanzar en un calendario para salir de los combustibles fósiles. Pero el mes pasado, Brasil también dio nuevas licencias a explotación en el Amazonas”.
Este último punto muestra cómo, paradójicamente, también se distancian los países. Durante la cumbre Amazónica que se realizó en agosto en Bogotá, en el documento final no quedó nada sobre la petición liderada por los indígenas de ponerle freno al gas, el petróleo y el carbón en la selva tropical más grande del mundo. Petro lo respaldó - de hecho en 2026 Colombia albergará la primera conferencia internacional para la eliminación progresiva de los combustibles fósiles. Pero Venezuela, Ecuador y Perú se opusieron. Lula, una vez más, usó el argumento de que la explotación de hidrocarburos ahora mismo puede financiar “la transición energética que necesita Brasil”.
Desde el Caribe, la sociedad civil llega a la COP30 con la misma bandera. Carolina Sánchez Naranjo, de la Red Gran Caribe Libre de Fósiles, que reúne a organizaciones regionales y locales de 12 países (Belice, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, Las Bahamas, Panamá, República Dominicana, Santa Lucía, Suriname y Venezuela), explica que, aunque tienen menos visibilidad o sus liderazgos no hacen tanto ruido, hay una preocupación por la llegada de proyectos de hidrocarburos, sobre todo en el mar. “Guyana se ha convertido en un petroestado en tiempo récord”, comentan. En Panamá, el Gobierno contempló la idea de hacer exploración marina, y República Dominicana sondea alianzas con Guyana para explotar gas y petróleo. Desde la Red, también le piden a la COP30 establecer al Caribe como zona de exclusión fósil. “Estamos apoyando muy fuerte a las organizaciones de la Amazonia en su propuesta de zonas de vida”, comenta. “Empezando por esa selva, pero con nosotros ahí detrás, casi a la par”.
Pero en la COP30, la región también se juega la que es la carta más difícil de obtener: la del dinero. Justo cuando los países se reúnen para descifrar, entre otras cosas, cómo se podría aumentar la financiación climática hasta “al menos 1,3 billones de dólares al año para 2035”, la boliviana Carola Mejía, coordinadora de Justicia Climática, Transiciones y Amazonía de Latindadd, recuerda unos datos: América Latina y el Caribe solo recibe el 17% del financiamiento climático mundial y, de esos, el 81% son préstamos. “No estamos pidiendo solidaridad o caridad. Es algo ligado a las reparaciones y la justicia climática”, sostiene.
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