Colonialismo en la ciencia: cuando las plantas del segundo país más biodiverso las exploran extranjeros
Se estima que Colombia tiene hasta 28.000 especies endémicas, pero solo 4.000 han podido ser evaluadas para conocer si están en riesgo de extinción. Muchas dependen de los recursos y la capacidad extranjera para poder ser estudiadas
EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.
En la correspondencia que se ha encontrado entre el naturalista sueco Carlos Linneo (1707-1778) y el botánico español José Celestino Mutis (1732-1808), que le enviaba al primero especímenes desde el Nuevo Reino de Granada, hay un párrafo de Linneo que dice lo siguiente sobre una de las plantas: “La llamaré Mutisia. Jamás he visto una planta más rara: su yerba es clemátide, su flor de singenesia. ¿Quién había oído hablar de una flor compuesta con tallo trepador, zarcilloso, pinnado, en este orden natural?”
El texto, que fue recopilado en el libro La botánica en Colombia, hechos notables en su desarrollo, de Santiago Díaz Piedrahita, sirve para entender varias lógicas sobre la botánica que aún persisten en el país, como la sorpresa por la abundancia de plantas; la falta de atención al conocimiento que tienen sobre ellas las culturas ancestrales y la necesidad de recibir recursos y capacidad extranjera para poder estudiarlas. “En Colombia hay muchísimas especies, porque es el segundo país más biodiverso después de Brasil [según Conservación Internacional]. Pero somos pocas personas estudiándolas, a diferencia de lo que sucede en países más desarrollados, donde hay menos especies y más capacidad. Entonces, ¿a qué horas se va a poder evaluar todas las especies?”, afirma Germán Torres Morales, investigador adjunto del Instituto Humboldt.
En el país, agrega Carolina Castellanos, quien lidera el Grupo de Especialistas de Plantas de Colombia, encargado de hacer evaluaciones de riesgo de especies de plantas y presentarlas ante la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), solo se ha realizado esta valoración para unas 4.000 especies de las casi 28.000 endémicas que existen en Colombia, pese a los enormes esfuerzos por parte de los científicos. Para encontrar la respuesta a por qué el porcentaje es tan pequeño, hay que tener en cuenta varios elementos.
La botánica Ana María Aldana explica que varios de los modelos ‘tipo’, es decir, la primera planta que se conoció de una especie y que sirve para poder comparar y clasificar al resto, las sacaron a herbarios fuera de Colombia. “Esto tiene que ver con la historia colonizadora de la ciencia occidental”, asegura, y con que los herbarios cuestan plata. En el país, hay solo 32, agrupados bajo la Asociación Colombiana de Herbarios, aunque podrían existir unos cuantos más fuera de ese esquema. Pero algunos de ellos van en picada. El Herbario Nacional Colombiano de la Universidad Nacional, con unos 540.000 ejemplares, tuvo serios problemas de humedad, mientras que botánicos del herbario de la Universidad del Valle, con cerca de 80.000 ejemplares, tuvieron que mandar un SOS en diciembre de 2021 porque a los especímenes los amenazaba la falta de algo clave: aire acondicionado.
A esto, se suma que el oficio de la taxonomía está en extinción. Esa idea de ser un científico sabio y viejo, lleno de conocimiento y capaz de distinguir una especie de otra porque tiene o no una pelusa, o una mancha de color, dejó de atraer a los estudiantes.
Poca diversidad en el estudio de la diversidad
En 2022, un grupo de científicos tuvo una llamativa duda: ¿qué tan diversos son los autores que publican artículos sobre botánica a nivel mundial? Este área de la ciencia, afirmaban en la reflexión de su estudio, “sufre una exclusión histórica más acentuada y una infrarrepresentación de las identidades marginadas más fuerte en comparación con otras disciplinas biológicas”. Para entender qué tanto, analizaron alrededor de 30.000 artículos publicados durante las últimas décadas, encontrando cifras bastante dicientes: el 27% eran de autores europeos, un 18% de norteamericanos, 37% de Asia y el 17% se dividía entre africanos y latinoamericanos. Esto, de nuevo, a pesar de que se tratan de dos de los continentes más biodiversos.
En la práctica esto se puede ver en cómo en Colombia muchos extranjeros vienen pasajeramente a estudiar sus plantas. De hecho, ya lo afirmaba en un viejo ensayo el botánico colombiano Armando Dugand, quien falleció en 1971. “Volviendo a nuestro país, poquísimos son los grupos vegetales que llevan nombre impuesto por botánicos colombianos”. Y más adelante hace una reflexión sobre la necesidad de que la ciencia que estudia la diversidad de las plantas sea también diversa. “Es evidente que el estudio de la flora de un país tan extenso y de climas y regiones tan variadas como Colombia exige la atención de numerosos especialistas y no puede ser nunca la obra de un solo nombre o de un sabio, sino la de una o varias generaciones de exploradores o investigadores”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.