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Hallada en Colombia una planta clave para proteger la pirámide natural más alta del mundo

La ‘Aphelandra montis-tusae’ ayudará a custodiar Cerro Tusa, en Antioquia. Pronto será un parque natural con vocación de conservación

Un ejemplar de la 'Aphelandra montis-tusae'
Un ejemplar de la 'Aphelandra montis-tusae', en el cerro Tusá, en Antioquía, Colombia.CORTESÍA
Noor Mahtani

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Aphelandra. Planta arbustiva de 2 a 3 metros de altura, hojas verdes, brácteas florales rojas, corola roja, estambres crema”. Estas fueron las primeras anotaciones que Saúl Ernesto Hoyos Gómez escribió en su cuaderno de campo al ver por primera vez la Aphelandra montis-tusae. Hasta ese 19 de diciembre del 2020 no constaba ningún registro escrito de que esta planta existiera en ningún rincón del mundo. Aunque se sabe muy poco del hallazgo botánico, intuyen que esta mata de grandes y vistosas coronas rojas a la que polinizan los colibríes fue de gran importancia para los pueblos indígenas que habitaban el Cerro Tusa, ubicado en el municipio antioqueño de Venecia, por lo prolífera que es. “Y quién sabe si también es curativa”, reflexiona el biólogo botánico que lamenta que se conoce “muy poco de toda la biodiversidad que nos rodea”. Hoyos asegura que esta flor insignia ayudará a la conservación de esta montaña sagrada. “Será como el frailejón al páramo. El descubrimiento es apenas el primer paso y Cerro Tusa será el Machu Picchu de Antioquia”, cuenta.

El Cerro Tusa es la pirámide natural más alta del mundo (1.950 metros). Ubicada en la cordillera central de Antioquia, se destaca de las demás montañas por su forma cónica y por ser parte de un sistema volcánico extinto en los Andes. Este tuvo actividad por última vez hace 5 millones de años. Y hace más de 2.000 años atrajo a las comunidades indígenas. Si bien la humedad y la estrechez de la montaña parecen descartar la hipótesis de que ahí residían, Pablo Aristizábal, arqueólogo y uno de los mayores conocedores del territorio, asegura que este era un lugar de celebración y de ceremonia. “Era un santuario para ellos. Precisamente por los minerales del volcán, la energía del lugar era muy especial”, explica por teléfono. El cerro fue confiscado a un conocido narcotraficante a principios de siglo y ahora es manejado por Comfama, la Caja de Compensación Familiar de Antioquia.

Aristizábal lleva 28 años recorriendo e intentando blindar el territorio por la relevancia del mismo. Según sus investigaciones, este espacio simbolizaba los tres niveles del mundo de acuerdo a la cosmovisión precolombina. “Aquí se veían representados el inframundo, el mundo medio y el supramundo. Sin duda era y es un lugar muy importante”, narra. Tras destapar 600 metros (de los 15 kilómetros de fondo), encontraron hasta 6.000 elementos cerámicos y hachas bien pulidas y pintadas -incluso hasta con forma de murciélago- que se entregaban como ofrenda a los dioses.

Este equipo también ha encontrado tigrillos, yaguarundíes, monos nocturnos, zorros, monos aulladores, perezosos y osos hormigueros, entre otros. “Este lugar es como una especie de isla genética donde, por lo empinada de la montaña, todavía se conserva la flora y fauna. Y es la excepción porque alrededor ha habido mucha deforestación por café o ganadería. El hallazgo de la planta reafirma que hay que conservarlo”.

El cerro Tusá, en Antioquía, Medellín.
El cerro Tusá, en Antioquía, Medellín.CORTESÍA

Pero el proceso para catalogar esta planta como una nueva especie fue un trabajo de hormiga. Arrancó con una primera colección, en la que Hoyos separó con cuidado cada una de las partes y la información asociada a las mismas, como las coordenadas de GPS con la ubicación exacta. Entonces se alcoholizaron las muestras para que no perdieran el color y una vez en el laboratorio, se secó en el horno para ingresarlo posteriormente en el herbario. Este biólogo, con más de 25 años de experiencia, se puso en contacto con John R. I. Wood, especialista en la familia de las acantáceas e investigador del Jardín Botánico de Londres. El británico conoció la muestra colectada por Hoyos y juntos la compararon todas las bases de datos científicas pertinentes. “No encontramos ninguna coincidencia, así que estábamos seguros. No teníamos constancia de nada igual”. Así constó en el estudio publicado en la revista científica de Ken Bulletin en mayo de 2024.

Las dudas son aún muchas. Se desconoce el tamaño de la población de esta especie, si se encuentra fuera del cerro, y las posibles amenazas que enfrenta, pero sabemos que su protección está ligada a la conservación del suelo, el clima y las condiciones únicas de este espacio. Es por ello que Comfama lo añadirá a la lista de parques con vocación de preservación y regeneración que maneja, junto al Parque Humedal La Samaria, en Puerto Berrío, y Biosuroeste, entre Támesis y Valparaíso. “En este tesoro natural, se conjugarán el cuidado por todo lo vivo, el patrimonio histórico, arqueológico, natural y ecosistémico; con el ocio, el cuidado de nuestra salud física y mental y la preservación de nuestros ecosistemas”, explica David Escobar Arango, director de Comfama, quien asegura que el espacio seguirá siendo un espacio de tránsito libre, para todas las personas que quieran “maravillarse con su imponente belleza”. A finales de marzo de 2023, inició la primera fase de las obras del Parque Cerro Tusa, que contará con cerca de 1.200 metros cuadrados construidos con estructuras livianas y en armoníacon las dinámicas del territorio.

“No creo en las barreras políticas”

Hoyos se ríe tímido cuando es preguntado por el número de especies que ha hallado a lo largo de su vida laboral. “¿Me vas a poner a contar?”, dice divertido. Tras unos segundos de pausa, responde que casi dos decenas. “Pero más allá del número, he sido un colaborador en documentar la biodiversidad de Colombia y también del mundo, porque no creo en las barreras políticas, como buen biólogo que soy”, acota.

El cuaderno de campo de Saúl Ernesto Hoyos Gómez.
El cuaderno de campo de Saúl Ernesto Hoyos Gómez.CORTESÍA

Si se hiciera una radiografía de la biodiversidad en Colombia, se estima que en el país habita el 11% de esta riqueza natural del mundo, según el Instituto Humboldt. Las estimaciones hablan de más de 28.000 especies endémicas, de unas 350.000. Sin embargo, conocedores como Hoyos saben que son muchas más. “Vivimos de espaldas a la riqueza natural del mundo. Y aquí en Colombia también, no somos conscientes”, lamenta.

Para este biólogo, su profesión es clave en la lucha contra la pérdida de ecosistemas a cargo del calentamiento global y la mala gestión del hombre. Pero no pierde la esperanza. Recuerda cómo, gracias al descubrimiento de una palma reófita (que crece sobre las rocas en las orillas de los ríos), en el Río Samaná lograron detener la construcción de una represa. “Le pusimos el nombre de la empresa [Aiphanes argos, por la firma Grupo Argos] y les dijimos: Usted verá si quiere matar a su hijo”, cuenta. “Podemos pasarnos la vida pensando en lo que los políticos tienen que hacer o ver de qué forma estamos haciendo el cambio nosotros”, zanja.

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