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La cosecha de agua de lluvia crece en la comunidad Wixárika de México

Sorteando la inseguridad y la sequía, un proyecto de organizaciones civiles y comunitarias lleva a más de 21 localidades de la Sierra Madre Occidental sistemas de captación de lluvia

Niños wixaritari practicando hábitos de higiene como resultado de la educación impartida por Ha Ta Tukari.
Niños wixaritari practicando hábitos de higiene como resultado de la educación impartida por Ha Ta Tukari. LISET MACHORRO

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No hay nada más importante para los wixaritari, un pueblo indígena de la Sierra Madre Occidental de México, que la lluvia. En torno a ella practican una compleja ritualidad asociada al ciclo agrícola que incluye un peregrinar hacia los cinco rumbos, llevar ofrendas a los lugares sagrados y consumir el híkuri o peyote. En los últimos 15 años, la falta de agua de esta comunidad, a la que también se le conoce erróneamente como huicholes y que vive la mayor parte del año en la Sierra Madre Occidental, en el municipio de Mezquitic, Jalisco, les ha puesto en aprietos.

Ante el crecimiento de la población y los efectos del cambio climático, los manantiales y terrenos disponibles para sembrar dejaron de ser suficientes para abastecer a todos. Por eso, en un encuentro inesperado, en una ceremonia ocurrida en Valle de Bravo, en el Estado de México, en 2007, el marakame y líder de la comunidad de La Cebolleta Antonio Parra, pidió ayuda a Liliana Riva Palacio, directora del Proyecto ConcentrArte. Necesitaban ideas que les ayudaran a conservar el agua de la sierra.

Tres años después de aquel encuentro, en 2010, Riva Palacio fundó junto con la artista plástica Teresa Lobo el proyecto Ha Ta Tukari (Agua Nuestra Vida) para generar sostenibilidad a partir de la recolección de agua de lluvia. Conformado por organizaciones como Isla Urbana, La Ventana Infinita, SARAR Transformación, y las comunidades wixaritari, ha cambiado la vida de los habitantes de las comunidades de la Cebolleta y La Laguna, en el municipio de Mezquitic, con la instalación de más de 180 recolectores de lluvia en los hogares y espacios comunitarios (Scall).

Ahora, el proyecto opera en 21 localidades más gracias al complejo trabajo de educación y al fortalecimiento de capacidades locales para la adopción, buen uso y mantenimiento de los sistemas de captación pluvial y la formación de un equipo local técnico. El proyecto atiende otros ámbitos como salud, educación e higiene; la adopción de baños secos, y mejores prácticas en el manejo de residuos. Además, están empezando a trabajar en la regeneración del bosque y cuerpos de agua con la creación de un Comité Hidroforestal.

Miembros de la organización llegan a una comunidad Wixaritari de Mezquitic a instalar un sistema de cosecha de lluvia en una escuela.
Miembros de la organización llegan a una comunidad Wixaritari de Mezquitic a instalar un sistema de cosecha de lluvia en una escuela. LISET MACHORRO

“Nos ha cambiado la vida la captación de agua de lluvia, el acceso a la misma y el saneamiento. Además, los niños están aprendiendo cómo cuidar el agua, cómo la pueden obtener en sus hogares, ahorita están cambiando muchísimo las cosas”, asegura Alejandra Parra, de 25 años. La joven wixárika, que conoció el proyecto Ha Ta Tukari cuando tenía 10, es una de las nueve miembros de la comunidad del equipo intercultural, que hoy opera en gran parte el proyecto.

Un exitoso caso de sostenibilidad

Los habitantes de la Sierra se ganan la vida cazando venado y sembrando en el sistema agrario del coamil los cinco colores del maíz. También son reconocidos por su complejo arte hecho con chaquira e hilos. El trabajo diario pasa por cortar leña, desgranar el maíz, prender el fogón, el nixtamal, tortear, trabajar la chaquira, hacer adobes para construir casas y cumplir con “el costumbre”, la peregrinación.

Antes de 2010, los habitantes de la Cebolleta y La Laguna solo podían obtener agua contaminada mediante el acarreo, que les tomaba hasta dos horas diarias. Hoy, en los hogares en los que se instaló el sistema de captación, aumentó la disponibilidad de agua en 218%, (pasó de 5,6 a 17,7 litros por persona al día). Cada sistema recolecta alrededor de 25.000 litros al año, lo que asegura que haya agua limpia en los hogares, incluso durante la temporada de secas. Esto ha hecho que los casos de diarrea se redujeran en casi 50% y el acarreo en 88% en ambas comunidades.

Además, en los últimos años, el equipo intercultural ha instalado hasta 75 sistemas de capacitación de lluvia adicionales en centros comunitarios de la Sierra y 11 más en centros ceremoniales en el municipio de Mezquitic. Esos trabajadores comunitarios, que llevan tres años capacitándose en lengua wixárika, son “el corazón del proyecto”, cuenta Shiara González, coordinadora de Ha Ta Tukari.

Niña wixárika se lava el rostro con agua recolectada gracias al trabajo educativo de Ha Ta Tukari.
Niña wixárika se lava el rostro con agua recolectada gracias al trabajo educativo de Ha Ta Tukari. LISET MACHORRO

Según cuenta, con ese equipo hacen juntas comunitarias, diagnósticos de situación de acceso al agua, talleres de higiene en las escuelas, o de adopción de ecotecnología, además de instalación de sistemas de recolección. “Son procesos que demandan el tejido fino de los diferentes actores involucrados y que han implicado una gran cantidad de tiempo y recursos invertidos”, reconoce González. “Nosotros buscamos potenciar los impactos del acceso al agua con procesos educativos para que la gente quiera, adopte y cuide los sistemas de captación. También para fomentar la higiene”, agrega Lobo.

Además, Ha Ta Tukari está dando poder a las mujeres de la comunidad. “Gracias al proyecto, ya tienen oportunidad de mejorar en muchas cosas, pues les da tiempo de hacer otras actividades, de estar más al pendiente de sus hijos: practican otras tareas como crecer hortalizas a través del agua que obtienen”, señala Alejandra Parra. “Ahora somos dos chicas en el equipo intercultural y ha sido un gran ejemplo de que hay otras oportunidades de salir adelante. Para mí ha sido una gran escuela”, reconoce.

Los retos

Pero el proyecto también enfrenta retos importantes. Desde 2021, la inseguridad en la Sierra ha crecido por los choques de grupos delictivos y del narcotráfico, y las organizaciones que promueven el proyecto deben enviar los materiales escoltados por la Guardia Nacional.

Ya en la montaña, el equipo intercultural opera los sistemas de recolección. Gracias a la formación que recibieron, son técnicos capaces de instalarlos y repararlos. “El equipo ha visitado las 21 comunidades restantes de San Andrés Cohamiata y básicamente en todas ya se sabe de ellos: la mayoría quiere y adopta este movimiento por el agua”, explica la coordinadora de Ha Ta Tukari.

Mural realizado como resultado del taller 'Mi derecho al Agua' como parte de los trabajos educativos de la organización.
Mural realizado como resultado del taller 'Mi derecho al Agua' como parte de los trabajos educativos de la organización. LISET MACHORRO

Eso le hace sentir a Alejandra Parra que la solución para captar agua de lluvia es de todos. “El proyecto nació y creció en las comunidades. Nosotros, los wixaritari, facilitamos algunas cosas a las organizaciones de Ta Ta Tukari, como darles la información que necesitan para hacer los proyectos, para buscar más financiamiento”, sostiene. “Juntos hemos logrado llegar hasta aquí”.

El grupo prepara en estos momentos los talleres de formación del Comité Hidroforestal para la gestión del agua y territorio. “Ahora que el proyecto está escalando a otras comunidades, tenemos un plan de regeneración mucho más profundo”, confiesa Teresa Lobo. “Lo más interesante es que, partiendo de la necesidad básica del agua, la misma comunidad ha ido detectando otras necesidades en el camino a la sostenibilidad y ello hace que se adopten y apropien las soluciones de una manera mucho más efectiva”.

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