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Así ha sacudido la covid-19 al sector pesquero de Kenia

Los autores evaluaron las repercusiones socioeconómicas de la covid-19 en la pesca y cómo los productores y comerciantes se han enfrentado a una crisis que en los últimos dos años ha supuesto la pérdida de 7.000 empleos

Un pescador sostiene una barracuda recién capturada en el océano Índico, en aguas kenianas.
Un pescador sostiene una barracuda recién capturada en el océano Índico, en aguas kenianas.Teodoras GRIGALIŪNAS (CC)

La pesca es la base de la subsistencia y el bienestar de millones de personas en todo el mundo. Antes de la pandemia, la producción mundial había alcanzado cifras récord. Si damos un salto hasta 2021, vemos que la crisis sanitaria alteró considerablemente el sector, lo cual aumentó la vulnerabilidad y puso de manifiesto las debilidades de estos sistemas tanto a nivel local como internacional.

Esta tarea mantiene a más de 23.000 pescadores en Kenia que capturan más de 16.000 toneladas al año; este es un medio de vida clave que proporciona ingresos económicos y proteína animal a alrededor del 70% de las comunidades costeras.

El objetivo de nuestro último estudio era evaluar las repercusiones de la covid-19 para el sector pesquero keniano y averiguar cómo han hecho frente los productores y los comerciantes. Entrevistamos a miembros de cinco aldeas para conocer el efecto de la pandemia en los mercados, empleos, seguridad alimentaria y bienestar, y lo que esas personas hicieron en respuesta.

Descubrimos que pescadores, vendedores y pueblos costeros se habían encontrado con graves problemas de subsistencia y seguridad alimentaria. Las peores consecuencias fueron las derivadas de las restricciones a los desplazamientos impuestas por el Gobierno. Nuestras conclusiones ponen de relieve los efectos de estas y sirven para que tomemos nota mientras la pandemia sigue avanzando.

Restricciones impuestas

El Gobierno keniano adoptó más de 120 medidas para contener la covid-19, entre ellas los toques de queda y la prohibición de los viajes y las concentraciones públicas; estas se prolongaron desde marzo de 2020 hasta noviembre de 2021.

En las cinco poblaciones estudiadas, las comunidades estuvieron sujetas a varias normas de distanciamiento social, así como a limitaciones a los desplazamientos y la permanencia en la vía pública. En los barcos y en los vehículos solo podía viajar un determinado número de personas, y se pidió a la gente que redujera al mínimo las interacciones sociales no esenciales. Se exigió que en las tiendas y los mercados se mantuviera la distancia física, y se acortó el horario comercial. Los encuentros fueron prohibidos. Los comerciantes y los transportistas se encontraron con dificultades como el acceso a los mercados y las largas esperas para el transporte transfronterizo de mercancías en África Oriental.

Este sector keniano mantiene a más de 23.000 pescadores que capturan más de 16.000 toneladas al año; este es un medio de vida clave para el 70% de las comunidades costeras

Vimos que la covid-19 había afectado gravemente a la seguridad alimentaria de todas las aldeas, aunque algunas personas lo pasaron peor que otras. Todos los hogares declararon que comían menos (porque reducían las raciones o se saltaban las comidas) y peor (al consumir menos carne y verdura, y alimentarse sobre todo de hidratos de carbono básicos, como el ugali, hecho con harina de maíz).

En las tiendas había alimentos, pero los entrevistados se habían quedado sin ingresos y no podían permitirse comprarlos. Antes de la crisis del coronavirus, los sueldos medios diarios de un pescador eran de unos ocho euros. Durante la pandemia, se redujo a la mitad, debido a que pasaban menos tiempo faenando. Varios se quedaron sin trabajo o conocían a otros que lo habían perdido.

En general, la demanda de pescado se redujo bruscamente más de un 50%, y bajaron los precios de muchas especies, sobre todo de las importantes para la industria hotelera, de restauración y de catering. El desplome de la demanda, y en algunos casos la caída de los precios, paralizaron o redujeron la actividad de muchas flotas, cuyo trabajo dejó de ser rentable. El hecho de que los proveedores de hielos, aparejos o cebo dejaran de fiarles los materiales también les afectó.

Antes de la crisis del coronavirus, los sueldos medios diarios de un pescador eran de unos ocho euros. Durante la pandemia, se redujo a la mitad

La covid-19 interrumpió asimismo la comunicación y las conexiones con otros colegas, comerciantes y consumidores. Además, alteró profundamente el funcionamiento del mercado local en los puntos de desembarque y dentro de las comunidades, así como las conexiones con mercados más lejanos. En algunas, las personas que habían perdido su empleo informal ‒por ejemplo, en el sector del turismo, muy golpeado por la pandemia‒ volvieron a pescar, aunque se convirtió en un empleo muy incierto.

Seguimos sin saber cuánto durará la crisis sanitaria y cuál será su gravedad, pero cabe esperar una prolongada recesión del mercado incluso después de que las actuales restricciones se hayan levantado o relajado.

Estrategias de respuesta

Para amortiguar los efectos sobre las comunidades vulnerables, como las que se dedican a la pesca y al procesamiento de estos productos, el Gobierno de Kenia dio ayudas económicas directas, como subsidios en metálico mediante transferencias a través del móvil, socorro alimentario y desgravaciones fiscales. No obstante, muchas de las personas con las que hablamos habían tenido experiencias muy diferentes a la hora de recibir asistencia y apoyo.

Algunos vendedores recibieron una pequeña parte de la ayuda en forma de alimentos. Varios líderes de las comunidades participaron en la organización de donaciones de otras entidades para entregar a los pescadores un paquete único con ayuda alimentaria que contenía harina de maíz, alubias, azúcar y jabón. En otros casos hubo retrasos, confusión, o ningún apoyo. Varias personas declararon que, aunque habían oído hablar de las ayudas gubernamentales o de otra procedencia, no las habían recibido, ni siquiera después de haberse apuntado.

La mayoría de los hogares afrontaron la crisis de la covid-19 reduciendo la variedad y la calidad de los alimentos que consumían para ahorrar dinero. La gente dejó de comprar a granel, gastó los ahorros que tenía, pidió dinero prestado (cuando la comunidad todavía disponía de dinero suficiente para prestar a sus miembros), o intercambió directamente pescado por otros productos. Ninguna de las estrategias pudo mantenerse mucho tiempo.

Siguientes pasos para los responsables políticos

Antes de la pandemia, el pesquero se consideraba uno de los sectores en más rápido crecimiento, pero en los últimos dos años, la economía keniana se vio privada de aproximadamente 1,4 millones de euros de contribución al PIB (un 28,6% menos), y perdió 7.000 puestos de trabajo en el ramo con respecto a 2019. La crisis sanitaria y los esfuerzos para contenerla han sido devastadores.

Nuestro estudio revela que todas las fases de la cadena de suministro pesquero ‒desde la captura hasta la distribución y el consumo‒ pueden haber sufrido alteraciones. Solo protegiendo cada fase se podrá garantizar el consumo humano. Las normas que afectan negativamente a estos medios de vida tienen que ir acompañadas por medidas de apoyo a los pueblos (como las ayudas alimentarias), y deben llegar a la gente a tiempo y ser de fácil acceso.

Tratar la pesca a pequeña escala como un servicio esencial (por ejemplo, eximiéndola del toque de queda) y facilitar las formas de comunicación y comercio que no impliquen grandes concentraciones de gente contribuirá a mantener este medio de vida. Hay que emplear los recursos financieros, humanos y técnicos para fomentar la recuperación y, al mismo tiempo, poner en marcha programas de vacunación eficientes y reabrir responsablemente la economía a los mercados nacionales e internacionales.

The Conversation

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