‘Las de la última fila’, el viaje de Daniel Sánchez Arévalo al universo femenino
El cineasta escribe y dirige su primera serie como creador, una historia de amistad y transformación vital con cinco treintañeras como protagonistas
Daniel Sánchez Arévalo (Madrid, 52 años) tenía una cuenta pendiente con el universo femenino. El mundo audiovisual que el cineasta ha dibujado en sus películas, desde Azuloscurocasinegro hasta Diecisiete pasando por Primos y La gran familia española, es mayoritariamente masculino. Esa deuda queda saldada con Las de la última fila, una historia sobre la amistad y un viaje transformador, cargado de optimismo, para superar las barreras autoimpuestas, que Netflix estrena el 23 de septiembre.
Cinco mujeres, cinco amigas en la treintena son las protagonistas de una historia a la que Sánchez Arévalo llevaba dando vueltas desde hace unos 10 años, pero que había dejado en barbecho, cuenta sentado en las oficinas de Netflix en Madrid. La idea se cocinó a fuego lento hasta que se juntaron tres elementos: primero, esa necesidad de adentrarse en el universo femenino; segundo, su pareja Sara, que reaccionó con entusiasmo al escuchar esta idea cuando se la contó; y tercero, Verónica Fernández, directora de Ficción de Netflix España. “Me llamó y me dijo que les encantaría producirme una serie. Quedamos para comer y le conté Las de la última fila, y me dijo que solo con el arranque ya quería hacerla”, explica el director a EL PAÍS.
En sus seis capítulos, la serie cuenta el viaje que hacen cinco amigas de la infancia, una costumbre que esta vez tiene un tinte diferente: una de ellas tiene cáncer. Las condiciones que ponen para esta escapada veraniega es que las cinco se raparán el pelo, que no se hablará del cáncer en ningún momento y que cada una escribirá en un papel algo que le gustaría hacer si supiera que le queda poco tiempo de vida y todas deberán hacerlo, a modo de reto colectivo.
Sánchez Arévalo, que escribe y dirige los seis episodios, tenía claro que quería que sus protagonistas estuvieran entre los 35 y 40 años. “Quería mujeres en una edad adulta y en ese punto en el que, supuestamente, tu vida ya está bastante encarrilada y cualquier transformación es más complicada. A medida que nos hacemos mayores, los cambios son más complicados, pero a la vez son más interesantes”. También sabía que prefería que sus actrices no fueran muy conocidas por el gran público. María Rodríguez, Itsaso Arana, Mariona Terés, Godeliv Van den Brandt y Mónica Miranda son las protagonistas, que están acompañadas por secundarios con nombres más conocidos como los de Javier Rey, Macarena García, Carmen Machi, Michelle Jenner o Antonio de la Torre, cuyas participaciones a veces se reducen a meros cameos. “En mi obsesión por generar un grupo de treintañeras que te creas que son amigas desde el colegio, trabajar con actrices que no son tan conocidas para el gran público hace que sea más fácil entrar en la historia. Aunque también he buscado las mejores actrices para los personajes que he escrito. Es lo que hago siempre, sin importarme si tienen una carrera más o menos larga”, cuenta el director.
El viaje físico de las protagonistas las situará también ante un viaje emocional, transformador. “Me gusta poner a los personajes en un momento en el que la rueda de la vida se para y te obliga a mirarte y preguntarte si estás donde quieres estar y con quien quieres estar”, explica el guionista. “Tengo esa imagen del hámster en la rueda. Muchas veces en la vida estamos en esa rueda y no nos paramos a pensar. Tiras para adelante y hay cosas que empiezan a ensuciar, las tragas y no limpias, y se van acumulando”.
Para ese viaje, el grupo elige Cádiz. La decisión no es casual y responde a varios motivos. La serie transcurre en junio, pero el rodaje tenía que llevarse a cabo fuera de temporada alta, entre septiembre y noviembre, y había que buscar un lugar que generara la sensación de verano en esas fechas. “Recorrí varias zonas del sur y lo de Cádiz fue amor a primera vista”, cuenta Sánchez Arévalo. “Hay algo del espíritu de esas playas, esa libertad que genera una burbuja entre ellas que encajaba muy bien”. Además, preguntó a grupos de amigas dónde iban de vacaciones, y Cádiz fue uno de los destinos triunfadores. Allí se desplazó el equipo tres meses para rodar en diversos puntos entre Tarifa y Conil de la Frontera.
Pero antes, el cineasta tenía que afrontar su reto principal: reflejar el mundo femenino. “Usando una expresión tenística, al principio sentía que tenía el brazo encogido, me costaba soltar y golpear, disfrutarlo. Tenía cierto miedo porque quería hacerlo muy bien, que las mujeres empatizaran, que no pareciera un hombre escribiendo sobre mujeres”. Para ello, trató de hacer una inmersión consciente en el universo femenino. Aprovechando que el confinamiento le pilló escribiendo la serie, abordó a su pareja con mil preguntas para que le contara todos los detalles sobre de qué habla o qué hace con sus amigas. Además, ha contado con la ayuda de una psicóloga experta en género que revisó guiones, personajes y situaciones. Y también pidió tanto a las actrices como al equipo técnico, mayoritariamente femenino, que le avisaran si algo en el texto chirriaba.
En ese proceso de trabajo conjunto con las actrices surgió la que Sánchez Arévalo destaca como su escena favorita de la serie, una secuencia del tercer capítulo en la que las protagonistas hablan sobre sus defecaciones. “Puedo decir que es mi secuencia favorita porque no la he escrito yo. Quería hablar del tema porque parece muy tabú en el universo femenino, los tíos no tenemos tanto pudor. Pero es un tema que está y me reconocieron que todas lo hablan. Dos días nos pusimos a improvisar mientras yo tomaba notas, y todas las frases que salen en esa secuencia las dijeron ellas, la escribieron ellas”.
Igual que el espectador no conoce quién de las amigas tiene cáncer hasta el final, tampoco lo supieron las actrices, que tuvieron que aguardar hasta el rodaje, ya en Madrid, de la última secuencia para desvelar su identidad. “Quería lograr esa sensación de que todas lo vivieran de manera muy personal. Hablando con asociaciones de lucha contra el cáncer y pacientes y familias de enfermos, es algo que vives muy en primera persona, y quería reflejar esa piña que se genera, que todas lo sufren y abrazan y que todo está muy a flor de piel”.
Aunque Daniel Sánchez Arévalo comenzó en el mundo del guion en las series con Antonio Mercero en Farmacia de guardia para seguir en títulos como Hermanas u Hospital Central, esta es su primera serie como creador a partir de una idea propia. “Hubo un proyecto que me dijeron si quería arrancarlo y dije que sí, pero que quería rodarlo cámara en mano, en formato 16:9 y ensayar con los actores. Me dijeron que no a las tres cosas. Sentía que el director todavía no pasaba de ser un realizador, y por eso no me interesaba. Una vez que hice Azuloscurocasinegro volví a escribir guiones de series por una cuestión económica”.
Con Las de la última fila ha podido comprobar las diferencias de encargarse de una serie respecto a una película. “Lo más complicado es la cuestión del tiempo, 16 semanas de rodaje, que es como grabar más de dos películas. Y la parte de escritura y posproducción… Además, me ha pillado siendo padre, rodé con mi hija con un año recién cumplido. Recuerdo un día, que me faltaba menos de una semana de rodaje, y estaba yo en casa en el parque infantil con mi hija dormida, yo ahí sentado y llorando, una imagen un poco patética. Sara me pregunta qué me pasa y le digo que creo que no llego al final. Estaba soltando tensión. Sí llegué, pero el peaje que tienes no es tanto físico, es psicológico, muchísima presión”. ¿La experiencia le ha dejado con ganas de repetir al frente de otra serie? “No, no, qué va. Tengo mono de cine, hacer una cosa más controlada, siete semanas de rodaje… Lo tengo clarísimo. Aunque ha sido una experiencia maravillosa, plena, increíble”, concluye.
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