Carmen Machi: “Que te conozca todo el mundo es abrumador, a veces excesivo, y el exceso puede cansar”
Pese a la pandemia, el año ha sido bueno para la actriz en lo personal y lo profesional con la serie ’30 monedas’, de Álex de la Iglesia, y ‘Nieva en Benidorm’, de Isabel Coixet
Carmen Machi es actriz desde los 17 años y a sus 57 ha pasado por el teatro —donde comenzó y resalta que es su “hábitat natural”—, la televisión y el cine. El comienzo de este 2020 la pilló sobre las tablas, con la obra Prostitución, y en estos meses ha rodado dos películas y una serie. Además del estreno de Un efecto óptico, Nieva en Benidorm y la primera serie de Álex de la Iglesia, 30 monedas. Los personajes que le ofrecen, reconoce, mejoran con la edad. Machi afirma ser una persona positiva y aunque no duda en calificar este año como “horroroso”, entre tanto proyecto ha demostrado que se mueve bien entre el caos, donde encuentra su propio orden, según ella misma reconoce .
Tras 40 años de carrera, con más de 40 películas, 30 obras de teatro y 12 series, podría parecer que Carmen Machi ya lo ha hecho todo. Pero tiene claro que aún le queda mucho por delante. Y si cabía alguna duda, su papel en 30 monedas las resuelve. “Hacer de la madre del demonio, francamente, es algo que me ponía mucho”, revela en conversación telefónica con EL PAÍS. Una vaca da a luz a un niño en un pueblo segoviano. De esta forma arranca la primera serie televisiva de Álex de la Iglesia, y aunque la actriz no está en el trío protagonista —que lo compone Eduard Fernández, Megan Montaner y Miguel Ángel Silvestre—, su papel en el primer episodio fue de los más alabados. “Álex es un director al que tengo una fe absoluta”, afirma, y admite que disfrutó la serie: “Lo pasé pipa”. “Todo lo que he hecho siempre con él es así. Te lleva al límite al nivel de juego. Te propone esta cosa loca que él tiene: la ficción metida en el costumbrismo”.
La actriz reconoce su fascinación por el cine de terror. “Me parece que el terror, hecho desde la verdad, es muy apasionante, de hacer y de ver”. Pero cuando se le pregunta por el registro en el que se siente más cómoda su respuesta es contundente: “Interpretar no es cómodo para nadie”. En su manera de ver la interpretación es fundamental el cambio. “Me aburre mucho si tengo que hacer algo similar”. “Tanto en el cine como en el teatro lo que me gusta de mis personajes es que no se parecen entre ellos. Prefiero hacer lo que no he hecho nunca, lo que más me puede atraer es lo desconocido, el meterme en un terreno que me produzca vértigo por desconocimiento”.
Sin duda su carrera está marcada por esa variedad de registros. Este mes se estrena, tras cancelarse por el cierre de varias salas de cine, Nieva en Benidorm, una película de Isabel Coixet “en todo su esplendor”, asegura la actriz. A pesar de la cantidad de trabajo que ha tenido, no lo define como un buen año, aunque ha sabido adaptarse a él. Sobre todo, afirma, ha consistido en terminar proyectos. “Ha sido un año en el que no se pueden hacer planes, tratas de vivir el día a día, y a mi eso me gusta. Siempre me ha parecido más práctico vivir así, y lo disfruto más. No mirar mucho más allá porque no sabes lo que puedes esperar”.
El inicio de la pandemia la pilló en Isla Mauricio con el rodaje de Amor de madre. Pero pronto tuvo que volver a España y confinarse en su casa de Malasaña, desde donde atiende a esta entrevista. “Era muy surrealista, porque estábamos haciendo una película de risa cuando el mundo se iba desmoronando”, resalta incrédula. Regresó en septiembre, pero de nuevo la covid impidió acabar la producción, que espera que concluya en enero. La actriz vivió los meses de confinamiento en medio de dos contradicciones y define este tiempo como maravilloso y extraño. Por un lado, la angustia y la incertidumbre por sus seres queridos. Por otro, reconoce que disfrutó mucho estando en casa, junto a su pareja, con quien vive desde hace muchos años. “Me sentó bastante bien. También arrastraba cansancio y mucho estrés. Eres más consciente cuando paras. Te das cuenta del nivel de agitación continua y de la falta de tiempo”.
Además de positiva y caótica, Machi se define como carne de asfalto y una incondicional del centro de la ciudad: “Soy muy madrileña, me gusta la gente, la manera de vivir e ir a todo andando. Me encanta”. También, reconoce, es una persona tímida. “Pero de manera enfermiza, de pasarlo mal a nivel social”, y afirma que ocurre con la mayoría de los actores. “No es que te refugies en los personajes, pero sí es verdad que todas esas necesidades de impulsos que tienes de gritar, de llorar, de amar, de reír… Es mucho más fácil a través de un personaje que no eres tú. Y después, el escenario te quita todos los miedos. Pero para eso hay que ser actor”, matiza. Pero hay un momento, confiesa, en que hay que decir no, “un no rotundo”. Y para ella fue irse de la serie Aída, tras diez años protagonizando al personaje homónimo que surgió en 7 Vidas. “Yo me fui porque consideraba que esa etapa ya estaba y quería empezar otra”, cuenta, y afirma que fue muy feliz durante esos años y lo es también ahora. En esa época le llegó la fama, palabra que no le gusta demasiado a la actriz. “Yo lo vivo exactamente igual que vivo ahora mi vida. Lo único que te cambia es que eres más conocida por la calle”, explica. “El reconocimiento es una cosa preciosa”, dice, pero “hay algo de que te conozca todo el mundo que es abrumador, a veces excesivo, y el exceso puede cansar. Pero nada más”.
Separar vida profesional y personal es algo natural en Machi, aunque reconoce que ser pareja de un actor no es fácil. “Tenemos entregada casi el 100% de nuestra vida al trabajo, de una manera un poco loca”, asegura. “Es estar viviendo con alguien que está siempre haciendo de otro”, bromea con sinceridad. Carmen Machi afirma que la clave está en saber compartimentar, sin lo que no podría hacer tantos proyectos de forma simultánea, ni gestionarlos con su vida privada.
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